Allí es donde jugábamos nosotros. Las niñas estaban en esta otra parte”. “Mira, todavía está la caseta. Recuerdo que tenían unas vacas”. “Aquí se daban palizas de pantalón largo”. Joseba Imanol Ibarra y José Ramón Blázquez se adentran en los jardines de su memoria según avanzan, entre árboles desnudos, hacia la Casa de Misericordia de Bilbao, donde los dos sufrieron abusos sexuales en los inicios de los 60 por parte del canónigo que dirigía este asilo para menores huérfanos o sin hogar.

Llueve a cántaros, pero sus terribles vivencias no se diluyen. “Los recuerdos son permanentes. Ninguno de nosotros puede olvidar, aunque yo tuve suerte. Otros niños no lo superaron, acabaron drogándose, delinquiendo...”, lamenta José Ramón.

“Ninguno de nosotros puede olvidar. Hubo niños que no lo superaron, uno se suicidó y otros acabaron drogándose, delinquiendo...”

José Ramón Blázquez - Víctima de abusos en La Misericordia

Remover estas “infancias rotas” en mil pedazos duele, pero ambos asumieron con valentía ese riesgo y denunciaron sus casos ante la Diócesis de Bilbao, que ha presentado esta semana los resultados de su investigación. “He tenido que volver a recordar cosas, pero lo doy por bien empleado porque, por lo menos, se han sacado a la luz estos hechos tan deleznables que no solo me afectaban a mí, sino a cantidad de compañeros, muchos de ellos ya fallecidos. Me da mucha pena porque estoy seguro de que estarían hoy aquí con nosotros para condenar estos abusos”, asegura Joseba, que los lleva siempre consigo. “Me acuerdo de los niños que ya no están y, sobre todo, de uno que se suicidó yo creo que por los abusos que sufrió por parte del director”, se duele.

Joseba Imanol Ibarra y José Ramón Blázquez, víctimas de abusos sexuales, conversan junto a la Casa de Misericordia de Bilbao Borja Guerrero

Joseba y José Ramón conversan junto al imponente edificio resguardados del aguacero bajo un paraguas. De niños no tenían dónde refugiarse. “Los de la Misericordia éramos más pobres que los otros niños, que tenían familiares que los llevaban a esos centros y podían quejarse, pero nosotros ¿a quién le podíamos decir si no teníamos un familiar que vendría y la Junta de Caridad que había aquí no investigó nunca nada? Nuestro desamparo era total”, censura Joseba, las palabras hilvanadas por la impotencia y la rabia.

“Me río yo de la protección. Al final fuimos masacrados de forma indiscriminada”

Joseba Imanol Ibarra - Víctima de abusos sexuales

“Éramos niños protegidos por la Diputación, pero me río yo de la protección. Al final fuimos masacrados indiscriminadamente por un depredador, que era el director que había en esa época”, reitera Joseba, que sufrió “los abusos más fuertes cuando tenía entre 10 y 11 años”.

“El delincuente de más rango”

Ha transcurrido más de medio siglo, pero “en el corazón de esos cientos de niños”, recalcan, “persiste aquella brutal historia y la cara y el nombre” de su agresor. “No era solo sacerdote. Era canónigo deán de la catedral de Bilbao, el cargo eclesiástico de mayor rango entre todos los delincuentes sexuales señalados en las denuncias que obran en poder del Obispado”, destaca José Ramón.

Dadas las “especiales circunstancias” que concurren en el caso de La Misericordia -la mayor vulnerabilidad de las víctimas al carecer de “un entorno afectivo” y la entidad de su abusador-, ambos manifiestan su “rechazo e indignación” por el hecho de que el Obispado presentara el pasado miércoles el informe sobre los abusos cometidos en este centro “junto con otros, incluido el relativo al Seminario de Derio, de tal manera que en esta generalización de los sucesos queda diluida y rebajada la identidad de lo ocurrido en aquel asilo de beneficencia. Su propósito ha sido crear un totum revolutum”.

De hecho, censura José Ramón, “no se dijo nada de nuestro agresor, que era, por así decirlo, un viceobispo de Bilbao”. “Es imperdonable que no se haya hecho hincapié en este caso”, expresa su enfado este hombre, que estuvo interno desde 1958 a 1968. “Yo no tuve infancia, ni adolescencia, ni una parte de la juventud. Estuve diez años encerrado porque el azar me hizo nacer en una familia pobre que no podía cuidar a sus hijos y entonces la opción era internarlos en estos centros”, relata.

“Varios capellanes conocían los hechos”

Como “víctimas del horror de la pederastia, que al amparo de la dictadura cometieron sacerdotes católicos en las décadas de los 60 y 70”, Joseba y José Ramón lamentan que en la presentación pública de dichos estudios no se hiciera referencia a la “complicidad” de quienes eran conocedores de los abusos y miraron hacia otro lado.

