MADRID - Uno de los acompañantes de la familia Lorente-Tellaetxe fue el filósofo jarrillero Javier Sádaba, uno de los mayores defensores de la eutanasia en el Estado y que, paradójicamente, es amigo de la infancia de Txema Lorente, marido de Maribel Tellaetxe. Sádaba sostiene que “vivir mejor no es vivir más, sino hacerlo con mayor calidad”.

Usted ha escrito y opinado mucho sobre la eutanasia. ¿Cómo conoció el caso de Maribel Tellaetxe?

-Conozco a Txema y a su familia de toda la vida y mi apoyo a ellos será incondicional. Llevo muchos años pidiendo que se regularice la eutanasia y seguiré haciéndolo.

Usted diferencia claramente la eutanasia de la muerte digna?

-Es que el término muerte digna es muy amplio y la Iglesia lo llega a utilizar contra la eutanasia. La muerte digna es esa que se da bajo un prisma cristiano de morir dignamente: acompañado, con todos los auxilios espirituales... Por su parte, la eutanasia es aquella muerte en la que el individuo decide sobre su cuerpo, sobre su final en un momento en el que, además hay motivos de sobra para pensar que esa persona sólo va a sufrir.

Maribel Tellaetxe dejó claro en sus últimas voluntades en qué momento quería dejar de vivir.

-El suyo es un caso clarísimo porque ella decidió el momento de su final estando en plenas facultades y siendo apoyada por su familia. Hay razones más que de sobra para que Maribel no sufra más. Está claro que su final ha llegado porque está muerta en vida.

Ha pasado un cuarto de siglo desde el mediático caso de Ramón Sampedro y no ha habido cambios normativos.

-Es terrible que no se haya avanzado nada normativamente en este tiempo. Es indignante que otras cuestiones más superfluas para la ciudadanía ocupen las primeras páginas y este tema no esté entre las prioridades políticas. Los responsables de esta situación son los políticos.

¿Detecta más sensibilidad entre la ciudadanía respecto a esta cuestión?

-Si uno mira las estadísticas puede ver que más del 70% de la ciudadanía está a favor de la despenalización de la eutanasia. Es un acto de amor de las familias para que su ser querido no sufra.

Filosóficamente, la de poner punto y final a la vida no es una decisión fácil.

-Es una decisión complicadísima, durísima, sobre todo desde el punto de vista emotivo. Mi esposa falleció de un melanoma terrible y teníamos muy claro qué decisión tomar. Si uno está sufriendo y la situación es irreversible es lógico querer acabar con ese sufrimiento.

¿Qué opinión tiene sobre la propuesta de ley que está bloqueada en la Mesa del Congreso?

-Creo que es insuficiente, pero mejor que esté, que se apruebe a que no haya nada. Pero por los plazos tan largos que se darían, la persona puede fallecer, perfectamente, antes de que se apruebe aplicarle la eutanasia.

Es curioso que se pueda acabar con la vida de un animal en estado terminal y no con la de una persona aunque esta lo pida.

-Eso es otra cuestión increíble. Hay que luchar contra el sufrimiento, también en los humanos. La medicina no está preparada para que seamos inmortales, sino para aliviar el dolor. Por su parte, la ética tiene como objetivo fundamental que vivimos mejor? Y vivir mejor no es hacerlo más tiempo, sino con más calidad.