Los abanicos fueron ayer los protagonistas en la tradicional recepción de la festividad de San Ignacio. Se convirtieron en el remedio más sencillo y eficaz para combatir el bochorno que se adueñó del Palacio Foral. Los 35 grados que azotaba al mediodía las calles de Bilbao se colaron de rondón y sin previa invitación en el protocolario acto, convirtiendo el salón de recepciones del majestuoso edificio de la Gran Vía en un horno. A ello contribuyó de forma notable la presencia de unas 500 personas representativas del tejido económico, social y cultural de Euskadi, una multitud que hizo que se elevara la temperatura ambiente. Un grupo de invitados encabezado por el lehendakari Imanol Pradales, quien sin duda fue objeto de una muy calurosa bienvenida en un lugar que conoce muy bien.

La máxima autoridad de la Comunidad Autónoma de Euskadi fue recibido a pie de calle por quien hasta hace solo cinco meses era su superior, Elixabete Etxanobe. Y es que, a finales de febrero, Pradales dimitió de su cargo de diputado foral de Infraestructuras y Desarrollo Territorial para convertirse en el candidato de EAJ-PNV a lehendakari, cargo al que accedió tras la elecciones del 21 de abril. En la entrada al Palacio Foral, Etxanobe le hizo entrega de la simbólica makila de mando, con la que accedió con todos los honores al interior de la sede de la Diputación.

Ya en el salón de recepciones, Pradales se reencontró con quienes hasta hace bien poco eran sus compañeros del equipo de gobierno de la institución foral liderado por Etxanobe. Junto a ellos permaneció en la tribuna de autoridades, primero escuchando con solemnidad el Eusko Abendaren Ereserkia, himno oficial del Euskadi y después asistiendo al tradicional aurresku de honor, antes de que la diputada general se adelantara unos pasos para pronunciar su discurso.

Tras las palabras de Etxanobe, llegaron los momentos más distendidos. Incluidos algunos gestos de complicidad, como cuando la propia diputada general agitó su abanico para aliviar el sofoco al lehendakari, ataviado de riguroso traje y corbata en un día más propicio en lo meteorológico para otro tipo de atuendo.

El lehendakari, con la presidenta de las Juntas Generales de Bizkaia, Ana Otadui, a su derecha departe con un grupo de invitados. Oskar Gonzalez

Nada más bajarse de la tarima, Pradales saludó a los exdiputados generales Unai Rementeria, José Luis Bilbao, Josu Bergara y José Alberto Pradera. Y posteriormente permaneció unos minutos charlando con el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, con quien también llegó a coincidir fugazmente como compañero de equipo de gobierno en el ente foral.

BIEN ARROPADO

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En imágenes: la sociedad de Bizkaia, en el Palacio Foral con motivo de la festividad de San Ignacio Oskar González

Medio millar de personas son muchas y, aunque no pudo conversar con todas, el lehendakari fue departiendo con varios grupos de asistentes. Con algunos se hizo la habitual foto para inmortalizar el momento, con rostros sonrientes. En uno de estos grupos estaba Saulo Nebreda, alcalde de Ortuella, e Ibone Bengoetxea. Esta última compartió durante años responsabilidades con Pradales en la Diputación de Bizkaia y ahora sigue a su lado como vicelehendakari primera y consejera de Cultura y Política Lingüistica del Ejecutivo de Gasteiz. Y es que Pradales estuvo muy bien arropado por una nutrida representación de su actual Consejo de Gobierno, incluido el vicelehendakari segundo y exalcalde de Portugalete, Mikel Torres.

A Pradales se le vio cómodo y a gusto en su nuevo papel de invitado en la que había sido su casa desde que en 2011 fuera nombrado por José Luis Bilbao diputado de Promoción Económica. Quizás se le hizo más complicado a algún otro de los presentes cambiar el chip en el trato a dispensar hacia el nuevo jefe del Gobierno vasco. “Al ir a saludarle me salía sin querer el llamarle Imanol en lugar de lehendakari, he tenido que corregir en el último momento”, admitía algún compañero de partido. Bienvenida calurosa sí, pero cuidando las formas.