Sasha y Masha son de Kiev. Suben las escaleras del restaurante solidario Taberna Zarra de Abadiño. Pasan al lado de una reproducción del cuadro Guernica, de Picasso. Estas hermanas desconocen que, a dos kilómetros, la población de Durango sufrió el primer bombardeo de Europa, en 1937. Ocurrió 85 años antes de que ellas también hayan sobrevivido a los ataques aéreos rusos sobre la capital de Ucrania.

Viajan desde hace tres jornadas en un mismo autocar junto a otras 43 personas, gatos y perros. "Llevamos diez días en autobús, desde que salimos de Kiev", declaran en un correcto castellano y resoplan de cansancio al lado de su madre, abuela y hermano menor. "Nuestro padre murió hace tiempo y nuestro hermano mayor está en Alemania a salvo", apostilla tranquila Sasha de adultos 17 años y estudiante de fotografía.

El autocar ha estacionado por unas horas en Matiena. Un vecino de Durango que había escuchado en el programa de radio 'La jungla', de Abellán, ha sido quien se ha desvivido para ofrecerles una comida a quienes tienen su meta en el colegio San José de Sotrondrio, Asturias. "Quiero pasar desapercibido", dice restando importancia este empleado de la Autopista A-8.

La familia kievita deja atrás terror, muertes, aviones, tanques, frío, el sonido de las bombas arañando sus vidas. "Escucha", muestra Masha un audio que grabó en la casa de campo en mal estado a la que huyeron. "Nos fuimos de nuestro apartamento. Era terrible. Cerca de nosotros explotó un avión. Cuando nos bombardeaban no llorábamos para no transmitir miedo a un hermano. Pero desde entonces, tengo pesadillas", afirma Sasha que estudia en un colegio de monjas españolas y junto a su hermana estuvo años atrás en Gijón en un programa de acogida de la ONG Expoacción.

Por un momento, dejan de dar testimonio. "¿Podemos ayudarle a recoger la mesa?", se prestan agradecidas a la camarera. Su actitud se torna más seria si se cita a Putin. La abuela y la madre prefieren callar al respecto. Ellas, no. "¡Putin no está loco! Es idiota. Decía que rusos y ucranianos somos hermanos. ¡Los hermanos no se matan! Y él nos mata. Pero en pocos días va a morir porque los rusos están matando a niños, violando a mujeres".

Las hermanas se muestran orgullosas de su país, presidente -"el mejor"-, y de las mujeres. "Sí, hay mujeres luchando, que quede claro. Entre otras cosas, hacen cócteles molotov", enfatizan y detestan que se asocie a Ucrania con neonazis. "Zelenski es judío y Ucrania no es nazi. El único que se parece a Hitler es Putin, que como Hitler comenzó su guerra a las cuatro de la mañana. Los dos igual", equiparan.

Tras ensalada, macarrones con tomate y San Jacobos, las simpáticas camareras ofrecen "yogur o helado". Los más jóvenes sonríen, al lado de su bolsa de dulces. También lo hace un bebé de siete meses de ojos azul esperanza. Una niña mira absorta por la ventana. En el horizonte de Abadiño quizás algo le evoca a su barrio. "Estamos muy agradecidas. Tenemos ganas de tener una tarjeta para el móvil, para saber de nuestras amigas, porque la vida allí es horrible. Ya no queda de nada, pero€ vamos a ganar", enfatiza Masha y va más allá: "Somos un pueblo fuerte. Kiev y Ucrania son el origen de Rusia y eso a Putin le sienta mal. Eso o que les ganemos", mezclan humor y ganas tras dejar la frontera de Polonia donde "el éxodo es masivo", detallan Leonor Suárez y Alberto Hevia, periodistas de la televisión asturiana que viajan con ellos. "Habiendo niños, ninguno ha llorado o creado un problema. Ni las mascotas. Silencio y educación", apuntan quienes estuvieron a punto de ser detenidos hasta que mostraron sus credenciales. "Veíamos muchos hombres que entraban a Ucrania a luchar contra los rusos, entre ellos, moteros ángeles del infierno". En ese momento, unas mujeres de Abadiño llegan al comedor y anuncian que han recogido unos dulces en el pueblo para los ucranianos.

Esta noche, Sasha y Masha llegan a un destino temporal, como aquellos refugiados vascos del 37 en la URSS. "Tenemos ganas de abrazar a nuestra familia de Gijón. Seguimos en contacto", se despiden con la mano mientras se fotografían con el cuadro del Guernica.