Ane Araluzea

Bilbao - El compromiso de este vecino de Bilbao La Vieja con su barrio le ha llevado a investigar sobre su pasado para entender su presente. Resultado de ese trabajo son Documentos de Bilbao La Vieja, San Francisco y la Cortes (2001) o El barrio de las Cortes. Una historia de La Palanca bilbaina (2007). Su última obra se ha publicado esta semana.

No es el primer libro que escribe sobre Bilbao La Vieja, aunque en este caso se ha centrado en el corazón del barrio, ¿por qué?

-Se ubica en la plaza Corazón de María, que es el nombre que tiene desde que es plaza en 1956, siempre ha sido un espacio nuclear. Pero el origen de todo está en el convento que fue de gran importancia. Posteriormente, se desmontó para construir un cuartel y, derribado el mismo, hubo un proyecto para edificar un parque. Finalmente no se llegó a construir porque se proyectó una escuela republicana en 1932, cuya primera piedra fue colocada por el presidente de la república, Niceto Alcalá Zamora. Siempre ha sido muy importante.

En los últimos años, además, se percibe un esfuerzo por mantener ese núcleo, incluso se han preservado las ruinas arqueológicas.

-El haberlo encontrado en tan buen estado hace que lo sensato sea mantenerlo. Si hubiera estado en peor estado se hubiera hecho un parking, que es lo que se proyectó en un inicio. De todas formas, en la plaza se están permitiendo unos usos inadecuados, a veces parece un polígono. Me refiero a heces por todas partes, maltrato al arbolado... Hay que cuidarlo más.

En alguna ocasión ha mencionado que no se ha hecho justicia histórica a Bilbao La Vieja.

-Se ha invertido mucho en hormigón y en rehabilitación de viviendas... pero la gran asignatura pendiente es lo social. La tasa de desempleo o el fracaso escolar son las grandes carencias. En ese sentido, el barrio siempre ha sido muy deficitario, es ahí donde las instituciones tienen el gran reto.

¿Y en cuanto a las mejoras?

-Se han regenerado muchos locales y está accediendo una nueva población al barrio, con mayor poder adquisitivo y mayor cultura. Si el Ayuntamiento hace un balance de las rentas, por ejemplo, o de la formación, el nivel es más elevado comparándolo con el de hace veinte años. Pero la población tradicional del barrio no es la que ha cambiado los indicadores. A eso se le llama gentrificación.

¿Se perciben los efectos negativos que conlleva la gentrificación de los que ya se habla en el Casco Viejo?

-En el Casco Viejo se están quejando de que es más fácil encontrar un souvenir que un rollo de papel higiénico. Creo que eso está lejos en este barrio. El comercio, por ejemplo, sigue siendo potente, domina mucho la calle, hay muchos establecimientos de alimentación. No es previsible que cambie a corto plazo.

Sin embargo se percibe que cada vez hay más comercios asociados a actividades creativas, así como locales de hostelería de moda.

-Son los sectores que apoyan las instituciones, con jóvenes emprendedores que ponen muchísima energía. También es verdad que se ve cómo se abren y se cierran muy frecuentemente, no todo sale fenomenal. El barrio está zonificado: es diferente la calle de Cortes a Dos de Mayo o Aretxaga. Hay microbarrios en los que es más fácil instalarse y tener éxito.

¿Hay algo del componente obrero por el que se caracterizó el barrio?

-La estadística canta. La tasa de paro es más alta mientras que las rentas son más bajas. Por un lado se ve una cierta regeneración, pero los problemas sociales están enquistados.

¿Cómo influye la multiculturalidad al día a día del barrio?

-Aunque se ha paralizado la llegada de extranjeros, incluso ha habido mucho retorno, paseas por el barrio y escuchas un montón de idiomas. Se supone que eso será el futuro. No es fácil predecir qué pasará, porque también hay mucho vecino tradicional y, a la vez, hay gente joven con poder adquisitivo. Esos son los tres colectivos que comparten el espacio, cada uno con su cultura. El reto para todos es convivir y enriquecernos.

¿Sigue habiendo prejuicios sobre el barrio?

-Hay zonas a las que la gente les ha quitado el miedo, se nota en calles como Arechaga, Hernani... De General Castillo para arriba, por ejemplo, hay otro ambiente, donde las aceras están más ocupadas y hay locales como teterías. Se ve mucho más tránsito por las inmediaciones de los puentes. Marzana, por ejemplo, ha ganado un montón, es un balcón a la ría. Está zonificado.

¿Y se va ganando terreno?

-Sí, pero también se puede retroceder. Hace unos años se consideraba que estaba rehabilitada la entrada por el puente de Cantalojas, y se dieron pasos atrás. Se avanza pero también se puede retroceder. Aunque es verdad que se ha avanzado mucho, el barrio está de moda.