El municipio costero de Muskiz, desparramado por el Valle de Somorrostro entre las cumbres de la cadena montañosa de los Montes de Triano o Grumeran y el Cantábrico, tiene suficientes alicientes naturales, históricos y paisajísticos para convertirse en uno de los rincones más visitados de la costa oeste vizcaina. Una riqueza consustancial que, de vez en cuando, se ve agrandada por las aportaciones de algunos de sus vecinos. Como Emiliano de Pablo, que lleva años insertando sus obras de forja decorativa en algunos de los parajes más significativos de la localidad. Hombre de trato amable y agradable, deportista, de carácter extrovertido e inquieto, Emiliano de Pablo transita por su merecida jubilación en Petronor como niño con zapatos nuevos, pues su nueva situación vivencial le permite combinar dos de sus pasiones: su pueblo, Pobeña; su municipio, Muskiz y su gusto por moldear el hierro.
“Siempre me ha gustado doblar hierro y trabajarlo. y ahora, una vez que te jubilas, una de las cosas más importantes que hay que hacer es no estorbar en casa, así que yo a las 8.00 no estoy. A esa hora marcho a andar un poco y luego me voy al pequeño taller que tengo en El Cerro/El Valle a doblar cuatro hierros, a repasar piezas que estoy haciendo y a veces a desmontarlas porque no están quedando bien”, relata este vecino del Crucero, en el centro de Muskiz, aunque, puntualiza, nacido en Pobeña y que aún saca tiempo para atender un pequeña huerta en la zona de La Casería.
Jubilado hace seis años tras una larga carrera en el campo del mantenimiento y la calderería de la empresa refinera -era encargado de Equipos Estáticos-, “estábamos todo el día con la porra”, bromea, Emiliano reconoce que su pasión por el hierro fue heredada de su aita, que trabajó muchos años en la Babcock&Wilcox en Trapagaran.
“Siempre me ha gustado el hierro y a mi padre también. Siempre andaba con chapucerías y yo se conoce que le he seguido un poco la senda, él como decía, haciendo chapas y arandelas y calentando remaches, y yo doblando hierros”, apunta el pobeñés, cuya febril actividad con el hierro a través de la forja está muy presente en el barrio donde nació.
Difícil es pasear por las calles del pueblo minero y no toparse con balcones, balconadas, portones, aldabas y otros objetos decorativos elaborados por la experta mano de Emiliano. Tantos que incluso han dado para la confección en 2021 de un libro gráfico titulado Maestro forjador, en el que se recogen decenas de trabajos presentes en las casas solariegas del barrio orillado al Barbadun. Una colección a la que se unen cantidad de objetos decorativos que van desde botelleros pasando por putxeras, figuras -repartidas entre bares y amistades- o esculturas que, como una réplica del castillo de Muñatones o un árbol ferrón con picos como raíces, bien podrían tener acogida en la ferrería de El Pobal.
A 633 metros de altura A pesar de su variada producción, para Emiliano hay tres obras especialmente queridas que ha situado en parajes de su municipio, como el Pico Corbera, donde instaló una cruz de casi 4,5 metros de alto coronando el macizo de 368 metros de altura, la recientemente instalada réplica del cargadero de costa entre Pobeña y Kobaron, y especialmente el buzón del monte Mello, situado en la cima a 633 metros de altura.
“Hubo un intento por poner en la cumbre una imagen de la Virgen de Begoña, pero aquello creó tiranteces entre los políticos y se desechó el empeño. Mi amigo Francis Saralegui me dijo si no podía hacer yo algo relacionado con el pueblo y así fue como se me ocurrió hacer un Castillo de Muñatones que en el interior tiene una reproducción de la Virgen del Socorro de Pobeña”, reseña el autor que junto a familiares y amigos o instaló su obra un 5 de diciembre de 2008 una vez obtenidos los permisos de la Diputación de Bizkaia, y con el apoyo del Ayuntamiento de Muskiz. Desde sus 625 metros de altura, el pequeño Castillo de Muñatones mira hacia Muskiz.
Primer secretario de la Asociación Deportiva y Cultural El Cerro de la Llosa, Emiliano de Pablo muy aficionado a la montaña, fue uno de los impulsores de la popular Mello Saria -desaparecida el pasado año después de diez ediciones- que consistía en recorrer todos los montes que rodean a Muskiz, caminando o corriendo.
Para Emiliano esta desaparición ha sido más bien una evolución y mientras tanto el seguirá con su rutina que en el caso del fin de semana pasan por subir a su querido Mello a ver su buzón.
Tal vez la vuelta le dirija hacia la senda Itsaslur, donde hace unas semanas instaló una réplica del cargadero de costa de McLennan que se llevó al mar en 2008. “Como dice la canción de Julio Iglesias, las obras quedan y la gente se va, porque yo me moriré, pero ahí permanecerán estas obras hechas para mi pueblo”.