La falta de vocación llega a mínimos con menos de 200 curas en Bizkaia
La media de edad de los sacerdotes es de 72 años en un territorio en el que el relevo está llegando de fuera de Euskadi
Basta con echar un ojo a la historia reciente de Euskadi para constatar que una de sus características ha sido la cantidad de ciudadanos vascos que manifestaban una vocación religiosa. Esta observación se hace en pasado porque, por primera vez en décadas, Bizkaia baja de 200 curas en activo. Además, la media de edad de los sacerdotes diocesanos es de 72 años. Es decir, los clérigos no se terminan de jubilar porque prácticamente no tienen recambio. Y los pocos candidatos que van ingresando en el Seminario de la Diócesis de Bizkaia son, en su gran mayoría, de otras comunidades, pero sobre todo de otros países. Así lo atestiguan los cinco seminaristas que están a punto de terminar la tercera fase de sus estudios para ordenarse como diáconos, el paso previo a la ordenación presbiteral: dos son de Ecuador, uno de Colombia, otro de Madrid y hay un quinto de Bilbao.
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“Que haya más vocaciones no depende ni del Papa ni de la voluntad que nosotros podamos tener. Tiene mucho más que ver con el hecho de cómo está la fe en nuestra sociedad”, exponía al respecto, hace unas semanas, Joseba Segura, Obispo de Bilbao, quien reflexionaba sobre la manifestación de los cambios sociales en la Iglesia. A día de hoy, Bizkaia cuenta con 291 parroquias y 239 sacerdotes, aunque muchos de ellos están ya en residencias. En activo hay poco más de 180 clérigos, entre ellos algunos como Andoni Gerrikaetxebarria, quien fuera vicario general entre 1989 y 2006, que acaba de cumplir 90 años y continúa oficiando misas.
“La falta de vocación es una realidad”, corrobora, por su parte, Ignacio Fernández, rector del Seminario Diocesano de Bilbao, quien expone que en los últimos años fue en 2020 cuando más seminaristas hubo, 13 en total. Sin embargo, entrar en el seminario no significa necesariamente ordenarse como cura. “Es como un noviazgo. Se trata de descubrir si su vida va por ahí, si el Señor les llama a la tarea de evangelizar, anunciar, servir...”, indica Fernández, quien manifiesta que para el curso que viene tienen tres posibles candidatos: “uno de Lekeitio, otro de Nicaragua y un tercero que vino con 15 años de Colombia”. De hecho el rector apunta que algunos de los que ingresan son nacidos en Bizkaia, aunque de ascendencia latino. “Hasta que llegaron los Williams no había futbolistas de origen africano en el Athletic”, apunta.
En cualquier caso, Ignacio Fernández reconoce que están bastante justos. “Para celebrar las misas dominicales andamos más escasos, pero por suerte no todo depende del cura”, considera el rector, quien menciona la aportación de aquellos laicos que “son quienes abren y cierran puertas, atienden a las personas, escuchan y hacen la primera acogida”.De hecho, muchos de esos laicos son mujeres que ofician la Celebración de la Palabra, en misas sin consagración. “Pero más allá de los números, nuestra misión es ser fieles a la tarea que tenemos que llevar adelante: acompañar a esas comunidades que tenemos, tanto en los pueblos pequeños como en los grandes”, afirma el rector.
SEMINARISTAS
Para Marco Muñoz la vocación es “un llamado: es Dios quien llama y tú respondes”. Este ecuatoriano de 35 años comenzó su trayectoria en el seminario de Guayaquil, en su país de origen, con apenas 18 años. Posteriormente, estudió Periodismo y poco después conoció a Aitor Uribelarrea, presbítero vizcaino que se encontraba en una misión en Ecuador, quien le invitó a pasar una experiencia de 20 días en el seminario vizcaino. “Yo ya tenía mi vida hecha, tenía trabajo e incluso novia”, explica Muñoz, quien finalmente aceptó la estancia tras un “discernimiento”. Así es como después de recibir la aprobación de los formadores, comenzó sus estudios hace seis años. “¿Que cómo lo sabes? Porque eres feliz y estás en paz”, argumenta.
Esa misma armonía ha hallado el seminarista Juan Reyero en Bilbao tras una trayectoria que lo ha llevado por distintos puntos de Europa. “Formaba parte de un grupo de la Iglesia y me destinaron a un seminario en París”, expone el madrileño de 34 años sobre sus inicios que supusieron una “incardinación” cultural muy grande. Posteriormente, acudió como misionero a los Balcanes. En un impasse, mientras trabajaba como profesor, expone que estalló la pandemia y volvió a sentir la vocación. Como Marco Muñoz, este seminarista también conoció a un cura vizcaino que lo invitó a Bilbao. “Vine aquí con una carga sentimental muy grande, en mi familia nunca habían pisado Euskadi”, confiesa Reyero, quien no obstante pudo superar esos prejuicios.
A punto de ordenarse como diáconos, Marco Muñoz y Juan Reyero asisten con regularidad a clases de euskera. “He invitado a las compañeras del Euskaltegi a venir a la ordenación diaconal. Una de ellas me ha dicho que no ha pisado una iglesia desde su comunión”, expresa el seminarista madrileño, quien no es ajeno a esta realidad. De hecho, revela que en misa se siente “como el niño”, debido a la elevada edad de la mayoría de los fieles. “Achaco esto no a una falta de fe, sino de orden en la vida. No somos capaces de parar”, considera Reyero, exteriorizando una percepción que, sin embargo, no merma su vocación: “Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer? ¿la inteligencia artificial? Porque en eso estamos”.
En esa línea se manifestó el Obispo de Bilbao durante su intervención en un encuentro de Bidebarrieta. “La mayoría de la gente, aquí, no tiene necesidad de rezar, de tener una dimensión espiritual en su vida, más allá de la meditación”, sostenía Joseba Segura, quien mencionaba algunos factores que han propiciado ese cambio en el hábito, como “la transformación de la identidad femenina”, el peso que ostenta actualmente “lo material” o que se considere “más importante las vacaciones que el hecho de tener hijos”. No obstante, defendía que sigue habiendo grupos de Iglesia de gente joven. “No hemos tocado fondo”, dictaminaba. Y esa apreciación la avala Fernández con un hecho irrefutable: “Cuando llega el momento de la declaración de la renta, hay mucha gente que marca la equis para la Iglesia, porque saben que no solo es cuestión de bodas y funerales, sino de todos sus servicios sociales: desde Cáritas hasta los acompañamientos en prisión”.