Hace escasos días que anunció que dejaba la presidencia de Unicef Euskadi. ¿Cómo se encuentra?
Triste, porque Unicef es un trabajo que emociona y que atrapa. Pero muy contento de lo trabajado en ocho años. Han sido años muy duros, con una gran pandemia que ha paralizado la vida de los seres humanos durante dos años. Fuimos elegidos por el mundo para hacer una distribución entre los 100 países de rentas más bajas de todas las vacunas. La realidad es que los países más ricos cogieron más de las necesarias y a nosotros nos retrasaron la primera vacunación de muchas personas. También hicimos estudios a nivel mundial sobre cómo hacer la vuelta a clase, en un escenario en el que el mundo se ha retrasado 20 años. Millones de niños y niñas dejaron de ir a la escuela. La herramienta para transformar el mundo es la educación, y se paralizó.
¿Hace un balance positivo de su labor?
Estoy muy orgulloso y contento del trabajo que hemos hecho mi equipo y yo. Tenemos las primeras nueve ciudades amigas de la infancia, hemos dado la voz y palabra al 32% de la población infantil de Euskadi, tenemos 13 escuelas avanzadas en educación y derechos... También hicimos un gran pacto con los medios de Euskadi, incluido el Grupo Noticias, para presentar algo que todavía la sociedad no ha asimilado: los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS). El Gobierno estructuró todo para que cada partida que sale del presupuesto tenga encaje dentro de cada ODS.
“La Ley de Infancia y Adolescencia va a ser un modelo para todo el Estado, un ejemplo a seguir”
Como nota negativa está la cifra de menores en riesgo de exclusión: alrededor de uno de cada cuatro.
Nuestro país es un país avanzado, aunque haya un 24,3% de niños y niñas en riesgo de pobreza. Es una cifra alta, aunque no hay que ser alarmista. Indica hogares con menos posibilidades, sin acceso a internet, que solo pueden comer carne o pescado una vez a la semana… no es la miseria que existe en otros lugares. Euskadi ha avanzado mucho, y ha sacado una Ley de Infancia y Adolescencia que va a ser un modelo para todo el Estado, un ejemplo a seguir.
¿Qué supone esta ley?
Supone un avance muy importante para niños y niñas. Se les considera sujetos de pleno derecho. Es un avance muy importante.
¿Qué papel juega la sociedad vasca en la labor de la ONG?
Euskadi cuenta actualmente con 27.000 socios que cada año nos ayudan con la labor que hacemos, también hay cada vez más empresas aliadas. Y tenemos unas instituciones muy potentes, y comprometidas con el bienestar común. Son un ejemplo. En estos años hemos recibido muchos premios por nuestra labor. Unicef es una institución que defiende los derechos de su infancia y adolescencia, y además transforma las sociedades en las que estamos.
¿Deja la presidencia de Unicef Euskadi con alguna espina? ¿Le ha faltado algo por hacer?
Entré aquí para cambiar el mundo. Pero los cambios son muy lentos y la gente vive en la inmediatez, y no se dan cuenta de que las cosas necesitan tiempo para poder corregirlas, y arreglarlas.
¿A qué retos se enfrenta la ONG a corto plazo?
A nivel mundial hay un cuestionamiento sobre el papel de Naciones Unidas. No se creó para que todo el mundo estuviéramos en el cielo, sino que para que no estuviéramos todos en el infierno. El mundo está dividido. Porque hay naciones con derecho al veto, y eso en el siglo XXI no es digerible. Fractura lo que tiene Naciones Unidas, de hecho, el mayor peligro que tiene el mundo es la fragmentación en dos mundos diferentes. No puede haber países con derecho al veto. La geopolítica cada día es más complicada, y no sabemos en qué puede acabar lo que está pasando en Gaza, el genocidio. Es una vergüenza lo que está ocurriendo.
Le releva Joseba Madariaga. ¿Qué camino le gustaría que siguiera?
El suyo. Pero nuestro ADN son las ciudades amigas y las escuelas. Y la incidencia política, seguir mejorando leyes para que la infancia esté protegida. Del uso de internet, adicciones, la pornografía infantil, protegerlos de los abusos... Y hacerles partícipes de la educación. El tema de la salud mental es algo que nos preocupa en todo el mundo. Ha habido un brote para el que no estamos preparados. Y otro de los problemas es la falta de ilusión. Se repite un mensaje que yo creo que es mentiroso: que el futuro que van a tener va a ser peor que el que hemos tenido nosotros. Yo creo que el futuro hay que labrárselo. Hay frases que hacen un daño terrible.
“Unicef es una máquina para transformar el mundo, pero las transformaciones son lentas, cuesta ver resultados”
Explíquese.
Mal lo pasaron nuestros abuelos que vivieron una guerra civil, o nuestros padres y nosotros que también tuvimos que pelear. Ahora hay otro nuevo escenario en el cual hay que prepararse. La formación es clave para la supervivencia de la gente. Es recuperar la palabra esfuerzo y sacrificio. Hay una sociedad superprotegida. Pienso en esos niños que se juegan la vida en una patera. Esos sí están preparados para el esfuerzo y el sacrificio. Hay una sociedad débil frente al esfuerzo y supervivencia, pero tengo mucha confianza con todo. Tenemos una sociedad muy buena, en el País vasco 300.000 personas dedican un tiempo de su vida a ayudar a los demás, son voluntarios. Creo en el ser humano y en el futuro. Lo escribimos todos los días. Y creo en un futuro más equitativo y más justo.
¿Cree que deja una situación mejor o peor de la que encontró?
Diferente, mucho mejor. No había ciudades amigas, no había escuelas, hemos sacado una ley adelante… y creo que dejo una Unicef más armada para dar servicio a la sociedad.
Son los estatutos los que marcan que deje el cargo. De lo contrario, ¿hubiese seguido?
Claro. Esto atrapa, es algo muy bonito. Ayudas a gente a la que nunca vas a ver la cara. Pero sabemos que les salvamos la vida cada día y que con la educación les damos un futuro. Unicef es una máquina para transformar el mundo, pero las transformaciones son lentas, cuesta tiempo ver resultados.