bilbao - Antes de nacer, asegura, ya vivía en Nabarniz aunque viese sus primeras luces en Bilbao. No por nada, sus orígenes se enclavan en aquellas tierras. Tan es así, que el doctor Pedro Ensunza recibió el Premio Hemendik Saria, edición Kostaldea, como reconocimiento a su trayectoria profesional, más allá de su presidencia de IMQ, cargo que ejerce desde 1998. Hoy por hoy es coordinador de la Unidad de Oncología de la Clínica IMQ Zorrotzaurre y médico de Oncología Radioterápica en esta entidad y trabaja en el bilbaino Hospital Universitario Basurto desde 1974. En la actualidad es jefe de sección médico del servicio de Oncología Radioterápica de dicho centro sanitario y es, por encima de todas las cosas, un médico humanista y un hombre de bien.

La primera es obligada: ¿Jugaba a médicos y enfermeras en su infancia?

-¡Qué va! Jugábamos a sacudirnos. En mi familia no había ninguna tradición médica y mis inclinaciones en el juego no iban por ahí.

¿Cuándo se torció la vocación, entonces?

-Ja, ja, ja. Cuando terminé el bachiller no tenía claro qué hacer y, por circunstancias, decidí marchar a Zaragoza y estudiar medicina.

Cuesta imaginar a alguien con la vocación encaminada hacia la oncología...

-Siempre digo que es una especialidad dura. Cuando solicité la plaza al Hospital de Basurto pedí cardiología pero me ofrecieron la plaza de electrorradiología. Por aquel entonces eran los encargados de tratar los cánceres. Hay que ver cómo ha evolucionado la medicina en este campo desde entonces.

¿Recuerda la primera vez que le dijo a un paciente: usted tiene cáncer?

-En aquella época no usábamos la palabra cáncer, siempre hablábamos de tumor. Los pacientes ya relacionaban por si mismos y muchos no preguntaban más. Hoy en día lo explicamos todo.

¿Eso es bueno o malo?

-Es la ley. La Ley General de Sanidad explica que el paciente tiene derecho a conocer su estado. Otra cosa es que el paciente lo desee.

Y usted es partidario de...

-Para bien o para mal -más bien para mal...-, la mayoría de los familiares piden que no digamos nada. Yo creo que cada uno es dueño de su vida.

¿No les alivia no tener que comunicarlo?

-Hay técnicas y habilidades para hacerlo y la experiencia también le enseña a uno. No me gusta decirle a alguien “usted tiene cáncer”, nunca lo he hecho. Bueno, sí. En cierta ocasión tenía un paciente que no entendía el proceso de su enfermedad y se resistía al tratamiento. Le llamé a capítulo...

¿Y?

-Le dije que tenía cáncer. Se sorprendió y se asustó bastante. Y le tuve que explicar que se lo decía para que comprendiese que se lo decía para que entendiese porqué le hacíamos lo que le hacíamos.

Se le ve en San Mamés con asiduidad... ¿Recuerda el día en que descubrió que no sería jugador del Athletic?

-He sido forofo pero nunca he pensado en ser futbolista pese a que jugaba de defensa lateral izquierdo y llegué a jugar con Anton Arieta. Recuerdo cuando venían del Indautxu, siempre de punta en blanco, a Durango. Elegantes, sí. Pero les ganábamos casi siempre.

Siendo hijo sentimental de Gernika, ¿Qué hubiese rescatado, más allá del imposible de las vidas, de aquel terrible bombardeo?

-Nací en 1950 y aunque, no lo viví, he jugado en las ruinas de edificios destruidos por la guerra. He visto fotos muy bonitas y alguna que otra iglesia que yo ya no la conocí.

Vivió, eso sí, la dura posguerra de los silencios...

-Aunque en casa había miedo a que habláramos, en la calle lo hacíamos con toda naturalidad. Incluso jurábamos en arameo. Y recuerdo cuando en casa intentábamos oír Radio París. Con las interferencias aquello era una jaula de grillos.

¿Le dolió salir de Gernika?

-Hasta que terminé mi carrera mi casa fue Gernika. Luego me desplacé a Algorta pero aún conservo mi cuadrilla a la que visito muy de cuando en cuando en el txoko. Me van a matar porque siempre me dicen que ya apenas voy, pero en fin...

¿A qué dedica el tiempo libre?

-De chaval me gustaba el latín, llegue a hablarlo a la perfección con todas sus declinaciones. Y la bicicleta. Aún hoy, hago unos 6.000 kilómetros al año.

¡Un Tourman!

-¡Qué va! Soy socio de la Sociedad Ciclista Punta Galea y tengo compañeros jubilados que hacen 16.000 al año. Eso sí, mandé a DEIA en 2011 una foto mía en la cima del Galibier.Volvamos a la consulta. ¿El cáncer no mata tanto como antes?

-Depende del estadio de la enfermedad en el que se diagnostique. En los iniciales, el 90 o 95 por ciento de los casos tiene tratamiento. El mayor avance está ahí, en el diagnóstico precoz.

Hoy en día, ¿qué tratamiento es el más eficaz?

-En el primer y segundo estadio, la cirugía es la mejor vía terapéutica. Luego está la radioterapia y, en fases más avanzadas, la quimioterapia. La ciencia ha avanzado una barbaridad y hoy se habla de la cronificación del cáncer pero todavía tenemos avances modestos en ese campo. Hoy por hoy, es solo ganar unos meses.

El cáncer avanza más cuanto más joven es uno

-No exactamente. Depende, sobre todo, de la predisposición genética.

Hablemos, entonces, de estudios a la carta...

-Yo he apostado por una atención personalizada desde mis orígenes. Nunca he sido partidario del café para todos en la medicina.