Bilbao - ¿Cuándo se empezó a trabajar de forma conjunta en el problema del viento cruzado?

-Hace casi cinco años, en unas jornadas en las que se involucraron profesionales de diferentes ámbitos de la aviación se vio que en determinados aeropuertos se da el fenómeno de la cizalladura.

¿En cualquier aeropuerto?

-Por supuesto, se da en muchos, pero en Bilbao la frecuencia es mayor a causa de la orografía.

¿Cómo se van a beneficiar los pilotos de la nueva tecnología?

-Si de antemano sabemos que se da una situación de cizalladura nos mejora mucho la operación y repercute directamente en la seguridad, en como podemos planificar los vuelos y en el servicio que se da en la sociedad.

Y evitar sustos a los pasajeros.

-Reconozco que es incomodo para un pasajero porque desde su asiento no lo valora igual que nosotros a los mandos. Percibe como peligro una situación distinta a la habitual. Es humano tener ese miedo.

Es que las imágenes que se ven desde fuera son realmente para asustar.

-En Bilbao es más llamativo porque los alrededores del aeropuerto están muy poblados, se pueden sacar imágenes y mucha gente lo ve. Las maniobras que ejecutamos adelantándonos a la situación son similares a las que hacemos en todos los aeropuertos.

Entonces no es más peligroso operar en Bilbao como parece indicar su fama.

-Con las famas no me voy a meter. Lo importante es que contemos con los medios y que los pilotos tengamos una formación adecuada para superar ese efecto.

¿Cómo se enfrentan a la cizalladura cuando saben que existe?

-Se dan tres situaciones. Cuando tenemos una información de no operar, no volamos, directamente. Si nos dicen que la situación es buena puede ocurrir cuando se hace la aproximación o el despegue que siga ese escenario idóneo o una situación en la que el piloto valora que no se puede operar con la seguridad necesaria. Entonces se frustra la operación.

La seguridad es el único criterio.

-Siempre. Pasamos mucho tiempo volando, es nuestra vida, entrenamos en simuladores. Si uno opera con una máxima de seguridad aérea, al final, es muy difícil que ocurra algo. La seguridad es lo primero siempre.

Y a usted, ¿le han tocado muchos bamboleos cuando ha pilotado sobre las pistas de Loiu?

-Bastantes veces. Llevo volando casi 22 años en aerolíneas comerciales y algunas veces he tenido que frustrar, claro.

¿El nuevo sistema reducirá esas operaciones abortadas?

-Quizás ese no es el criterio a tener en cuenta. Las condiciones climatológicas y la orografía no van a cambiar, pero las operaciones van a ser muchos más seguras porque aumentamos desde el principio el escenario de certidumbre.

¿Por qué la tecnología actual no detecta todos los fenómenos?

-Se diseñó en Estados Unidos hace más de cincuenta años y funciona bien para su tipo de vientos en zonas llanas. Sin embargo, falla aquí más porque no está diseñado para una cizalladura generada por la orografía.

¿Cuándo podrá ponerse en marcha el nuevo dispositivo Lidar?

-No lo sabe nadie. No se puede dar una fecha porque todo depende de cómo van a ser las condiciones meteorológicas. Si no se dan condiciones de cizalladura porque el paso de los frentes no genera este fenómeno no habrá registros y se necesita un numero importante para tener seguridad en su calibramiento. Puede ocurrir en cuatro meses o en tres años.

¿El futuro traerá más cizalladuras en el aeropuerto de Bilbao?

Es probable que aumente próximamente por el cambio climático. El calentamiento de las masas de aire significa aumento de su energía y más movimiento de partículas, con lo que la frecuencia va a aumentar.