Los delitos de odio perpetrados contra el colectivo LGTBI en Bizkaia han experimentado un pronunciado repunte en los últimos cinco años. Al menos, este es el escenario que dibujan los últimos informes sobre la materia elaborados por la Ertzaintza. El último recoge que fueron 96 las agresiones registradas en 2022 en Euskadi, de las cuales 61 –casi el 64%– tuvieron Bizkaia como escenario luctuoso, al ser éste el territorio con mayor densidad poblacional.  

En cualquier caso, son 23 más que las identificadas en 2021. Además, según las fuentes de la Policía Autónoma a las que este diario ha tenido acceso, hasta julio de este año se ha tenido constancia de 46 delitos de odio motivados por la identidad o la orientación sexual de las personas afectadas. De éstas, el Cuerpo resalta que cuatro “han tenido como víctimas” a parejas homosexuales; tres han sido perpetradas contra menores trans; una contra una pareja de mujeres, que se definieron como lesbianas; y la última se ha tratado de una agresión sexual contra un varón. 

"La Ertzaintza informa sobre el número de delitos que se denuncian, no sobre los que se producen. Seguramente habrá muchos más que no se reportan”

Aratz Castro - Coordinador de Bilbao Bizkaia Harro

“Sobre los datos que traslada este informe, hay algo a tener en cuenta. La Ertzaintza informa sobre el número de delitos que se denuncian, no sobre los que se producen. Seguramente habrá muchos más que no se reportan”, apunta Aratz Castro, coordinador de Bilbao Bizkaia Harro, el festival del Orgullo del territorio histórico. Los datos de FELGTBI+ (la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y Más, corroboran su opinión. 

En su último informe la entidad destaca el nivel de infra denuncia que existe en el colectivo. A pesar de que casi el 30% de las personas que lo integran ha sufrido acoso, no reportan lo ocurrido a las autoridades. Sólo lo hace un 20%. Entre otras razones, las personas entrevistadas para obtener la muestra alegaron que denunciar no sirve de nada porque no tiene efectos tangibles. 

Para Castro ésta es una cuestión relevante. Subraya que el recorrido judicial que tiene una determinada denuncia –esto es, “si termina en condena delictiva o no”– es algo a analizar con detenimiento.  A su vez, también cree importante subrayar la necesidad de determinar cuántas de éstas son incidentes y cuántas podrían tener “reproche penal”. "Son temas importantes, porque me temo que no todo lo que la Ertzaintza califica como delito de odio acaba generando una sentencia”, explica. Al politólogo bilbaino también le preocupa qué ocurre con todos aquellos incidentes de odio que no se sustentan en un delito. “Tendríamos que empezar a dar una respuesta jurídica clara a este tipo de situaciones”, sentencia.

Un futuro arcoíris

Por otro lado, considera que, aunque la curva de agresiones marque una clara tendencia ascendente, hay motivos para encarar esta realidad con optimismo. Enumera tres factores para fundamentar su postura. El primero es que las personas LGTBI han pasado de naturalizar la violencia a denunciar las vulneraciones a sus derechos humanos. “Existe un mayor nivel de conciencia, pero también hay hartazgo. No queremos aceptar situaciones que no deben producirse”, advierte. 

El segundo es la sensación, a su juicio generalizada, de que el sistema policial y el entramado jurídico responden a las agresiones. “Percibo un mayor de confianza en las instituciones y en que la denuncia vaya a tener un recorrido, aunque no siempre lo tiene”, reconoce. Por último, el tercero de los factores que menciona Castro que invitan a dibujar un escenario esperanzador es la mayor conciencia social. 

Asevera que la vizcaina es una sociedad madura que no tolera los ataques contra la integridad del colectivo. “Mi opinión es que Bizkaia, Euskadi e incluso el Estado son territorios amables con el colectivo LGTBI. Eso no quiere decir que no se produzcan situaciones violentas, pero a nivel normativo se reconocen muchos derechos que en otros Estados no existen. Y eso hay que ponerlo en valor para no generar alarma”, subraya. 

En ese sentido, Castro considera oportuno destacar que Euskadi fue una de las primeras Comunidades Autónomas en generar un marco jurídico propicio para las personas trans. “Todo ese recorrido crea un entorno seguro. Cuando se producen un montón de solicitudes de asilo por orientación sexual es porque entendemos que el espacio es seguro”, señala con ímpetu el coordinador de Bilbao Bizkaia Harro. 

