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Los seminaristas foráneos se implican con sus feligreses en Bizkaia aprendiendo euskera

Consideran que es primordial para acercarse a los fieles, sobre todo en ciertas parroquias vizcainas

Los seminaristas foráneos se implican con sus feligreses en Bizkaia aprendiendo euskeraJose Mari Martinez Bubu

“Ni conocía Bilbao, ni sabía que aquí había otro idioma. Me engañaron”, bromea, entre risas, el seminarista ecuatoriano Marco Muñoz, que actualmente dedica dos horas diarias a aprender euskera en el AEK de Plentzia. Tampoco es que conocer la existencia del idioma que nada tiene que ver con el latín haya aliviado el proceso de aprendizaje de Juan Reyero. “Tengo dislexia”, confiesa el seminarista madrileño, además, como hándicap añadido. Sin embargo, ambos son conscientes de la importancia de aprender euskera para acercarse a los fieles, sobre todo en determinadas zonas de Bizkaia. Y, por ello, no escatiman en esfuerzos.

“Si he apostado por responder a mi llamado aquí, tengo que apostar por todo el combo”, argumenta Marco Muñoz, quien revela que en el Seminario de la Diócesis de Bizkaia siempre han tratado de involucrarlos en el aprendizaje del euskera, con un profesor que acudía a darles clases particulares. Pero más allá de lo que se pueda aprender con los libros de texto, Juan Reyero apela a una inculturación más profunda. “Hay un grupo en mi unidad pastoral, Bizian gora, que es de mujeres que leen el Evangelio en euskera. Necesitas meter las manos en la masa”, argumenta el seminarista, quien para ello habla de dar con la unidad pastoral correcta.

“Mi primer destino pastoral fue Begoña, pero ahí apenas se habla euskera. Por eso los formadores vieron oportuno mandarme a Durango”, expone el madrileño que, a estas alturas, conoce de sobra la heterogeneidad del territorio en cuanto al uso del euskera. “El seminarista que le mandan a Las Arenas, en el mejor de los casos, aprenderá el Gure aita”, observa. Lo mismo le ocurrió a Marco Muñoz, quien comenzó su andadura en las Encartaciones, “donde no se habla nada”. Posteriormente fue destinado a Cruces yZorroza, e ídem de ídem, hasta que llegó a Uribe Kosta. “En Plentzia, Gorliz, Sopela y Barrika las misas son bilingües, pero en Lemoiz y Armintza son íntegramente en euskera”, evidencia. 

DIFICULTADES

Las dificultades en el aprendizaje no son pocas. El seminarista ecuatoriano, por ejemplo, menciona la acentuación. “En el euskaltegi llegas a la conclusión de que la mayor parte de las palabras son llanas, pero la realidad es diferente. Uno se vuelve loco”, expone Marco Muñoz, quien indica que, por ser periodista de formación, es muy exigente consigo mismo a la hora de expresarse bien. Juan Reyero, por su parte, menciona otra particularidad. “La gente de la parroquia me corrige los ejercicios, pero me los corrige en vizcaino”, revela sobre el obstáculo que suponen los euskalkis. 

Sin embargo, el proceso está siendo tan complicado como gratificante. “El otro día, tras el funeral de su marido, una mujer me dijo: ‘Se agradece que un madrileño que haya pasado Pancorbo cante Uribarriko ama”, cuenta Reyero, que actualmente acude nueve horas semanales al Euskaltegi de Durango. “Para la gente mayor es como un abrazo, no hace falta ni que te lo digan, te lo demuestran con los gestos, con las miradas. Son detalles que las personas que no han vivido esa parte tan dura del régimen, que no han sido privadas de sus libertades, no lo podrían entender”, expone el madrileño, quien es conocedor de la prohibición de hablar en euskera durante el franquismo.

Marco Muñoz, que será ordenado como diácono el próximo sábado, se ve cada vez más capacitado para dar una misa en euskera. “Lo básico para una misa bilingüe lo podría hacer sin problema”, revela este seminarista. “A quien no le dé vértigo es que no es consciente del impacto que tiene. Pero es como decía mi amama–lo dice en euskera–: ‘En el momento que has cocinado cuatro veces alubias, la quinta ya te sale bien”, ejemplifica, por su parte, Reyero, que será ordenado el próximo 10 de febrero, probablemente en presencia de sus padres, que ya derribaron sus prejuicios con Euskadi el pasado puente de diciembre: “Grabaron parte de la misa cantada para ir practicando. Ahora, cuando mi padre me coge el teléfono, me dice: Jauna zurekin!”.