Octubre es sinónimo de Jornadas Europeas de Patrimonio, una cita cultural que en esta edición se ha marcado el desafío de dar a conocer la importancia histórica de los caminos, redes y conexiones dentro de Bizkaia. En la comarca de Nerbioi-Ibaizabal, la primera cita programada tendrá lugar el domingo en Orozko con una visita guiada a cargo del investigador Félix Mugurutza titulada Tejera de Arrieta: entre Asturias y Orozko. Lo curioso de esta historia es que, antaño, la elaboración de tejas y ladrillos era considerada indigna entre los vizcainos, pero indispensable para la construcción de caseríos. Por ello, esta labor era realizada por temporeros foráneos, primero de Lapurdi y luego de Asturias, quienes incluso crearon una jerga mezclando asturiano y euskera. La charla que ofrecerá Mugurutza dará algunos ejemplos de estas palabras y de diversas herramientas originales en el entorno natural de la tejera de Arearrieta.

Ese mismo día, pero en la comarca de Arratia, la propuesta es acudir a Dima donde se pretende poner en valor la función social de estos caminos mediante un recorrido guiado por el antiguo andabide del barrio de Artaun. Es como se denominaba en esta localidad a un camino determinado e invariable por el que debía transitar la comitiva funeraria desde la casa mortuoria hasta la iglesia. Tenía carácter de camino público, hasta el punto de que si por alguna circunstancia se alteraba, generaba una servidumbre de paso. Para evitarlo, los vecinos, en auzolan, se encargaban de mantenerlo siempre transitable.

Unos días después, el 11 de octubre, Orduña ahondará en su pasado para explicar la incidencia de la llegada del ferrocarril a la ciudad. Lo hará a través de la charla que ofrecerá en el museo Juanjo Olaizaola que pondrá el foco en el año 1858 cuando, bajo la dirección y diseño del ingeniero Charles Vignoles, se inició la construcción del ferrocarril Tudela-Bilbao entre Abando y Orduña. Tras 5 años de obras, el 1 de marzo de 1863 se inauguró la línea de ferrocarril a vapor de vía única.

Esta línea ferroviaria enriqueció la vida en la cuenca del Nervión durante 160 años, promoviendo sus atractivos naturales, paisajísticos y patrimoniales. Además, sirvió para cohesionar pueblos y comarcas, acercando poblaciones alejadas a centros urbanos y a la capital vizcaína, así como al resto de Euskal Herria.