“El gobierno –de Serbia– prohibió la marcha aduciendo que no podían garantizar nuestra seguridad”

El contexto cambia de manera radical en otros países de Europa. Castro recuerda el sabor agridulce con el que volvió del Europride el año pasado. Se celebró en Serbia y estuvo sazonado con altas dosis de incertidumbre. “El gobierno prohibió la marcha aduciendo que no podían garantizar nuestra seguridad”, recuerda. Gracias a la presión ejercida por las instituciones europeas, las embajadas de ciertos Estados y el propio empuje del movimiento LGTBI, acabó celebrándose. 

El formato que tenemos aquí, que es muy criticado por algunos sectores –las asociaciones de carácter anticapitalista argumentan que Bilbao Bizkaia Harro mercantiliza el Día del Orgullo– es fundamental allí”, destaca. Entre otras cosas, porque las autoridades tuvieron que mover el escenario de un parque a un estadio de fútbol. La bombonera tuvo que ser cercada por la policía para garantizar la seguridad de los asistentes, amenazados por grupos de extrema derecha. 

A la ultraderecha, precisamente, se le achaca el auge de los delitos de odio en Bizkaia. Así lo creen figuras como Ikoitz Arrese Otegi, parlamentario de EH Bidu por el territorio en Gasteiz. “Los discursos de odio han cogido carácter político, y eso es peligroso”, advierte. Castro, por el contrario, alega que su incidencia en suelo vizcaino es nula, y en Euskadi testimonial. “No niego que en algunos casos tengan algo que ver, pero no creo que sea la razón mayoritaria”, opina. 

Hasta el 70% de las personas LGTBI oculta su identidad en el trabajo

En otro orden de ideas, el coordinador el Orgullo LGTBI de Bizkaia apunta que la educación en valores desde la infancia es el mejor revulsivo contra el odio al diferente. Sin embargo, considera que las iniciativas formativas deben transversalizarse con el fin de generar espacios seguros en todos los ámbitos de la sociedad. Y es que aún hay determinados espacios en los que, según Castro, queda un largo camino por recorrer. Uno de ellos es de la empresa. 

“Hasta el 70% de las personas LGTBI ocultan su identidad en el trabajo. Y eso significa que hay miedo”, señala. Añade que, independientemente de si el entorno es verdaderamente hostil o no, los datos ponen de relieve que las personas no heterosexuales lo perciben con adversidad. "Tenemos que generar un clima de confianza para hacer entender a las personas LGTBI que no tienen por qué ocultarse. Seguramente, lo percibimos de esta manera porque vivimos con desconfianza”, expone. 

También valora que es fundamental que los agentes de los cuerpos de la Ertzaintza y de las policías locales reciban una formación específica para abordar con eficacia y, sobre todo, con la mayor de las diligencias los delitos de odio propiciados por la identidad o la orientación sexual de las personas. “Un robo no es lo mismo que una agresión. Por eso, hay que formar en valores a los agentes”, comenta. 

Quienes más denuncian, los hombres homosexuales

Entre las personas que más se acercan a denunciar a las sedes policiales, destacan los hombres gays. Al menos, esta es la percepción del politólogo. “No dispongo de datos que lo corroboren, pero así lo percibo yo”, reconoce. Sin embargo, apostilla que “esto no quiere decir que sean los más agredidos”. Además, también señala que hay determinadas siglas del colectivo que son especialmente castigadas a nivel social, aunque los ataques que se perpetran contra ellas no estén tipificadas como un delito en el código penal. “Las personas bisexuales están expuestas a una violencia simbólica muy relevante. Siempre se les dice que están en medio de la carretera, que no tienen clara su identidad etc. Y esto es violencia”, asevera Castro.

 Lo mismo ocurre, a su juicio, con las personas intersexuales. Son aquellas que pueden poseer vulva y vagina y carecer de útero y ovarios. Esto es, las que poseen una corporalidad distinta que no se adecua al esquema hombre-mujer. “Durante mucho tiempo se ha considerado que tenían una disfunción genética y que, por lo tanto, había que recolocar cuando no es así –explica–. Creo que, en fondo, el colectivo LGTBI está conformado por quienes desafiamos la norma”, reflexiona. Eso sí, admite que la norma es cada vez más amplia y confía en que se sigan ensanchando derechos .