La comunidad del Santísimo Redentor de Algorta, la espiritual, la social, la familiar, la de amistad, la de pertenencia, la de unión, cumple medio siglo de latidos. Fue el 3 de marzo de 1974 cuando esta iglesia de los Trinitarios, anexa a San Nicolás de Bari, se desligó de ella y comenzó su andadura en solitario. Por eso, ayer domingo, dando esos cincuenta años en el clavo, la parroquia celebró su eucaristía de aniversario.
Fue una misa de ilusiones y felicitaciones que estuvo presidida por el obispo, Joseba Segura, y que contó con la actuación del coro Biotz Alai –que ya estuvo hace cinco décadas ahí mismo–, y con la presencia de la alcaldesa de Getxo, Amaia Agirre, y de la primera teniente de alcalde, Keltse Eiguren, así como de multitud de miembros y colaboradores. Varios conciertos, un libro, peregrinaciones, pañuelos para el cuello… Son muchos los gestos para aplaudir el cumpleaños dorado de El Redentor, pero la eucaristía de ayer domingo fue un acto especial que, además, sirvió para mirar hacia atrás y hacia adelante, para honrar a “todos los que pusieron un poquito o mucho en la vida de la parroquia”, como destacó Segura. “Una tradición de generosidad es lo que significan estos cincuenta años”, ensalzó, asimismo, el obispo, que agradeció a todos los párrocos que han sido una “cadena fundamental de transmisión de la fe”. Uno de los curas actuales, Koldo Alzola, afirmó que este medio siglo es sólo el principio. “Esta parroquia está en camino”, señaló. Por eso, Juntos hoy, siempre es el lema de estas bodas de oro.
“La iglesia empezó con ocho sacerdotes y ahora quedan cuatro, más uno, que no es trinitario pero que ha venido a ayudar y que está haciendo un trabajo tremendo en las dos parroquias, en la de arriba y en la de abajo, que así es como se conoce a ambas: Los trinitarios de arriba y de abajo”, comentó Javi Campo, organista de El Redentor y escritor. En sus manos está el libro que pronto verá la luz y que repasa las cinco décadas de esta parroquia: su historia y sus historias, sus muros y sus corazones. “De lo que se trata, sobre todo, es de dar a conocer la labor que ha desarrollado en el barrio y en el pueblo y poner en valor a aquellas personas voluntarias que llevan años haciendo lo que no se ve; es un esfuerzo que no se conoce y que es fundamental. Hay mucha gente implicada”, aseguró Campo, gran conocedor del pasado del municipio, como queda constatado en las letras de sus otras publicaciones: Saliendo de la invisibilidad. Retratos de mujer; Getxo en sus calles. Con nombre propio; y La ermita del Puerto Viejo. San Nicolás de Bari y su órgano.
Voluntarios que, a día de hoy, acumulan miles de minutos de misas y otras celebraciones ayudando para que nada falle: cantando, agitando el botafumeiro, preparando el papeleo... colaboradores que participan en el programa de reparto de alimentos, personas que años atrás daban clase para la obtención del graduado escolar... El alma altruista de esta comunidad tiene muchas caras. Todo ello es lo que cobija un edificio de estilo modernista, diseñado por los arquitectos Javier Arístegui y Pedro Izpizua. Tiene 23 grandes vidrieras policromadas en cemento; doce de ellas narran la historia de la salvación en el Antiguo Testamento. Un cristo pascual y otro tallados en madera de pino de 6,30 metros de altura son elementos que imponen en el interior, donde también hay una cripta que guarda los restos de toda la familia Basagoiti. “Las dos hermanas de Antonio pagaron la totalidad del costo de la iglesia”, señaló Campo.
En esta larga trayectoria suena con fuerza su época como escenario para conciertos. “El Ayuntamiento, antes de Muxikebarri, no tenía un local apropiado, entonces, aquí han tocado Joaquín Achúcarro, su mujer, Ainhoa Arteta, la Orquesta Sinfónica de Checoslovaquia... ¡con llenos de hasta 1.000 personas!”, desveló Campo. La iglesia se abre en abanico y sólo hay columnas laterales, lo que propicia una llamativa acústica para mantener la vitalidad de El Redentor.