Abanto-Zierbena - De apariencia frágil bañada por la bonhomia que trasluce su mirada y su hablar pausado, Javier González Solabarria, un abantoarra nacido en el barrio de El Campìllo, esconde un león presto a saltar sobre su víctima a la menor ocasión... sobre un tablero de ajedrez. Nacido hace 53 años, este jugador que milita en la categoría preferente de Bizkaia, lleva más de media vida dedicado a desentrañar los misterios de este juego milenario. “Recuerdo que cuando tenía 16 años mi hermano me trajo de la mili un libro de ajedrez con el que empecé a conocer las fichas y los primero movimientos. Además coincidió con un match muy famoso en el que se enfrentaron Korchnoi -un apátrida salido de la Unión Soviética- y el soviético Karpov y que generó ríos de tinta no tanto por la partida en sí como por la disputa entre ambos modelos, algo así como antes pasó con Fischer y Boris Spassky”, rememora este empleado que a diario afronta su trabajo en una contrata que lleva a cabo el tendido eléctrico de la línea tres del metro de Bilbao con la misma dedicación que procura cuando se enfrenta a los 64 cuadros bicolores.

De aquellas lecturas y aquel impacto mediático, Javier se acercó a la Peña Ajedrecista de Gallarta -que cumple este año su primer medio siglo de vida- al que aún pertenece como presidente.

“Entonces el club estaba en la categoría preferente que era la máxima categoría de aquella época y al poco la gente mayor quiso dejar paso a savia nueva y un grupo de chavales que jugábamos allí nos vimos metidos en el equipo sin saber demasiado. Ni que decir tiene que esa temporada descendimos de categoría”, reseña este padre de familia al que le satisface que su hijo de diez años tenga cariño por el tablero que tan buenos momentos ha procurado a su progenitor, célebre por sus partidas simultáneas.

A ciegas La dedicación, el análisis y el estudio del tablero de ajedrez y sus 32 piezas, ha llevado a Javier González y a su club a formar parte indisoluble de la historia del ajedrez vizcaíno y aún se retiene en la memoria de los aficionadas las exhibiciones que durante años ha llevado a cabo jugando partidas simultáneas y especialmente por sus partidas simultáneas ciegas como la que desarrolló en 2007 contra nueve tableros. “Jugar este tipo de partidas es una auténtica peripecia ya que no solo tienes que acordarte de donde están las piezas tuyas y las del contrario sino que además tienes que crear ajedrez, crear estrategias para desarrollar la partida. Por ello se suele jugar contra rivales de nivel inferior”, señala Javier, quien reseña que “hubo una época en Rusia en las que estuvo medio prohibido hacer partidas simultáneas por el cansancio y la fatiga mental que podía provocar en el cerebro y que podía ser perjudicial para el jugador. Una cosa es que sea bueno para la memoria y otra es pasarse porque tantos tableros supone llevar al cerebro al extremo, a exprimirlo. Es como una especie de maratón”.

Tal vez por ello desde 2007 en la que jugó esta simultánea que se mantiene como récord en Euskadi, sus exhibiciones suelen ser contra dos o tres tableros. “El récord del mundo lo tiene Miguel Najdorf, un jugador de origen polaco que jugo una simultánea a ciegas contra 45 tableros. Luego hubo un jugador alemán que hizo 46 pero ayudado por un ordenador en el que podía ver los tableros sin piezas de cada partida” , apunta este amante del ciclismo que antes de dedicarse en cuerpo y alma al ajedrez hizo sus pinitos sobre la bicicleta de carretera en el club ciclista de Trapagaran a las órdenes del recordado Eusebio González Hierro. “Estuve un tiempo hasta juveniles pero como vi que no era muy bueno así que colgué la bici”, señala este padre de familia que confía en que su vástago, también miembro del club y jugador en deporte escolar, siga sus pasos. “Yo no hice nada especial para inculcarle el gusto por el ajedrez pero a fuerza de ver el tablero en casa primero se empieza jugando con el y poco a poco te va picando el gusanillo”, comenta este directivo de la Peña gallartina que como tantos clubs de deportes minoritarios adolece de jóvenes practicantes “de este deporte que favorece el ejercicio y desarrollo de aptitudes mentales como la concentración de la atención, memoria, abstracción, razonamiento o la coordinación”, apunta sin mirar al tablero.