BEGOÑA Eizaguirre heredó de su aita la afición a la fotografía y el espíritu solidario. Ella, por su parte, aportó una vocación artística como pintora y un perfil muy viajero. El resultado de todas estas cualidades se puede ver estos días en el Café La Granja, donde expone unas fotografías sacadas en la India durante un viaje realizado este mismo año. La exposición se titula Sonrisas y Miradas, y todo lo que se saque en la subasta de las obras se destinará a los proyectos que la Fundación Vicente Ferrer desarrolla en el país asiático. “Quería que fuesen retratos porque una mirada así te dice algo”, señala. Con esta iniciativa Begoña quiere devolver el cariño y la “lección de vida” que le dieron las personas que viven “con apenas nada” en Anantapur. Porque a ella, como a otras muchas personas, un viaje a la India le “marcó” para siempre.

Begoña lleva media vida dedicada al cuidado de sus padres. Primero, fue su aita, que padeció durante más de veinte años la enfermedad de Parkinson, y actualmente, se ocupa de su ama, que, “aunque está bien con 87 años, hay que estar pendiente de ella”. La atención de sus padres hizo que Begoña renunciara a una carrera profesional propia como puericultora en las guarderías de BBK. Así que la pintura, la fotografía y los viajes, se convirtieron desde hace tiempo en el “escape” y la “toma de oxígeno” de sus quehaceres habituales.

El gusto por la fotografía le llegó a través de su aita. “Era muy aficionado, iba a concursos y solía ganarlos”, cuenta. Esa afición la cultivó su padre durante los veranos que pasaban en Poza de la Sal (Burgos), “el pueblo de Rodríguez de la Fuente”, advierte. Allí, en las famosas salinas de la Bureba, el padre de Begoña se dedicó a fotografiar a los pastores. Y viendo lo que hacía, Begoña tuvo la oportunidad de hacerse con una máquina de fotos que le regaló su hermano, ya que a él le había tocado otra en un concurso. “Así que empecé a sacar y me enganché”, dice. Hasta hoy, que viaja a cualquier lugar del mundo con su inseparable cámara. El espíritu viajero también lo empezó a desarrollar desde muy joven. “Siempre me ha gustado”, señala, “sobre todo viajar a países donde a la gente le faltan cosas; por eso me gusta reflejar en la fotografía esas realidades”. A través de esos viajes ha conocido “medio mundo”. Ha estado en Vietnam, Birmania, India, México, Sri Lanka, Marruecos, Estados Unidos, Alemania... pero el que más le impactó fue un viaje que hizo a la India en 2012. “Anteriormente ya había estado en plan turista, pero ese año fui a ver la obra que realiza la Fundación Vicente Ferrer en Anantapur”, dice. Recuerda que en aquella época “no me encontraba muy bien de ánimo, pero alguien me lo recomendó y fui”. Y volvió renovada. “Aquel viaje me marcó porque valoras las cosas de otra manera; aquí vives con todas las comodidades y te quejas, y allí, que viven sin nada, te regalan unas miradas y unas sonrisas que me llegaron al alma”. De regreso, comenzó a colaborar en la ONG que fundó Vicente Ferrer, “en lo que puedo”, dice. Precisamente, su relación con la Fundación se inició gracias a su faceta como pintora. Un buen día se acercó hasta la cafetería Lepanto para ver si podía exponer sus cuadros. Y allí conoció a Manu Orozko y a su mujer, Celia, almas solidarias donde las haya y colaboradores de varias ONG. “Me gustó mucho y me llamó la atención el rincón solidario que hay en el bar”. Y allí le salió la oportunidad de viajar a Anantapur, que no la desaprovechó, algo que ha repetido este mismo año, cuando una expedición organizada por Manu fue a inaugurar una potabilizadora de agua. En este viaje es cuando Begoña decidió sacar estas fotografías de Sonrisas y Miradas.

Subasta Estos días se muestra ilusionada ante la exposición y subasta de las obras, que tendrá lugar el próximo viernes, día 28, en el Café La Granja. “El objetivo de la subasta”, señala Begoña, “es conseguir ingresos para comprar 50 bicicletas destinadas a las niñas que estudian secundaria para que puedan ir al colegio”. La treintena de fotografías que se subastan saldrá con un precio de salida de 40 euros. Previa a la subasta habrá una actuación de danzas indias a cargo de Durga Pondel, una mujer nepalí y residente en Bilbao. Mientras llega ese día, Begoña seguirá cuidando de su madre y aprovechando los ratos libres para pintar, una afición que siempre tuvo desde pequeña. Para canalizarla tomó clases con el gran profesor Manuel Balsa, el Ruso, y posteriormente con Félix Aguirre, con el que sigue dando pinceladas solidarias.