Xabier Olabarri (Bilbao, 1998) puede ser uno de los líderes de nuestro futuro. Desde el Instituto de Lasalle a estudiar ADE+Derecho en Esade en Barcelona y a formar parte del programa Jóvenes Líderes Iberoamericanos de la Fundación Carolina. Olabarri jamás imaginó que llegaría hasta donde está. Y es que este joven de 24 años, vecino de San Inazio, no procede de una prestigiosa línea de abogados, ni falta que le hace. Su madre ha trabajado arduamente en campos y casas para sacar a su familia adelante, mientras que su padre, que padece ceguera, vendía cupones de la ONCE. Es por ello que este prometedor futuro abogado no le da importancia a sus notas ni a su extenso currículum. Vive por el trabajo duro y el esfuerzo, valores que le ha inculcado un núcleo fundamental en su vida: su familia. 

Obtuvo premios de música clásica durante su adolescencia, logros que compaginó con una media redonda de 10 en Bachillerato, que le dio el pase de oro a una beca para la universidad privada de Esade en Barcelona, donde ha cursado un Máster de Derecho a la Abogacía y Derecho Internacional. Con este perfil consiguió entrar entre 1.200 personas en el programa Jóvenes Líderes Iberoamericanos de la Fundación Carolina, destinado a jóvenes comprometidos en la Agenda 2030, donde tuvo la oportunidad de fomentar debates en diversas instituciones, entre ellas el Ayuntamiento de Bilbao. Allí, asegura sonriente, pudo hacer de “guía turístico” y poner en el mapa a Bilbao. “Para mí fue una ocasión de presentarles mi ciudad, mi realidad y que pudieran llevarse un trocito de Euskadi”, resumía.

En septiembre entrará de prácticas en un bufete de abogados de Madrid. Una oportunidad que se le presenta como una continuidad hacia su futuro laboral. Todavía tiene mucho por delante. “Quiero ponerme a prueba” afirma decidido. Aun así, espera volver a Bilbao en un futuro y cuando lo haga, será para “volver con la mochila cargada de experiencias y nuevas ideas”. 

Ha estudiado ADE+Derecho y está cursando un Máster de Derecho a la Abogacía y Derecho Internacional de los Negocios en Esade. Sin embargo, en su momento estuvo vinculado al mundo de la música clásica. ¿Por qué eligió este camino?

Desde pequeño siempre he tenido vocación por la música clásica. Mi padre me enseñó a tocar algunas partituras. A partir de ahí decidí cursar los grados previos antes de profesionalizarme. Pero en mi caso no me decanté por la Música porque encontraba que salir adelante por ahí era difícil. Mi otra vocación por el Derecho viene relacionada con la ceguera de mi aita. Él lleva vendiendo cupones de la ONCE toda la vida, hasta que un día decidió solicitar la condición de invalidez a la Seguridad Social. Cuando se la adjudicaron, tras un largo proceso, yo tenía 12 o 13 años. Leí el volante delante suyo, que contenía muchos términos jurídicos que no entendía, pero vimos que lo habíamos conseguido. Al ver la cara de felicidad de mi aita supe que quería saber más. 

¿Cómo afrontó el traslado a Barcelona para cursar sus estudios? 

La universidad me ofrecía un doble grado, que era lo que quería cursar, y una beca del 90% por mi expediente de Bachillerato. Es decir, casi todos los gastos pagados. Tenía muy claro que quería afrontar un reto: vivir en un ambiente internacional, conocer gente nueva… Al principio fue duro, eso sí. Tuve un poco el síndrome del impostor, que no merecía estar ahí...

¿Y ha sido una sensación recurrente?

Sí. Te pongo un ejemplo. Cuando me iba a presentar a los Premios Extraordinarios de Bachillerato de Bizkaia estuve a punto de no realizar el examen porque veía a gente que parecía mucho más capaz que yo. Lo mismo ocurrió cuando solicité el plazo a la universidad. Allí me tocó luchar un poco con la sensación de que no encajaba porque mis recursos eran distintos. Me ha tocado expresar mucho los No puedo ir a esta fiesta, No me puedo permitir este sitio… Pero al final he hecho una red de amistades muy potentes. 

