Con la mejor de las predisposiciones, Fátima Ezzahra Zaakari va poco a poco aprendiendo lo que es remar, lo que es luchar contra la fuerza del agua, no rendirse y alcanzar una meta. Aunque ella, mejor que nadie, sabe lo que es eso: lo que es luchar contra la fuerza del mar jugándose la vida, lo que es no rendirse porque los sueños y las esperanzas aguardan, y lo que es alcanzar una meta: tierra firme. Fátima llegó a España en patera desde Marruecos hace menos de dos años. Es bereber, de la zona del Atlas, donde el camino de una mujer tiene una sola dirección. Ella ansiaba otras opciones y se lanzó a por ellas por mucho riesgo, soledad e incertidumbres que atemorizaran detrás. Hoy, ya con 18 años, vive con dos chicas en Algorta, que la han acogido, y es parte de Lutxana Arraun Elkartea, porque en cuanto vio una competición de remo se quedó prendada de este deporte.Su sonrisa permanente y las ganas que le pone a todo conquistan a quien la conoce. “No sé cómo he podido llegar hasta aquí. Fue una aventura dura, pero muy bonita”, relata ella misma en un correcto castellano. También está aprendiendo euskera. El pasado mes de julio realizó un intensivo de cinco horas, de lunes a viernes. “Me gusta mucho. Es difícil, pero lo voy a conseguir”, sostiene con esa energía y esa voluntad inquebrantables, que, sin duda, están en la genética de esta joven, pero que se han revalorizado tras su experiencia. Sola, con apenas 17 años, dejó su hogar en busca de las oportunidades y con todos los interrogantes del mundo al otro lado. “Vine en patera, pero no sé muy bien a dónde llegamos de abajo. Yo creo que era Cádiz. Yo quería venir, pero no sabía dónde, me daba igual. Pero conocí a una chica muy maja, que quería llegar hasta Bilbao y yo le dije: Voy contigo; por favor, no me dejes sola. Y llegamos hasta aquí, donde la policía nos llevó a un centro de menores. Tuve suerte porque estaba súper, supercontenta en ese lugar y con los educadores. Allí he aprendido mogollón de cosas”, rememora Fátima. Sin embargo, al cruzar a la mayoría de edad, se asomaba de nuevo al abismo. Otra vez, las dudas y las complejidades en el horizonte de su recorrido. “Cumplí 18 y me tuve que ir del centro. Pero una educadora habló con una amiga suya y me acogió. Estoy súper, supercontenta”, admite. La llave de las ilusiones para Fátima estaba en Algorta.

Ella sonríe y sonríe mientras va adaptándose a sus nuevos amaneceres en Getxo. “Me gusta muchísimo la vida de aquí. Todo es muy diferente y me estoy acostumbrando porque esto no tiene nada que ver. Mi objetivo era estudiar y allí, en mi pueblo, no ves a los demás estudiando y no te animas. Aquí todo el mundo estudia. Veo a las mujeres y pienso: ¡Qué genial, qué bonito!”, asegura. En su pueblo del Atlas marroquí, aún estaba estudiando, pero su futuro esperaba escrito: la senda es la que es para las mujeres. Además, la situación económica de las familias tampoco permite mucho más. “Somos cinco hermanos y tres hermanas estábamos estudiando; era mucho para mi padre, así que decidí venir. Además, yo quiero estudiar, allí mucha gente se rinde y yo quería buscar la forma de seguir”, insiste Fátima. Por eso, aquí disfruta entre libros y pone empeño a todo lo que se le presenta. Nunca se queja y se enfrenta a los retos con ganas. “He terminado cuarto de la ESO, porque no me valían los estudios de mi país”, apunta. Y en su cabeza ya se mueven muy inquietos los deseos de una profesión: “Me gusta mucho la sanidad, me gustaría estudiar Enfermería. A ver si puedo. Me gusta mucho ayudar a la gente”, sostiene.

EL REMO

En la nueva rutina de Fátima también se encuentra el remo. Vio lo que era este deporte y le encantó. “El año pasado fui a Donosti en septiembre, fuimos a pasear y justo era el día de las regatas. Lo ví y dije: ¡Qué guay! Yo me quedaba allí mirando y no quería moverme. Me gustó muchísimo. Y también fuimos al Aquarium y vi la historia del remo con fotos”, rememora la joven. Pero no se conformó con eso, no le bastó con ser espectadora. Quería ser remera. En Algorta le comentaron que la mejor opción para ella, sin duda, era Lutxana Arraun Elkartea y en el club erandioztarra disfruta ahora, aprendiendo poco a poco, como una campeona. “Es la primera vez que hago un deporte, porque allí, en mi pueblo, no está permitido para las chicas. Me gustaba también mucho el fútbol y jugaba a escondidas”, confiesa. En Lutxana Arraun están encantadas con Fátima. “Cuando me contaron su situación, asumí que iba a ser trabajo extra, porque, además, llegaba en unas fechas en las que el equipo ya estaba formado, pero dije: Vamos a por ello. Y su llegada ha sido de lo mejor del año. Ella es bondad, es generosidad, es capacidad de trabajo y de adaptación de una manera espectacular. Tiene muy buena predisposición y en cuanto le explicas algo, lo coge muy rápido. Se deja enseñar muy bien. Desde el principio, fue una gozada”, destaca la presidenta del club, Ainhoa Zurinaga. Más allá del deporte, entrar en la trainera femenina de este equipo ha supuesto socialización, integración, amistad... “Es la primera vez que entro en un grupo y estoy encantada”, desvela la propia Fátima. “Su sonrisa transmite muchísimo. Ha encajado muy bien con las demás. Más personas como ella tendríamos que tener. A veces, dramatizamos con cosas que deberíamos dejar pasar y luego vemos lo que ha vivido ella y te das cuenta. Ella ha aprendido mucho, pero nosotras de ella, un montón”, concluye Ainhoa.

“No sé cómo he podido llegar hasta aquí. Fue una aventura dura pero muy bonita”

“El año pasado fui a Donosti y justo era el día de las regatas. Las vi y dije: ¡Qué guay!”

Remera

“La llegada de Fátima ha sido de lo mejor del año. Ella es bondad, es generosidad...”

“Tiene muy buena predisposición y en cuanto le explicas algo, lo coge muy rápido”

Pta. de Lutxana Arraun Elkartea