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María Antonia, la primera autobusera

María Antonia pudo ser la primera mujer en sacarse el permiso especial de conducir en España

María Antonia, la primera autobusera

Bermeo - Aunque abrió los ojos por primera vez hace 70 años en Toledo, María Antonia Sánchez siempre ha mostrado orgullosa su identidad de bermeana de pura cepa. Sin sentirse Frida Kahlo, Juana de Arco ni Rigoberta Menchú, ha mantenido firme su filosofía de vida de ser una mujer que se vale por sí misma desde y para siempre. No en vano, fue la primera conductora de taxis y más tarde de autobuses rompiendo las barreras impuestas por aquella sociedad machista de décadas atrás. “Me viene de familia, mi abuela conducía camiones”, asegura a DEIA.

Como vecina de Bermeo, siempre he tenido presente la figura del matriarcado. Los hombres marchaban a la mar durante seis meses dejando la familia a cargo de las mujeres. Por lo tanto, estas tomaban el papel de madre y padre a la vez. María Antonia, aun no teniendo raíces asociadas al mundo de la pesca, decidió tomar las riendas de su familia como mujer trabajadora y ama de casa. “No me gustaba la idea de será lo que tu marido diga”.

Y es que no le quedó otro remedio. Su entonces marido era taxista y se marchó a África, dejándola a ella y a sus tres hijos en el pueblo, con el fin de conseguir dinero para montar el negocio de autobuses Túñez Sánchez en Bermeo. La idea inicial era llamarlo Túñez Martínez haciendo honor a los dos apellidos de su marido. Sin embargo, la bermeana de armas tomar consiguió hacerle cambiar de opinión e incluir su apellido, ya que le pertenecería la mitad de la empresa. “Yo quería sacarme el carné de coche para llevar a mis hijos a la playa de Mundaka”, se sincera. Aunque ama con locura la cala Aritzatxu de Bermeo, con tres hijos a cuestas le resultaba más cómodo disfrutar de la playa del pueblo de al lado. Iba y venía en transporte público a Bilbao para sacarse el permiso. Admite haberse mareado varias veces en dichos viajes mientras repasaba los conceptos teóricos de la conducción. “La mecánica me sonaba a chino”, reconoce.

Aun así María Antonia consiguió sacarse el permiso de conducir, y a la primera. Sin haberle dicho ni una palabra a su entonces marido que estaba en África, realizó su sueño de poder llevar a sus hijos a la playa en coche. Entonces, no lo dudó. Agarró el volante del taxi que se dejó su esposo en casa y decidió sacar su vida adelante ejerciendo de taxista. La única mujer chófer en Bermeo (y probablemente en España).

En la villa vizcaina la aceptaron con los brazos abiertos, es más, cuando alguien necesitaba un taxi casi siempre acudían a ella. Mientras los taxistas jugaban a cartas en sus ratos libres, ella se sentaba con ellos a hacer punto de cruz, ya que desconocía totalmente cuál era la técnica de juego. “A la mayoría de mujeres que estaban a punto de dar a luz las llevaba yo al hospital”, admite orgullosa.

Los días pasaban y el retorno del marido de la bermeana desde África para montar el negocio de los autobuses estaba más cerca. Mirando hacia el futuro, se dio cuenta de que tenía que colaborar en el negocio de casa y decidió intentar sacarse el permiso especial. Sabía que no habría muchas mujeres conductoras de autocares, pero “si ellos pueden, ¿por qué no iba a poder yo?”. Tres horas de prácticas fueron suficientes para hacerse con el carné.

“De raza te viene, hija, le decía su padre orgulloso. Y es que la familia paterna de María Antonia regentaba un negocio de camiones, y hasta su abuela conducía trailers. Por lo tanto, la bermeana no hizo nada más que seguir el legado de sus antepasados. Sus dos hijos y tres hijas que tiene hoy en día también son conductores de autobús. Las generaciones de Sánchez vienen pisando fuerte el acelerador.

Cuando su marido regresó a casa no daba crédito de lo que había conseguido su mujer. Estaba casado con la primera mujer chófer de toda España. Tenía ante él una de las señoras más respetadas en el pueblo. Mari se emociona cada vez que recuerda las palabras que le dijo un hombre que trabaja en el negoció que fundaron ella y su marido: “No eres la mujer de un compañero, eres una compañera”.

Reconoce que a sus inicios como conductora de autobuses la gente montaba con miedo, ya que veían que era una mujer la que iba al volante. Sin embargo, al finalizar el trayecto la felicitaban por su conducción. “Mari, ten cuidado por favor, que llevas lo mejor de mi casa”, le comentaban las mujeres que llevaban a sus hijos a la parada, para que esta los subiese a la ikastola. “Yo también voy dentro del autobús”, les respondía garantizándoles la máxima seguridad.

“¡LA MUJER A LA COCINA!” Aunque ella admite que nunca ha sufrido ningún insulto machista, ni nunca ha sido menospreciada por ser mujer en su oficio, su hija Valle tuvo que soportar el comportamiento inapropiado por parte de la policía municipal.

Un día le tocó llevar a un grupo de ancianos de la residencia a una excursión que realizaron a Getxo. A la vuelta, cuando llegó el momento de recoger a las personas mayores y marcharse a casa, a Valle la autoridad le prohibió parar en cierta zona del puerto. Ella les pidió que le dieran permiso, que solo serían un par de minutos, ya que eran ancianos los que tenían que subir al autobús. La respuesta del municipal fue “la mujer a la cocina!” a lo que la conductora no se quedó callada. Al final la chófer lo denunció, consiguió ganar la batalla, limpiar su honor y el de todas las mujeres, y al municipal lo cesaron de su cargo.

Respecto al 8 de Marzo, tiene una firme opinión: “es un día más”. Pero dispone de un buen argumento para defender esta idea revolucionaria a capa y espada. “Las mujeres, niñas y ancianas lo valemos todos los días. Ayer, hoy y siempre”, concluye.