Este año les tocaba celebrar el 70 aniversario, pero tendrán que esperar por lo menos un año. Desde 1951 el coro de Santa Águeda de Arratia no ha faltado a su tradición de cantar por los pueblos de Bizkaia las coplas a la mártir de Catania, pero este año no ha podido ser.

Por primera vez en la historia del coro arratiarra, las restricciones derivadas de la pandemia han silenciado los golpes de las makilas de una agrupación que forma parte de la tradiciones en Bizkaia. Ana Sierra-Sesumaga, lleva 45 años en el coro y es hija de uno de los fundadores. "Hemos puesto sobre la mesa todas las posibilidades, pero este año ha sido imposible salir a la calle. No hemos podido ensayar, ni tampoco juntarnos para cantar. Es muy triste, pero tenemos que protegernos", cuenta.

Ana confiesa sentir una enorme pena y dice que, pese a los años no ha perdido la esencia y el espíritu en el que se constituyó. "El espíritu está más vivo que nunca", explica Ana. Hace setenta años Víctor Sierra- Sesumaga y Juan Bernaola, almas y fundadores de este coro decidieron formar un grupo para dar vida a una tradicción y ayudar con el dinero que conseguían a los más desfavorecidos. El coro de Santa Águeda de Arratia es una agrupación atípica porque empiezan con los ensayos en noviembre para cantar solo el 4 de febrero y luego se vuelve a disolver. "Nunca hemos dejado de salir y tiene su mérito".

UNA ILUSIÓN MUY VIVA

Primero fue un grupo formado solo por voces masculinas, pero con los años las mujeres, niños y niñas fueron entrando a formar parte de la agrupación.

Con lluvia, nieve, viento... Nada ha podido mermar la ilusión de esta agrupación musical que con los años ha consiguido una larga lista de fieles seguidores que esperan con paciencia la llegada del coro para escuchar sus cánticos. "Es muy emocionante ver cómo la gente nos espera en San Antón y nos acompaña en el recorrido que hacemos. Ese es uno de los momentos emocionantes", cuenta. El año pasado el coro recogió 5.000 euros que fueron entrados íntegramente a Cáritas. "Son muchos años y mucho dinero que hemos entregado a quien más lo ha necesitado. Entre los objetivos ayudar era uno y con ese espíritu seguimos", cuenta Ana.

El 4 de febrero es para los arratiarras que dan vida a esta agrupación el día más bonito, no solo por lo que representa para el valle, sino porque detrás existe una historia llena de recuerdos, de vivencias, de encuentros, de ensayos, de risas y también de lágrimas. "Yo me acuerdo mucho de los que ya no están y que son los que pusieron la semilla del coro. Mi padre me decía siempre que el coro no podía morir y no hay pandemia que pueda con nosotros", recuerda Ana. En 2018 el coro de Arratia viajó a tierras sicilianas. La agrupación hizo realidad la ilusión de cantar ante la tumba de Santa Águeda en Catania. "Fue un viaje precioso y la gente que nos escuchó se emocionó mucho", recuerda Ana.

PRIMERA PARADA EN 70 AÑOS

En la víspera de Santa Águeda las voces del coro no se escucharán por las calles de Bizkaia como en los últimos 69 años. La agrupación arracaba muy temprano; ataviados con los trajes típicos y abarcas iniciaban el recorrido con una misa en el municipio de Areatza; es ahí donde las makilas comenzaba a marcar el ritmo y las voces se extendían por el territorio con paradas que alcanzaban Bilbao. Entre los directores, el coro ha tenido, entre otros, a Aita Juan Jose, Miren Bernaola o los últimos años Garazi Navas. "Cantamos en la Diputación, en el Ayuntamiento de Bilbao, en la basílica de Begoña, en San Antón, en la catedral de Bilbao e incluso cuando ha habido partido hemos cantado en San Mamés", enumera Ana. Y añade: "Este año se nos va hacer muy raro".

ANIVERSARIO 70+1

La pandemia no va a acabar con esa ilusión que caracteriza al mítico coro de Santa Águeda de Arratia. De hecho, Ana y el resto de los integrantes ya ha puesto la mirada en el aniversario 70+1. "Lo vamos a coger con más ganas", apunta. La ocurrido este año es solo una "parada obligada" en los millones de kilómetros que los integrantes realizan por Bizkaia cada cuatro de febrero. "Es un día precioso, pero también agotador. Empezamos a siete de la mañana y acabamos a las once de la noche", cuenta. Lo que tienen claro es que el esfuerzo merece la pena y que en la historia del coro este año será recogido como una anécdota más. "Todavía nos quedan por cantar muchas coplas a Santa Águeda. Esto sigue vivo", concluye la coralista.