Esta preciosa cueva con pórtico rectangular de unos 20 x 20 metros es la morada de Mari, la Dama de Anboto. Nos visita en Gorbeia hospedándose en Orozko, en el Hotel Itzina, lugar al que sólo llegamos los montañeros. Se entra en silencio, como dicta la leyenda, hacia atrás. Tiene un desnivel de 50 metros y un desarrollo de 1.300 metros.

Juan Manuel Etxebarria y Anuntzi Arana son los que más han profundizado sobre el lugar y también acerca de la diosa vasca. Con ellos podemos interpretar mejor a esta señora, que seguro sería un fenómeno atmosférico. Jose Miguel de Barandiaran, en una visita que hizo a Orozko a principios del siglo XX, recogió datos de la cueva que después publicó.

Dibujo de Miguel Ibarretxe.

Según me cuenta Etxebarria (catedrático de Euskera y etnolingüista) un informante de Zeberio le dijo que la Señora de Anboto, por primavera, suele ir en volandas de esta cueva a la de Urkiola, dejando una estela de fuego. Allí está hasta que acaban las cosechas y hacia el invierno vuelve a Itzina para invernar. Y así cada año durante tantos años como granos de trigo tiene una fanega.

Según otro informante de Orozko, cuando la gente tenía que resolver un enigma, acudía a Supelegor para consultar a la Señora de Anboto la causa y solución. Cuando se entraba en la cueva con velas encendidas, y estas se apagaban, había que retroceder porque era el aviso de peligro.

Dice una cita antigua y anterior a las mediciones métricas (mediados del XIX), que la boca de la cueva es tan grande que 27 caballos pueden entrar juntos en ella. Llevé a un grupo de montañeros de Ezcaray (La Rioja) al lugar y les puse juntos, parecían yeguas. Así medimos el lugar.

Me cuenta el geodivulgador Iñaki García Pascual que Itzina es un arrecife de coral fósil. Asemeja a un Arca de Noé pétrea, con su fauna extinta a bordo, tal cual era hace más de 100 millones de años. Mari se durmió al arrullo de las olas en el arrecife aún vivo, y cuando despertó, ya estaba convertido en roca y con sus aposentos subterráneos preparados.

Yo creo que tanto Supelegor, como Itzina en su conjunto (solo tiene 4,5 kilómetros cuadrados), son el lugar de mayor concentración de leyendas en suelo vasco. Casi todas hablan de Mari, de los gentiles, lamias, de toros que lanzan fuego por la boca y narices, vacas, pastores, rayos y truenos.