Gatika - “A mí me parecen dos peluches”. Lo dice Maite Cabezudo, sentada en su silla de ruedas, con la mirada puesta en Kun y Bongo, y no habría nada de qué extrañarse si no fuera porque son dos rottweilers. Una de las razas “mal catalogadas” como potencialmente peligrosas y que en el centro de adiestramiento canino Txiki-Eder de Gatika utilizan para hacer terapia con menores con problemas de conducta y personas con discapacidad. Es tan solo un ejemplo de que estos animales no suponen ningún riesgo si están bien educados, tal y como se defendió en la manifestación celebrada ayer en Bilbao en contra de la ley que “estigmatiza” a estas razas y “condena” a sus dueños, obligados a cumplir una serie de requisitos para obtener la pertinente licencia. “Es una ley injusta que nos crucifica y condiciona la vida. ¿Dónde me integro con mi perro si parece que llevo la peste?”, se pregunta Julen Bilbao, instructor canino y fundador del centro.

Con la mala fama que pesa sobre estas razas, hay quien considera descabellado que se utilicen para trabajar con colectivos vulnerables. Pero no hay más que ver el abrazo en el que se funden Maite y Kenko, un pitbull de tres años y medio, para derretir prejuicios. “No nos hemos vuelto locos. Eso de que estos perros son de por sí agresivos es un cuento chino. Genéticamente muchas de estas razas traen la nobleza en su interior y, bien aplicada, es una maravilla. Siento mucho las desgracias que pasan y me llega al corazón que maten a una persona, pero no todo el mundo tiene ese descontrol en sus perros”, aclara Julen.

Como prueba, señala a Kenko, que entre el solecillo y el achuchón de Maite está a punto de quedarse dormido. “Está sordo, fue adoptado y educado para hacer terapia. Cuando salen estas razas en la tele parece que viene Hiroshima, pero mira qué tranquilidad le está transmitiendo a Maite y eso que solo la ha visto dos o tres veces”, apunta Julen.

Y ahí está ella para corroborarlo. “Tengo temblores involuntarios de extremidades superiores e inferiores y estar con el perro me relaja”, asegura esta treintañera de Basauri que sufrió un accidente de coche cuando tenía 18 años. “Te acompañan mucho. Si tienes un día de bajón, estar con ellos te anima”, agradece Maite, que en su día tuvo una rottweiler “que parecía tonta de lo buenísima que era”. “Que digan que son perros peligrosos es una gran tontería. Son muy nobles y buenos. Todo depende de cómo estén educados”, señala. Consciente de que “hay un prejuicio muy fuerte” sobre estas razas, cree que el hecho de que “se las use para peleas” ha contribuido a esa mala imagen. “Todo el mundo dice: A mí ese perro me da miedo. ¿Por qué? Si no te va a hacer nada, a no ser que tú le chinches”, dice y advierte de que “si están educados para guardar la casa y metes la mano, cualquier perro te morderá”.

“Me han cambiado la vida” A Sergio Argul, que se pasea por el césped, entre caricia y caricia, acompañado de Kun y Bongo, los perros le “han cambiado la vida al cien por cien”. Hace 16 años tuvo un accidente de moto, sufrió daño cerebral y apenas salía de casa para acudir al “fisio”. Hasta que Julen empezó a visitar con su prole peluda el centro de día para personas con daño cerebral adquirido Bekoetxe de Bilbao, adonde acudían tanto él como Maite. “Sacábamos a los perros, algunos catalogados como potencialmente peligrosos, a la calle y hacíamos ejercicios, nos abrían la puerta, nos recogían algo del suelo...”, detalla ella.

Hoy es el día en el que este portugalujo de 43 años es quien acude al centro canino de Gatika, donde se realizan ahora las actividades terapéuticas, por su propio pie. “Antes estaba todo el día con el ordenador. Gracias a los perros ahora no paro en casa”, admite. A los perros, en general, y a su mascota, Roko, en particular, que le obliga a echarse a la calle “quiera o no quiera” y le ayuda a “conocer gente”. “Me dijeron que me cogiera uno pequeñito porque uno de estos me tira”, dice señalando al pitbull y a los rottweilers. “Al principio te dan un poco de respeto, pero luego ya los empecé a tocar”, confiesa. Venció el reparo inicial porque son “gente preparada que tiene al perro en condiciones”, pero su “recelo” persiste según quién lleve la correa. “Hay chavalillos que tienen perros que acércate... A Roko me lo comen y yo no puedo correr para separarlos”, cuenta Sergio, que camina pero tiene sus limitaciones.

En el centro canino confían tanto en estos perros y en su capacidad terapéutica que también los utilizan para trabajar con “menores adoptados con problemas de conducta” y niños en general. “He tenido a un chaval con mucho carácter que hoy día tiene su perro y el cambio en su comportamiento y actitudes ha sido grandísimo”, destaca Julen.

de escolta para maltratadas Aunque no obtuvo respaldo institucional, la instructora canina Oiane Bilbao propuso en su día que perros de las catalogadas como razas potencialmente peligrosas fueran educados para proteger a mujeres maltratadas. “Un perro bien enseñado puede convivir con ellas en el día a día y defenderlas cuando lo pidan. Sería como un guardaespaldas las 24 horas los 365 días del año. Mucha pulsera y mucha orden, pero los números son nefastos. No sé por qué no intentan probarlo”, dice Julen.

De hecho, Oiane está educando a su propio rottweiler, Kun, para que compagine ambas facetas, la de protección y la terapéutica. “El otro día fui a un parque con el perro y los padres se asombraban de que pudiese estar con niños. Como en las películas todos los que hacen de malos son de estas razas y las noticias de ataques también, la gente está predispuesta a tenerles miedo”, explica esta instructora, para quien “tampoco ayuda la crianza y venta por Internet”, donde puedes “comprar un pitbull por 100 euros y empezar a criar y vender” sin ningún control, cuando el precio de un ejemplar con “la genética limpia y todos los papeles en regla supera los 1.000 euros”.

A juicio de esta instructora, quien quisiera tener un perro debería ser evaluado porque “hay gente que no está capacitada y lo adquiere como un jersey”. En el caso de las razas catalogadas como potencialmente peligrosas, explica, “tienes que pagar una licencia, no tener antecedentes penales y ser estable emocionalmente. Están condenando al dueño porque no te dejan soltarlo en ningún lado, pero a la vez te piden que seas un ciudadano ejemplar”, censura.

También Arianne Bilbao, otra instructora canina, sabe del temor que infunde Kenko, su amoroso pitbull. “Tengo los brazos tatuados y cuando me ven con el perro muchos se cambian de acera”, confiesa, sabedora de que “hay mucha gente que coge estos perros para macarrear”. “También hay quien los coge porque le gusta la raza. La base está en la educación. Como a nosotros, si nos educan mal, salimos torcidos”.