Las previsiones meteorológicas apuntaban a que el domingo de Carnaval iba a estar deslucido por las intensas chaparradas, el viento, la humedad y el frío. Mal panorama. Y muchos en Mundaka temían enfrentarse a lo peor: no hay situación más incómoda que encarar los pasacalles de los atorras y las lamias resguardados bajo el paraguas. Y, sin embargo, ayer todo salió a pedir de boca, incluso en la climatológico. No en vano, y tras unos titubeos iniciales mañaneros –nubes mediante–, un luminoso sol acompañó al que, sin duda alguna, es el mejor día para los mundakarras. Ni gota de agua, ni asomo de frío. Así, los dos personajes centrales del Aratuste de la anteiglesia pudieron deleitar a los miles de visitantes en unos pasacalles que volvieron a mostrar la mejor de sus caras.

Desde bien entrada la mañana se dejaba sentir que el de ayer era un día diferente en Mundaka. Los txistularis anunciaron bien pronto lo que estaba por venir mientras que los atorras tomaban fuerzas para arrancar con el Aratuste. Y, a las 12.30 horas, iniciaron su pasacalles. Inicialmente, con la ya icónica canción Aratuste –obra de Joxe Mari Egileor, uno de los principales impulsores de la celebración– y después con Arrapaladan, la pieza expresamente diseñada para esta edición. Con el director Arkaitz Gorostiaga –embutido en su elegante frac negro– ejecutando perfectamente su labor, más de dos centenares y medio de atorras –de blanco impoluto, como manda la tradición, con dos faldas de mujer, una en la cintura y otra sobre los hombros, una funda de almohada en la cabeza y un pañuelo rojo para anudarlo– emprendieron su ronda, un paseo por las calles de Mundaka que tuvo parada en puntos emblemáticos como Txorrokopunta, el Artza o el puerto al son de canciones ya convertidas en himnos locales como Enenden brai, Jo ta je, Herri maite, Betikolez... A destacar además que la reciente idea de ir abriendo paso a la comitiva tuvo un positivo efecto: se evitaron aglomeraciones innecesarias y los atorras fluyeron durante su pasacalles.

Para entonces ya eran miles las personas que se dejaron llevar por un Aratuste que cada año recibe más y más visitantes. Ya sean llegados de localidades cercanas o venidos de más lejos –también se vieron disfraces de miles de colores y formas–, lo cierto es que los instrumentos de la estudiantina –guitarras, acordeones, violines, timples, ukeleles...– y las voces de los atorras fueron calentando un ambiente lleno de bullicio, música y desenfreno. Una última parada en la plaza dio colofón al pasacalles de los hombres, que se retiraron a comer al polideportivo de Isla kale. El primer round del Aratuste de Mundaka estaba ya resuelto... pero quedaba el segundo.

Las mujeres toman Mundaka

Y es que aunque se hicieran esperar un poco –no salieron hasta pasadas las 18.00 horas–, las lamias tomaron pronto el testigo de los atorras. Conformando un grupo de alrededor de centenar y medio de mujeres –bombo, txirulas, violines o acordeones, entre otros–, estos seres mitológicos que según la leyenda habitaban en la zona de Lamiaran, un paraje entre Mundaka y Bermeo, llenaron de ritmo la tarde con sus canciones y sus bailes. En un pasacalles mucho más electrizante que el de los atorras –a ello no solo ayudan los instrumentos que portan y el ritmo que imprimen a su ronda, también el contraste de colores de sus ropajes o que salen a las calles cuando comienza a caer la noche– y con Leixuri Urrutia como directora, un gentío similar se arremolinó entorno al paseo del segundo de los personajes centrales del Aratuste. Ejemplo de integración de la mujer en celebraciones típicas –y que van a cumplir pronto el medio siglo de vida desde que optaran por salir a las calles–, lo cierto es que lograron que el buen ambiente no decayera en ningún momento.

Desde que atorras y lamias se sumergieran sobre las 19.00 en un encuentro en Goiko kalea –protagonizando bonitos momentos– hasta que se alcanzaran intempestivas horas de la madrugada –hubo quien aguantó hasta altas horas de la noche enlazando canción tras canción–, el Aratuste de Mundaka, una de las citas por antonomasia de los carnavales más arraigados de la cultura popular vasca demostró su enorme pujanza. Y que tiene ante sí un futuro esplendoroso.