El Ayuntamiento de Muskiz colocará en breve en el entorno del desaparecido cargadero de mineral del Castillo dos mesas de interpretación sobre este ingenio de la actividad minera que permitía la carga de mineral de las minas de MacLennan junto a los acantilados de Pobeña y sobre la figura de los prácticos del enclave muskiztarra y en especial de Hilario Cruz, el último práctico de este arriesgado método de estiba construido en el siglo XIX y a la sazón cronista de Pobeña a la que dedicó dos obras: Crónicas de Pobeña (1986) y Crónicas de Muskiz (1993) con los que apuntaló el cargadero en la memoria de Pobeña y de Muskiz. La primera de las mesas acogerá una descripción del cargadero –que podía cargar hasta 1.000 toneladas cada hora– acompañada por varias fotografías de época y dos láminas explicativas del ingenio. La segundas mesa, que se ubicará junto a los restos de la antigua casa del práctico, ahondará en la misión que tenían estos avezados hombres de mar.

El oficio de práctico era un conjunto de conocimiento de los fondos y corrientes predominantes en el lugar, del estado de la mar y la acumulación de años de experiencia en el atraque de buques en estas condiciones. Estas personas eran marinos que habían trabajado en los embarques o que habían manejado lanchas de cabotaje. El objetivo de este oficio era aproximar el buque a la vertedera y mantenerlo allí mientras el mineral se depositaba en las bodegas de los barcos. El día y momento de la carga eran seleccionados por el práctico.

Pobeñeses

El primer práctico del cargadero fue Francisco González Ruiz, que vivió la rápida evolución de la estructura del cargadero que aumentó el tamaño de los buques y desapareció la navegación tradicional. En 1907, cuando se instaló la primera cinta, Manuel Iturrieta Arbaiza llevaba varios años como responsable de los embarques desde finales del siglo XIX, y al de pocos años de inaugurar la segunda cinta, Pedro Cruz Iturrieta se convirtió en el tercer práctico. Los cargamentos cada vez eran de mayor tonelaje, y más frecuentes, la capacidad de los barcos iba en aumento. En este periodo se batieron todas las marcas. Se intensificó el tráfico como consecuencia de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. La fama de este práctico fue tal que llegó a ser reclamado para cargar mineral en otros lugares. Uno de sus hijos, Hilario Cruz Pérez, el cuarto y último práctico, acumuló toda la experiencia de casi cien años de embarques y cargas de suministro del valioso mineral que reguló hasta 1965.