Hace nueve días se celebró en el Palacio de Congresos Europa de Gasteiz un acto para conmemorar los cincuenta años desde que la expedición Tximist alcanzó la cima más alta del Himalaya, el Everest. Esta expedición la formaban unos jóvenes alpinistas vascos.
Yo tenía nueve años cuando escuchaba en radio las crónicas que aita dictaba los jueves en Bilbo Herri Irratia–Radio Popular de Bilbao, sobre el avance de la expedición de los 16 intrépidos montañeros que se tiraron al monte más alto del mundo sin experiencia alguna en el himalayismo, pero con unas ganas tremendas de hacer historia.
El encuentro fue organizado por Emmoa, fundación de ámbito histórico del montañismo vasco, siendo su presidente Txomin Uriarte, miembro de aquella expedición y, digamos, el adelantado que fue de avanzadilla para conseguir el permiso y los diversos contactos necesarios en un mundo en el que no había conexiones como hoy día.
Al entrar a la sala donde se celebró el acto, me junté con Antxon Iturriza, otro de los pilares de Emmoa (Fundación Museo del Montañismo Vasco). El periodista, autor de la trilogía del montañismo vasco, empezó dos años después de esta expedición a escribir en prensa sobre nuestro deporte.
La puesta en escena fue sencilla y emotiva. Salieron uno a uno los siete expedicionarios que siguen vivos y familiares de los otros nueve. Tuvimos un especial recuerdo para Ángel Rosen, fallecido una semana antes. Veamos quiénes son por orden de la presentación que les hicieron: Luis María Sáenz de Olazagutia, Txomin Uriarte, Felipe Uriarte, Julio Villar, Luis Abalde, Ángel Lerma, Juan Carlos Fernández de la Torre; y los familiares de Ángel Rosen (representado por su hijo Juan Vallejo, a quien Juanito Oiarzabal entregó un ramo de flores), Juanito Cortázar (representado por su hijo Patxi), Juan Ignacio Lorente (líder y médico de la expedición, a quién representó su viuda Adeli Arcelus), Ricardo Gallardo (idem hija Marian), Alfonso Alonso (ídem hija Sara), Fernando Larruquet (su hijo Aitor mandó un vídeo), Ángel Landa (director técnico de la expedición, su hija Naia, otro vídeo), Rodolfo Kirch (representado por su hija Ana) y Paco Lusarreta, cuyos familiares no pudieron acudir.
Sentados los 13 presentes arrancó el acto el bertsolari Iñaki Viñaspre. Después, casi dos horas de diálogos contando detalles y anécdotas de aquella gesta que no culminó en cima por escasos 350 metros y que tuvo que esperar a que Martín Zabaleta, seis años después, en 1980, hollara la cumbre del mundo.
¿Y cómo empezó aquello? Siendo Pedrotxo Otegi presidente de la FVNA (Federación Vasco Navarra de Alpinismo), avaló la primera expedición vasca a los Andes del Perú. Fueron siete montañeros de los cuatro territorios, entre ellos mi buen amigo de Huarte, Juan Mari Feliú. Hicieron las tres cumbres vírgenes más altas que quedaban en la Cordillera Blanca.
A su vuelta se les recibió como unos héroes, pero la denuncia de que habían llevado una pequeña ikurriña les echó encima toda la represión de la dictadura franquista. El grupo eligió el Everest como siguiente objetivo, pero les resultaba muy difícil conseguir los permisos del Gobierno español.
Cuando en 1971 lograron la autorización para ir únicamente 24 personas habían hecho cumbre. Sólo cinco expediciones habían llegado a lo más alto del planeta. Había muy poca información sobre el Himalaya. Entonces, el Gobierno de Nepal sólo concedía dos permisos al año para ascender al Everest. Y únicamente era posible yendo allí y negociándolo, llevando credenciales de contactos del más alto nivel. Y así fue. El encargado fue Txomin Uriarte, en un largo viaje por Francia, Suiza y Alemania buscando esas credenciales para terminar en Katmandú poniéndolas en valor y acercándose al campamento base, siendo así el primer vasco que vio con sus ojos el majestuoso Everest.
Aterrizó la expedición en el aeródromo de Lukla, según algunos el lugar más difícil del mundo para tomar tierra. Lo hicieron en un barrizal de arena y piedras con gallinas correteando. No existía previsión meteorológica como ahora. Radio Delhi les anunciaba únicamente el viento y la temperatura para el día siguiente. Las máscaras para las botellas de oxígeno les funcionaron muy mal. Las cámaras de filmación que transportaron pesaban 15 kilos, llevaron una cubeta y material de laboratorio y revelaban trozos de filmaciones allí, con objeto de ver si la luz que cogían era la idónea. Fue la primera película rodada en 35 mm y cinemascope por encima de los 6.500 metros. Luego, aquel trabajo se tradujo seis años después en Agur Everest, ya con las imágenes de Martín Zabaleta y Pasang Temba en la cima.
Hicieron tres intentos a cumbre. Se adelantó el monzón. Tuvieron que marchar. Quien financió en su totalidad la expedición fue Juan Celaya, dueño de Cegasa, y como no podía llamarse expedición vasca, puso de nombre a la expedición Tximist, la marca comercial de las pilas que fabricaba en Gasteiz. Gran empresario y abertzale, era una persona comprometida con su país y, tras llegar los expedicionarios a Katmandú de regreso, por teléfono les dijo que no volviesen a casa sin conseguir de nuevo el permiso, cosa que así hicieron.
Todo un pueblo estuvimos pendientes de aquella gesta heroica pionera en el himalayismo. Fue un desafío de unos jóvenes a los que se les había quedado pequeño el Pirineo y los Alpes. El 27 de junio se inauguró una exposición sobre esta expedición en la Sala Amárica de la capital alavesa. Estará expuesta con material y fotografías hasta el 30 de septiembre.