“La Iglesia no ha reconocido una cosa trascendental en este caso de La Misericordia y es que había varios capellanes, además de profesores, monjas y demás personal, que conocían los hechos de primera mano. Lo sabía todo el mundo, era un secreto a voces y, sin embargo, callaron. No tuvieron la caridad de hacerlo llegar a las autoridades eclesiásticas y civiles”, reprueban y se preguntan “qué habría ocurrido si esos sacerdotes y adultos hubieran denunciado que se estaban produciendo abusos sexuales por parte del director”.

"Me parece una vejación para las víctimas que se haya ignorado la complicidad de la Iglesia y de otros adultos"

José Ramón Blázquez - Víctima de abusos

“Probablemente habrían acabado, pero no lo hicieron. La Iglesia de Bilbao fue cómplice de aquellos atropellos y su silencio permitió que aquel depredador de niños mantuviera sus prácticas durante más y más años. ¿Por qué la Iglesia no ha reconocido que otros sacerdotes que no fueron abusadores no hicieron nada para parar aquello? Me parece una vejación para las víctimas que se haya ignorado la complicidad de la Iglesia y de otros adultos”, condena dolido José Ramón.

"Era un secreto a voces y callaron. Ahora nos piden perdón. No, lo que tienen que hacer es reparar"

José Ramón Blázquez - Víctima de abusos

“A mí lo que más rabia me da es que encima nos decían que rezáramos, como si rezar nos fuera a librar del abuso”, interviene indignado Joseba, que de niño, entre llantos, le contó en confesión a otro sacerdote de La Misericordia las agresiones sexuales que estaba sufriendo y como penitencia le mandó orar.

“Era una dictadura religiosa”, contextualiza José Ramón. “En aquella época un sacerdote era intocable. Por lo tanto, eso ocurrió y no se hizo nada, pero debería haberse hecho y ese defecto de la Iglesia no tiene reparación porque no era ya una persona individual, era la Iglesia en su conjunto la que lo permitió. Y ahora nos vienen pidiendo perdón. No, perdón no. Lo que tienen que hacer es reparar”, reclama.

“Tardías peticiones de perdón”

Molestos por las “omisiones” de antaño y las actuales, estas dos víctimas subrayan que “de esa complicidad no se habló en el acto vergonzante de la Comisión para la protección de menores y prevención de abusos sexuales de la Diócesis de Bilbao, en el que no faltaron las recurrentes y tardías peticiones de perdón. ¿Van a redimir sus culpas en la ceremonia de oración anunciada para finales de mes? Ni siquiera se mencionó el nombre del delincuente, amparándose en la ley de Protección de Datos”, lamentan.

“El acto de la Comisión fue vergonzante. Ni se mencionó el nombre del delincuente. ¿Van a redimir sus culpas en la ceremonia de oración?”

En su opinión, la comparecencia ante los medios del director de la Comisión, Carlos Olabarri, fue “un acto protocolario sin invitados, como los autores de los informes y víctimas señaladas, cuasi clandestino, formal y rápido, como si se quisiera huir con urgencia de la responsabilidad que tuvo la Iglesia en aquellos abusos”, interpretan.

"Sabemos que fueron cientos"

En el caso de La Misericordia revivieron sus duras experiencias para contribuir con esta investigación cinco víctimas. “No nos ha extrañado que solo un puñado de chicos abusados hayan dado su testimonio. Sabemos por vivencia directa que fueron cientos. Los niños nos contábamos la verdad de lo que allí ocurría, pero el miedo, la vergüenza y el impulso de querer olvidar han impedido que más se hayan atrevido a contar su caso”, explican.

Joseba dio un paso al frente tras consultarlo con su familia. “Lo tenía más o menos oculto y ellos me animaron: Si te vas a sentir bien y sirve para que otros compañeros se atrevan a denunciarlo, hazlo”, recuerda.

También José Ramón relató su maltrecha infancia. “La Misericordia nos quitó más de lo que nos dio. Aprendimos con dolor y humillaciones lo que significaba ser pobres. Cuando salimos de aquí todos intentamos lo mismo: olvidar, tener una vida, superar lo que nos pasó y así lo hicimos, aunque eso permanece en la memoria”, atestigua José Ramón, que se ha preguntado muchas veces de qué manera le condicionó la vida. “Pues decisivamente. ¿Hasta qué punto? No lo sé, pero me doy gracias a mí mismo por haber tenido la capacidad de superarlo que otros no tuvieron. Siempre digo que un niño es una máquina de vivir. Lo pueden machacar, golpear, hacer todo lo que sea, pero siempre querrá vivir, siempre querrá salir adelante”.