Aitor Madariaga, ‘baraka’ en estado puro
Hijo de un payaso de los ‘Hermanos Baskonia’, fue roquero, mago y cámara de televisión antes de crear una productora
SIEMPRE he intentado hacer cosas diferentes”. Esta frase, dicha por él mismo, es la que mejor define a Aitor. Su currículum vital y profesional lo confirma. A los 13 años montó con unos amigos el grupo de música rock Isidoro y su colección de puertas plegables. A los 16 hacía magia con el nombre artístico de Profesor Mada en las galas benéficas que participaba junto a su padre, Eguzki Madariaga, uno de los dos payasos de los Hermanos Baskonia. A los 24, tras acabar la carrera de Bellas Artes, en la especialidad de Audiovisuales, se puso a dar clase de producción y realización en la Escuela de Cine y Vídeo de Bilbao. Y siete años después, a la vez que trabajaba de cámara para TV3, montó con Edurne, su mujer, la productora Baraka Comunicación Audiovisual. Bautizó así la empresa “para que quede claro que somos de Barakaldo”, dice riéndose. Su afán por hacer las cosas diferentes, también en el trabajo, le llevó a diseñar y patentar una cabina para hace stop motion de las obras, colocar cámaras en las grúas? y hasta sacarse el título de piloto de drones. Con ellos logra unas espectaculares imágenes en los vídeos que le encargan. Y para completar su espíritu innovador y aventurero, en vacaciones coge el Dos Caballos que tiene en el garaje para recorrer Europa.
Aitor se crió en un ambiente familiar muy peculiar ya que su padre, que era mecánico de bombas de agua, hacía de payaso en sus ratos libres. “A mí me contó que a los 11 años fue al circo y dijo: Esto es lo mío”, recuerda Aitor. Y eso es lo que hizo durante muchos años, además de trabajar, claro. Hizo reír a muchísima gente junto con su compañero de escena, Pedro Ochandiano, primero en el Circo Amateur del Club Deportivo y posteriormente con la Caravana de la Alegría. Y a Aitor le pasó algo parecido porque “a los 11 años empecé a hacer magia con él”. “Me gustaba ese mundo, se me da bien y además ganaba algo de pasta”, recuerda. Así que mientras sus amigos se divertían los fines de semana, él se iba a hacer bolos con su padre, sacándose palomas de la chistera.
Con el dinero de la magia, además de costearse las vacaciones y los estudios, pudo comprar su primera guitarrra y comenzar a tocar en grupos. Primero con el de Isidoro y posteriormente con General Lee. Pero tanto la magia como la música no le distrajeron de su principal cometido: estudiar. Primero se matriculó en Ingenieros, pero lo dejó. “No era lo mío”, dice, “había demasiada teoría y poca práctica”. Entonces se enteró de que existía la posibilidad de estudiar Audiovisuales en la Facultad de Bellas Artes. “Me metí en ello y acerté de plano, porque sigo trabajando en ello y es lo que verdaderamente me gusta”, explica.
Tras acabar la carrera comenzó a dar clase en una escuela de cine y a “hacer otras cosas”. Por ejemplo, participó en la realización del primer corto de Alex de la Iglesia. Compaginó docencia con trabajillos hasta que decidió montar una productora. Eso fue hace 18 años y desde entonces no ha parado de innovar con el objetivo de ofrecer a sus clientes, ya sean instituciones o empresas, las mejores imágenes. Recuerda con orgullo que en Baraka tuvieron “el segundo grabador de DVD que entró en Bizkaia”. Hoy tienen drones. Sí, porque Aitor hace tiempo que llegó a la conclusión de que “la imagen aérea había que integrarla”. El cómo hacerlo se le ocurrió cuando elaboraba un trabajo para la UTE que construía la Supersur. “Traer helicópteros salía muy caro, así que se me ocurrió colocar cámaras gopro en las grúas”. Con ese inventó consiguió hacer planos aéreos, pero enseguida se preguntó: ¿Y si no hay grúas? Entonces fue cuando se planteó la posibilidad de incorporar drones. Para ello se sacó la licencia de piloto de este nuevo artilugio. “Fueron sesenta horas de teoría y veinte de práctica”, aclara.
Licencia
Con el título en la mano, inició el calvario administrativo para que le concedieran el permiso para poder operar con drones. El esfuerzo burocrático mereció la pena. Hoy en día puede decir que “somos la primera productora con licencia”. Incorporados los drones, Aitor ya piensa en otras innovaciones. “Ahora le estoy dando vueltas a la realidad virtual”, dice. Pero esa será otra historia. Lo que no es virtual son las excursiones que se hace con un Dos Caballos de los años 60. “Es otra forma de viajar, una aventura”, afirma, También en esto ha seguido la estela de su padre. “En casa siempre hemos tenidos Dos Caballos”. Así que él mantiene la tradición. Y sus hijas también. Paula e Irati le han dicho que cuando se saquen el carné se comprarán uno.