El aceite usado es un residuo de gran riqueza. En su composición aparecen importantes recursos materiales y energéticos que, previo proceso de extracción y almacenamiento, permiten su valorización y posterior utilización como materia prima para la fabricación de nuevos productos. Una segunda vida fundamental para el medio ambiente. De hacerlo posible se encarga la empresa Sogecar, ubicada en el polígono Torrelarragoiti de Zamudio, perteneciente a Sogecar (actualmente, Agaleus Valorización), perteneciente al Grupo Agaleus. Se trata de la principal planta de recuperación de aceites usados, con un volumen de 2.300 toneladas anuales, y la única planta que cuenta con una instalación para la regeneración de disolventes, por la que pasan 1.500 toneladas al año, así como un centro de transferencia para almacenamiento de residuos peligrosos por la que pasan otras 2.300 toneladas cada año.

Una actividad que requiere de un profundo análisis previo para después poder llevar a cabo su regeneración, valorización energética o reciclado. Un proceso ciertamente desconocido para una gran parte de la sociedad, que cada vez se muestra más comprometida con el medio ambiente y la sostenibilidad.

Por ello, en el marco del Día Mundial de la Educación Ambiental, que se celebró este pasado viernes, una docena de alumnos del curso de triaje de residuos urbanos que imparte Koopera –la red de entidades de economía social y solidaria vinculadas a Cáritas que trabaja para lograr la inclusión de las personas más vulnerables– en Deusto pudo conocer de primera mano el proceso de los residuos, qué se hace con ellos, cómo se clasifican, conocer el laboratorio, etc., con el fin de obtener una visión práctica de este sector y ampliar sus conocimientos.

Cabe señalar que esta colaboración entre la compañía y Koopera se extiende desde hace más de 12 años y no sólo se limita a visitas, sino que se han firmado convenios de prácticas durante estos años.

A este respecto, la directora de sostenibilidad del grupo Agaleus, Natalia García Caño, explica que uno de los ejes estratégicos de la compañía es su apuesta por la sostenibilidad y la responsabilidad social. Por eso apuestan por abrir las puertas de su fabrica a visitas de diferentes grupos. “Siempre hay alumnos en prácticas, visitas guiadas, voluntariado corporativo, llevamos los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a los colegios porque al final son el futuro”, indica.

Por su parte, los alumnos y alumnas de esta formación han apostado por el sector verde como oportunidad laboral, que está llamado a ser uno de los motores de la economía.

Uno de ellos es el bilbaino Javier Fernández, de 40 años de edad. Después de casi dos décadas de trayectoria en el sector de la hostelería, la llegada de la pandemia le abrió los ojos y decidió apostar por un nuevo panorama laboral. “A nivel físico no podía seguir tirando de las cajas de Coca-Cola. Así que toca reinventarse o morir, no queda otra”, expresa. Ahora su deseo es poder acceder al curso de residuos urbanos industriales, pero mientras tanto ha apostado por el de triaje de residuos urbanos con la vista puesta en un futuro en el que pueda dedicarse a la información medio ambiental.

En esta línea, otro de las personas interesadas en este sector es el bilbaino Guillermo Jacob, de 41 años, también con pasado en el sector de la hostelería. “Debido a una lesión he tenido que reciclarme a nivel profesional y siempre me ha llamado la atención el mundo del medio ambiente. Es un cambio grande pasar de la hostelería al sector industrial, pero a lo largo de mi trayectoria también he tenido que cumplir una serie de normativas higiénicas y medioambientales en mi profesión como las que estamos estudiando”. Su deseo es poder reciclarse en técnico medioambiental y elaborar analíticas e informes. Por eso se mostró muy encantado con la visita a la planta de Zamudio. “Creo que es una actividad desconocida para la mayoría de la gente y cada vez es más importante la preocupación medio ambiental y saber, por ejemplo, qué se hace con los aceites de motores”, apunta.

Planta de Zamudio

Entre los principales clientes de la compañía, exceptuando grandes empresas como Euskotren o Metro Bilbao, se encuentran talleres de automoción de la CAV. De su desempeño se beneficia todo el planeta puesto que, según los estudios, un litro de aceite usado del automóvil puede contaminar una superficie igual a un campo de fútbol y dos litros de lubricante usado, que es lo se viene retirando de un turismo, pueden contaminar el agua de una piscina olímpica. Su potencial contaminante es enorme.

Precisamente, en su área de tratamiento de aceites usados de origen industrial en Zamudio, el primer paso consiste en “recabar muestras del aceite recibido y certificar que está todo correcto”, desvela Igor Torre, responsable de producción de la planta. Una vez realizado este paso, se carga el aceite en los fosos y de ahí a los tanques, donde se realiza “un tratamiento denominado decantación para separar el agua”. Finalmente, el producto que se obtiene puede ser utilizado como materia prima en la fabricación de aceites base mediante regeneración o bien como combustible para valorización energética.

En el caso de la unidad de tratamiento de disolventes, el proceso consiste en la destilación del disolvente usado. “Primero certificamos su rendimiento y la rentabilidad del proceso de destilado. Este proceso se realiza mediante un proceso de calentamiento del disolvente para que se evapore y se condense”, apunta. El resultado obtenido, libre ya de contaminantes, es un disolvente apto para su reutilización, que bien es devuelto al cliente o puesto de nuevo en el mercado. Por último, en el centro de transferencia o almacenamiento temporal se gestionan los residuos, se separan y se envían las diferentes empresas de tratamiento de residuos.