DESDE hace 59 años, cada 16 de julio, Pili Patxo mira a la ría, a su querida ría de Plentzia, y ve a la Virgen pasar. “Lo he hecho desde siempre, desde pequeña, que me traía mi ama”, cuenta. Se refiere a la procesión marítima de la Virgen de El Carmen, claro. Pili e incontables vecinos de esta villa de genética marinera se vuelcan con esta tradición: desde el agua, escoltando con sus embarcaciones a la patrona de la gente del mar, o desde la orilla, observando esa bonita imagen que brinda la ocasión, aumentando su colorido. “Es el mejor homenaje que se le puede hacer a la Virgen”, constata Pili. En efecto, ayer Plentzia volvió a sentir El Carmen. La travesía por la ría, vespertina en esta ocasión, congregó a numerosas personas y, como siempre, a las setenta privilegiadas embarcaciones que siguen su surco desde el puente del metro hasta Gorliz.

Sol, salitre, trajes de arrantzale, camisetas de mahón o blancas, pañuelos de fiestas... Son algunos de los ingredientes que salpican esta celebración. Y también la historia. “El Carmen es parte de nosotros, del pueblo”, explica Pili, que no solo alude a la cantidad de plentziarras que se hicieron a la mar en tiempos pretéritos... “Aquí se hacían barcos balleneros, había un astillero, por eso la plaza del Ayuntamiento se llama así”, incide esta vecina. Es cierto, pues debido a la excelente calidad y cantidad de la madera de sus bosques, la existencia de astilleros se conoce desde los inicios de la villa, tal y como aparece en el grabado de Delmas de mediados del siglo XIX. Los astilleros desaparecieron tras la Segunda Guerra Carlista, en el último tercio del mismo siglo.

Así que la Virgen que se encarga de velar por todos los marineros y navegantes es pasado y presente en Plentzia. Hoy en día, son actos festivos en torno al 16 de julio, como el concurso de marmitako o el toro de fuego, pero sobre todo, es la procesión marítima cuando las mareas mandan, ya que la ría de Plentzia no es navegable con marea baja. Ayer fue a las 17.30 horas cuando la estatua de la homenajeada, tras pasar por la iglesia, entró en el barco Crusoe Treasure. Otras setenta embarcaciones la aguardaban para seguirla después: Georgina I, Ludo V, Emendatz, Antillas II... Y, por supuesto, la trainera de Arkote. Banderitas y flores adornaban los barcos y miembros de la corporación municipal, como la nueva alcaldesa, Elixabete Uribarri; los regidores de Barrika y Gorliz, Roberto Muñoz y Nagore Utxupi, respectivamente, y el consejero de Hacienda y Economía, Pedro Azpiazu, formaron parte de la comitiva que acompañó de cerca a El Carmen.

puntos clave Entre bocinas desde el agua y aplausos desde tierra, la procesión avanzó hasta llegar a uno de los puntos más sentimentales: el puerto. Allí, las personas que organizaron su día para saludar a El Carmen se multiplicaron respecto a las que acudieron al inicio de su recorrido. Pero aún quedaba otro punto con significado: el hospital de Gorliz. Y es que cuando la procesión alcanza Astondo, todos los que forman parte de ella alzan un pañuelo blanco para saludar a las personas ingresadas. Es otro reflejo de que esta jornada es emoción, es sentimiento, es disfrute y tiene un pasado, un presente y un futuro asegurado.