Este lunes se cumple un año del devastador incendio que asoló Balmaseda. Durante los dos días que hicieron falta para controlar los feroces frentes que se reproducían con una virulencia letal gracias al viento, la baja humedad y la pira en la que se había convertido el entorno forestal tras semanas sin llover, se repartieron 1.000 bocadillos, 400 litros de café y otros tantos de caldo, 80 kilos de fruta y más de 600 litros de bebidas frías entre los bomberos que combatían el fuego. Parece una obviedad, pero las personas que componen los dispositivos de emergencia también necesitan comer y beber aunque estén en plena actuación, sobre todo, si se alarga más de la cuenta. En esos momentos es cuando entra en acción el food-truck de la Cruz Roja, una furgoneta equipada con horno, microondas, plancha, neveras y termos, como aquellos salchichautos de toda la vida, que garantiza el avituallamiento de los participantes en los dispositivos. 

“Nos encargamos de que no les falte de nada cuando no pueden abandonar el trabajo”

Benjamín Romero - Jefe de Operaciones en Situación de Emergencia de la Cruz Roja

El nombre oficial de este recurso es ERIE -Equipo de Respuesta Inmediata de Emergencias- de Avituallamiento. Lo activa el centro coordinador de SOS Deiak cuando se produce una emergencia. “La furgoneta la estrenamos en el gran incendio de Muskiz de marzo de 2019. Acabábamos de recibirla y ni siquiera tenía las pegatinas puestas”, recuerda Benjamín Romero, el jefe de operaciones en Situaciones de Emergencia de la organización. Dice furgoneta, pero realmente se trata de una ambulancia retirada que se rehabilitó. Siete años antes habían ido como observadores a unas maniobras militares a Segovia y allí observaron atónitos cómo los soldados cocinaban en medio de una campa. “Vinimos con la idea de hacer un foodtruck, que entonces empezaba a ponerse de moda. Tuvimos la suerte de que la primera feria a nivel estatal de este tipo de vehículos se celebró en BEC y fuimos a informarnos, como Paco Martínez Soria, sin tener ni idea de este mundo”, se ríe al rememorarlo mientras muestra, en el almacén que tienen en Güeñes, el interior del vehículo: una plancha que actualmente no utiliza, neveras -una llena de bebidas frías y otra vacía para meter los alimentos que tienen que transportar cuando realizan una salida-, microondas, un horno, termos para caldo y leche, cajones en los que guardan vasos y vajilla desechable... Y una gran ventana, en la parte de atrás, por la que van despachando sus kits: dos botellas de agua de medio litro cada una, una botella de bebida isotónica, un café con leche -solo, sin lactosa y descafeinado, al gusto-, una pieza de bollería, un bocadillo que puede ser de lomo con queso o tortilla de patata aunque han tenido hasta hamburguesas veganas, y caldo caliente, si el tiempo es desapacible. A veces, también fruta. Suponen unas 1.000 o 1.200 calorías, todo un chute de energía teniendo en cuenta el desgaste físico que soportan los dispositivos de emergencia. Acudieron a los grandes incendios forestales de Muskiz y Balmaseda, también al del Puerto de hace dos semanas, pero además prestan apoyo, por ejemplo, en dispositivos de búsquedas o para atender a las personas que tienen que ser desalojadas de sus casas en plena noche por un incendio en el edificio. “Nos avisan para emergencias excepcionales que suponen un problema de logística para los equipos que trabajan sobre el terreno. Cuando están allí y no pueden abandonar el punto de trabajo, los voluntarios se encargan de que no les falta de nada. Una vez se estabiliza la situación, se empiezan a autogestionar, pero de una primera tacada está pensado para que no tengan que parar; es una respuesta inmediata”, explica Romero.

“En Balmaseda se nos terminaron el café, los bocadillos, el agua... No paramos en esos días”

Elisa Nespral - Voluntaria de la Cruz Roja

Y cuando dice inmediata, es inmediata; en una hora pueden estar en cualquier punto de Bizkaia. En cuanto reciben el aviso de que quizá tengan que intervenir, preguntan en el grupo de wasap que componen más de un centenar de voluntarios quiénes están disponibles para actuar en caso de ser necesario. Una vez que SOS Deiak les reclama, movilizan a los disponibles para acudir al lugar. A Elisa Nespral el aviso del incendio de Balmaseda le pilló en Portaventura; era domingo y tenía previsto regresar ese mismo día a casa. “Pero en vista de lo que estaba ocurriendo adelantamos la salida y para las 8 de la tarde ya estaba allí, aunque mis compañeros ya habían llegado horas antes, a mediodía”, echa la vista atrás. Fueron dos días muy intensos, en los que ella se encargó del turno de noche hasta que el martes por la mañana, cuando el fuego estaba ya controlado, pudieron bajar la persiana. “No paramos; tuvimos que avisar a la empresa que nos dona el café porque se nos terminó, también a la que le compramos los bocadillos para que nos enviaran todo lo que tuvieran en el almacén e incluso entramos a un supermercado que estaba cerrado en Balmaseda y arrasamos con todas las baldas de agua y bebidas isotónicas”, comparte. 

Todo en este equipo funciona como un reloj porque en esas situaciones no hay tiempo que perder: antes cargaban con lomo fileteado que les preparaba una carnicería de Zalla les llamaran a la hora que les llamaran, pero se dieron cuenta de que mucho producto se caducaba antes de que pudieran utilizarlo. Y una vez en el lugar de la emergencia había que cortar el pan, calentar la plancha, freír los filetes... Así lo hicieron tras el derrumbe de Zaldibar. “Se demoraba demasiado”, admite Elisa. Ahora recurren a bocadillos congelados que pueden tener listos en pocos minutos en el horno con el que está equipada la furgoneta y que permite preparar hasta cuarenta a la vez. El caldo lo tienen a punto con un preparado en polvo, porque los bricks ya listos pesaban muchísimo, y lo mismo con el café, que hacen con cápsulas.

Cuando reciben el aviso, cargan todo lo necesario en el foodtruck y salen para el lugar. Aunque les notifican a cuántos efectivos tienen que alimentar, Elisa admite que siempre le gusta llevar algunos kits de más “por aquello del por si acaso”. Todos voluntarios, trabajan de tres en tres dentro del vehículo, en turnos que intentan que no sobrepasen las ocho horas, “aunque lo ideal son seis como máximo”. En el incendio de Balmaseda medio centenar de ellos se encargaron de que a los equipos de emergencia no les faltara de nada. En la mayoría de los casos son ellos, los efectivos, los que se acercan a la ventanilla a recoger su kit, pero en el fuego de hace un año también hubo que hacérselos llegar a las brigadas que trabajaban en las zonas más alejadas.