El empuje de las olas y su golpeo constante en la costa es una fuerza inexorable que arrambla con todo, incluso con los mayores y densos obstáculos construidos por el hombre. Es lo que ha pasado con el muro de contención que se levantó hace ya algo más de medio siglo para proteger del mar las instalaciones de la central nuclear de Lemoiz que se construyeron en la cala de Basordas y que nunca se puso en marcha.

Un farallón de dimensiones gigantescas se eleva hasta 18 metros (como un bloque residencial de 6 alturas) a lo largo de 300 metros de longitud asentándose sobre roca natural con una gran base de hormigón y protegido desde el mar con decenas y decenas de bloques paralelepípedos de piedra caliza, tan comúnmente utilizados para proteger los muelles en los puertos deportivos y de mercancías.

Estos inmensos sillares de caliza extraídos en cantera, de entre 20 y 25 toneladas de peso, fueron depositados en la base del muro a mediados de los años 70 del siglo pasado. En su conjunto alcanzan una altura superior de seis metros por encima del agua y antaño se colocaron en forma de talud a lo largo de 60 metros entrando en el mar con lo que alcanzaron una profundidad aproximada de 6,5 metros con respecto a la bajamar máxima media que se registra cada año en esta costa. 

LA CIFRA: 230 

Son los metros de la base del muro que se reforzarán dejando el resto hasta llegar a los 300 como está debido a su buen estado.

Pues incluso con ese peso y la gran cantidad de bloques de caliza utilizados, el paso del tiempo y la fuerza de las olas han ido puliendo multitud de ellos y moviendo varias decenas más. Con ello se han creado tres zonas a lo largo del muro donde han desaparecido coincidiendo con las áreas de mayor calado. Esta mayor profundidad del mar permite que la altura de las olas sea mayor y, por tanto, golpee con más fuerza y produzca mayores daños sobre todo en el manto de protección, la parte baja del dique mientras el propio espaldón o muro en altura se encuentra en buen estado. 

Estas tres zonas se ubican en los 200 metros de lado derecho del muro mirando hacia al mar, mientras que el restante centenar de metros de la zona izquierda se hallan en un aceptable estado de conservación, incluso los grandes cubos depositados en el mar. 

Todo lo contrario que los de las zonas críticas donde se han documentado varios bloques redondeados y reducidos a la mínima expresión debido a la acción incesante del oleaje y al golpeo entre ellos mismos, con las rocas naturales y el propio dique. 

Así lo recoge un estudio encargado por la empresa pública Sprilur, dependiente del Gobierno vasco, y responsable de las instalaciones de la vieja central nuclear cuyos edificios y depósitos se encuentran a la espera de un uso futuro.

Pero para que pueda darse ese escenario de rehabilitación es necesario contar con un muro seguro por lo que Sprilur ha sacado a concurso el refuerzo de este dique o espaldón por un coste de algo más de 2,6 millones de euros IVA incluido. 

La fecha límite para la recepción de ofertas está prevista para finales de septiembre y una vez resuelto el proceso de adjudicación, estimado para mediados de noviembre, la sociedad pública vasca iniciaría las obras de refuerzo del dique en el último mes del año. Con una previsión de ejecución de siete meses, concluirían a mediados de 2024.

Seguridad para el futuro uso

El informe técnico especifica cómo el objetivo de los trabajos es garantizar su estabilidad frente al oleaje que golpea cada día, contribuyendo así a que las futuras actividades que se puedan implantar lo hagan en unas condiciones de mayor seguridad.

Para acometer esta obra se ha estudiado el comportamiento del oleaje, desde aguas profundas hasta pie de obra, en una alineación de 60 metros hacia el mar abierto respecto a la base del gran muro y en un periodo de retorno de hasta 238 años. Incluso el proyecto especifica que “se ha considerado el efecto del cambio climático en el nivel del mar”, siendo este de 5,37 metros sobre la altura del Puerto de Bilbao añadiendo 20 centímetros más de altura por la mencionada causa climática.

Con todos estos estudios efectuados se ha concretado un proyecto para el refuerzo del talud exterior del dique a lo largo de un total de 230 metros mediante la colocación de un total de 415 bloques de hormigón de alta densidad lo que supondrá que cada uno sume 45 toneladas de peso.

Estas moles serán fabricadas allí mismo, cerca del espaldón ya que en las instalaciones de la abortada central nuclear hay espacio para una zona de trabajo de 9.500 metros cuadrados. En la misma, se habilitarán 35 moldes para crear los bloques, con un rendimiento de siete unidades al día. La previsión es que el suministro de hormigón llegue de plantas cercanas a Lemoiz.

Una vez finalizados los cubos, que serán enriquecidos con áridos de siderurgia para darles mayor densidad y aguante, una grúa de orugas de 600 toneladas de capacidad será la que colocará cada uno de ellos en su lugar. Maniobras delicadas ya que la máquina tiene que contar con una larga pluma para salvar la altura del muro de contención y depositar las piezas hasta los 52 metros de largo en sumergido que se prevé colocar los bloques más alejados debajo del agua.

AL DETALLE

Estudio. Detalle del deterioro  

Un informe técnico ha servido para detectar el deterioro de la parte inferior del gran muro y la necesidad de reforzarlo en casi dos tercios de su longitud. 

Cambio climático. Más altura prevista 

Las previsión de colocación de los nuevos bloques ha tenido en cuenta incluso la sobre elevación del nivel del mar con la llegada del cambio climático. 

Medio siglo. Un muro con muchos embates

El dique o espaldón de 18 metros de altura y la base sobre la que se asienta, con los cubos de protección, datan de los años 70 del pasado siglo.