Los vizcainos han cambiado las castañas y los chubasqueros por las sombrillas, las chanclas y los helados de cucurucho. Cientos de personas disfrutan de las playas de Bizkaia durante estos primeros días de noviembre, con los termómetros rondando los veinte grados.
Durante este fin de semana, en la playa de Ereaga se ha visto una imagen totalmente estival. Sonia Ugarte ha acudido con su perro, una cachorrita de ocho meses que disfrutaba del sol corriendo por la arena. "Es el primer día que venimos a la playa tras el verano", afirma. Su plan no podía ser mejor. Disfrutar un rato de la arena, dar un paseo mojándose los pies con el agua del mar y tomar un marianito con rabas.
Sentado en una hamaca, equipado con sus gafas de sol y acompañado por su perro, Endika García ha decidido acercarse a la playa para disfrutar del buen tiempo. "Se está fenomenal porque mucha gente se ha ido de puente y se está muy tranquilo. Además, desde septiembre se puede venir con los perros por lo que es una gozada. Hay que disfrutar de estos días al máximo porque el invierno va a llegar en nada y no vamos a poder hacer estos planes", afirma.
Aquellos que se han decantado por dar un paseo, se han visto sorprendidos por algo que raramente se ve en Bizkaia. Dos castillos de arena, de aproximadamente metro y medio de altura, han sido erigidos de cara a la acera, custodiados por un delfín perfectamente perfilado con la arena y detrás de dos rostros conocidos por los más pequeños, los de Mickey y Minnie Mouse.
El artista detrás de estas obras es Jacobo González, un gallego que lleva un mes viviendo en la playa, cerca de sus trabajos. Pernocta en una tienda de campaña y coloca un recipiente de plástico para que los espectadores depositen unas monedas en modo de compensación por observar con detenimiento sus creaciones. Las puertas entornadas, los puentes que conectan las diferentes torres de los castillos y las ventanas abiertas que miran hacia el paseo se han convertido en una de las mayores atracciones para los viandantes. Son muchos los que se paran para sacar una fotografía y casi todos se marchan admirando la labor de González.
Dos o tres días de trabajo por cada castillo
No es para menos. El joven gallego invierte una media de dos o tres días de dedicación exclusiva para la creación de sus trabajos. "Crearlos requiere mucho esfuerzo pero también tengo que dedicarles tiempo después, ya que la arena debe permanecer húmeda para que no se vengan abajo", afirma. Para mantener la firmeza de sus castillos, González vierte agua a través de una botella agujereada.
Los propios espectadores son muchas veces los que pueden dañar las piezas. Durante el día, el mayor peligro proviene de los niños que se aproximan para apreciar la cara de sus personajes favoritos desde cerca. Sin embargo, la peor parte llega por la noche. Cuando el sol se esconde y los paseantes se van, el gallego permanece cerca de su obra. Toma precauciones y coloca un cordón de seguridad alrededor de las piezas para protegerlas de los intrusos. Sin embargo, durante la madrugada de este jueves sufrió un gran susto. "Estaba dormido cuando vinieron unos chicos jóvenes y me destrozaron una figura de Bob Esponja que había creado. Desperté por el ruido que hacían y al verme salir echaron a correr y no pude detenerlos", se lamenta.