¿Cuál ha sido su punto de apoyo? 

Sobre todo, quiero dar reconocimiento a mis padres por todo lo que han hecho por mí. La capacidad lógica y racional viene dada por relacionarme mucho con ellos. Son la fuerza que me motiva.

Su trayectoria académica está marcada por dobles: doble grado, doble máster…. ¿Son necesarias las dobles titulaciones hoy en día o existe mucha ‘titulitis’?

Existe la titulitis, sí. Es lo que nos venden: cuantos más títulos tengas parece que mejor eres. Hay un exceso de personas que tenemos muchos títulos cuando muchas empresas necesitan plantillas con formación profesional. Nada más lejos de la realidad. El formato de Formación Dual que está impulsando Euskadi está siendo un modelo muy seguido por el Estado y Europa precisamente por eso. En mi caso he tenido la suerte de haber estudiado lo que me apasiona.

Fue seleccionado entre 1.200 personas para un programa de Liderazgo Latinoamericano por la Fundación Carolina...

En este programa estuvimos 25 personas procedentes de aquí y de América Latina de diversos ámbitos profesionales que hayan destacado por su trayectoria académica y su implicación en la Agenda 2030. Asistimos a distintas instituciones para realizar ponencias, conferencias y pequeños almuerzos con personas de interés y responsables de empresas que nos comentaban qué hacían cada uno en sus ámbitos competentes y qué proyectos iban a abordar en los próximos años. Sobre todo nos centramos en la transición ecológica, la transición digital, la aproximación de las tecnologías a áreas más rurales, y los obstáculos y beneficios de los procesos de integración en América Latina. 

Y visitaron Bilbao...

Sí, me gustó mucho hacer de agente turístico. Fue una ocasión de presentarles mi ciudad, mi realidad y que pudieran llevarse un trocito de Euskadi. Que supieran que Bilbao está ahí.

Tras finalizar este programa ahora en septiembre se embarca en unas prácticas en un bufete de Madrid. ¿Volverá a Bilbao?

Tengo claro que volveré. Soy de aquí de toda la vida, del Athletic desde siempre. Lo que no sé es cuándo. Quiero explorar mis límites. De todas formas creo que existe un estigma cuando te vas fuera de Euskadi a trabajar o a estudiar. En el momento que te vas puedes exportar la marca Euskadi de manera positiva haciendo buenas conexiones y trabajando bien. Tengo por delante 40 años de vida laboral, que en un futuro puede que los invierta aquí con la mochila cargada de experiencias e ideas.

¿Los jóvenes se van para ganar experiencia o tenemos que retener el talento desde el principio?

Las dos cosas. Como he dicho, si una persona se va por ejemplo a Alemania podrá volver con nuevas formas de trabajar que aporten aquí y no debemos cerrarle las puertas. Y al que se quiera quedar ofrecerle unas buenas condiciones. En este sentido las instituciones tendrían que hacer un mayor seguimiento de quién se va y quién se queda. Tenemos que exportar e importar más talento en Euskadi. Bizkaia Talent, por ejemplo, es una buena iniciativa, pero como todo siempre se puede mejorar.

¿Qué aptitudes necesitan desarrollar los jóvenes para el liderazgo?

Quiero destacar la importancia de imponerse al síndrome del impostor, de creernos merecedores de nuestros propios éxitos y creer en uno mismo. Manteniendo siempre por supuesto, la humildad. Si triunfas y te relajas pierdes lo que te ha llevado hasta aquí: el esfuerzo y el trato con la gente. Y por último, merece más la pena que te valoren en un equipo por lo que aportas emocionalmente que por ser un crack. No es rodearse de los mejores, sino de las mejores personas.