Los expertos lo señalan sin tapujos. Sin caer en el alarmismo pero advirtiendo que la situación no es la más idónea. No llega a alcanzar un estado de alarma para su supervivencia en la que tengan que tomarse medidas excepcionales para su conservación, pero los datos no son nada halagüeños. “Debido al acusado declive poblacional, el actual estado de conservación de la especie en el territorio es desfavorable”, advierten. Es una tendencia que también se ha observado en otras zonas del Estado, como las Baleares. En todo caso, “sería consecuencia de un proceso demográfico natural, por el que la población ha ajustado su tamaño a un escenario novedoso, definido por una disminución considerable de un recurso trófico clave de origen humano”, aluden.

Y en un principio, es una situación que parece que se mantendrá en el tiempo. “Ante la desaparición total de vertederos en la región, es muy posible que el actual declive continúe durante algunos años más”. Lo que no se sabe a ciencia cierta es qué ocurrirá con las gaviotas patiamarillas en un futuro a largo plazo, si las zonas del litoral seguirán sin verlas en sus puertos.

“A futuro es previsible que tal descenso poblacional continúe, posiblemente en Bizkaia y, desde luego, en Gipuzkoa, debido al cierre previsto de los vertederos que aún quedan en la zona y a los que acuden a alimentarse las gaviotas más orientales de la costa vasca”, apuntan. Se trata de los vertederos de Zaluaga, en Pirineos Atlánticos (Francia), Sasieta (Beasain, Gipuzkoa) y Zabalgarbi (Alonsotegi, Bizkaia). Estos tres puntos, donde se gestionan los residuos, “siguen tratando basura orgánica”, aunque en cantidad inferior a la de tiempos pasados y, además, “hay que destacar que ésta es cubierta rápidamente”, lo que a veces impide que la especie llegue sin problemas -y rápidamente- a su principal fuente de a alimentación. Así pues, y aunque en menor cantidad que en la década anterior, las gaviotas todavía acuden a estos tres vertederos. Así que todo indica que estas aves tendrán todavía una oportunidad.

En zonas naturales. Según los expertos, “no conviene intervenir en colonias ubicadas en sustrato natural o en zonas donde no molesten”. Es el caso de la central nuclear de Lemoiz.

En zonas urbanas. “Es importante evitar la existencia de restos de comida en núcleos urbanos”. Los pueblos con una cantidad suficiente de restos de comida (en contenedores abiertos, papeleras, etc.) podrían llegar a acoger nuevas colonias, “pequeñas, pero dispersas”.