EN el siglo XVI Marcos de Zumalabe gestionaba una próspera ferrería en La Penilla. Su futuro se vio comprometido por un italiano residente en Gasteiz que aseguraba ostentar la exclusividad sobre este tipo de negocio que aprovechaba el caudal del río Kadagua. Durante este fin de semana, siglo XXI, las oleadas en esa zona proceden de los asistentes al mercado medieval en el que se esperan sobre 70.000 personas. Más compañías de espectáculos extranjeras, que realzan el perfil internacional de la cita veinte años después de su primera edición, y una representación popular con 400 vecinos vestidos de época inauguraron ayer dos días de fiesta en el casco histórico.

La feria de Balmaseda “brilla por la calidad de su programación y la excelente atmósfera”, contaron Paco Alonso y Miguel Remalleira. Integrantes del grupo de música antigua Upsala, adaptan “ritmos y composiciones medievales y del Renacimiento a nuestro estilo”, explicaron en un breve parón de su recorrido por la calle Pío Bermejillo. Ahora afrontan la temporada alta de eventos que en dos semanas les conducirá a Portugal. Precisamente, uno de los países de procedencia de las compañías desplazadas desde fuera del Estado, junto con Francia e Italia.

Teatro, cuenta cuentos, actividades infantiles o pirotecnia como la que hoy pondrá el fin a la feria con la simulación de la quema del edificio consistorial desde las 22.15 horas no eclipsaron la implicación ciudadana con la representación popular centrada en la industria de las ferrerías que tuvo lugar en la plaza de San Severino. Jornal, vino diario y la cena de las vísperas de festivo servían al sustento de casi la mitad de la población en la de La Penilla y otras tres o cuatro que se construyeron después. Avalado por la cercanía de las minas, el río y los bosques, la fama precedía al metal obtenido en Balmaseda, “cuyo tono y temple no igualaban ni en Bilbao”, recordaron los vecinos en los diálogos basados en investigaciones sobre la historia municipal aderezadas sobre el escenario con toques de humor. Se fabricaban desde objetos domésticos hasta armaduras y se cuenta que la localidad “hubo de contribuir en la toma de Granada enviando diez soldados bien pertrechados que valían por cientos”. Las ferrerías entraron en declive “a raíz de la apertura, en 1848 en Bolueta, del primer horno alto en territorio vizcaino”. Como herencia, donde en el siglo XVI se erigía la de Marcos de Zumalabe “hay una central eléctrica”. Faustino Puente, el último artesano local del cobre, falleció en 2013.

No es el único guiño al extenso pasado de un municipio que remonta sus orígenes al menos 820 años atrás. El escultor Javier Díaz volvió a establecer su puesto cerca de la iglesia para desvelar los rasgos de un personaje ilustre en el tronco de un árbol “que me he traído de Gredos”. Esta vez le pidieron reproducir los rasgos de Martín Rodríguez Seminario (1871-1961), organista de la iglesia de San Severino durante siete décadas y compositor del himno de Balmaseda. De sus manos salió también el busto de bronce que conmemora la estancia de León Felipe entre 1916 y 1918, depositado en la plaza con el nombre del poeta. “Aquí me tratan tan bien que casi me han adoptado”, confesó. Como al organista Rodríguez Seminario, que “aunque nacido en Iruñea, residió en Balmaseda gran parte de su vida”, según relató Miguel Ángel Álvarez, que le conoció de niño. “Los chavales le ayudábamos a darle al fuelle porque en aquella época el órgano no estaba electrificado”, rememoró.

220 Puestos Otros oficios, como artesanía de vidrio o cuero, cetrería, alimentación o bisutería llenan todavía hoy las calles Correría, Pío Bermejillo y Martín Mendia con alrededor de 220 puestos. El mercado medieval de Balmaseda reserva otras sorpresas, como las figuras a tamaño natural de criaturas de la mitología vasca creadas “a mano” por el grupo de teatro y animación bilbaino Tira ta floja, según explicó uno de sus componentes, Toni Iglesias.