HACE 120 años se produjo un acontecimiento que cambiaría de plano el porvenir de Basauri. El 17 de septiembre de 1894 se ponían en marcha las máquinas de La Basconia, que prácticamente no pararían hasta 75 años después. A partir de aquel momento, el ritmo del municipio comenzó a moverse al compás de una factoría que condicionaría la demografía y el tejido empresarial en las siguientes décadas. Dos ex trabajadores de la fábrica cuentan a DEIA cómo era la vida de aquel pueblo que vivía alrededor de la desaparecida compañía.
Pedro Yanguas, de 71 años, entró a trabajar en La Basconia con apenas 15 años y permaneció allí hasta que en 1969 La Basconia fue absorbida por Altos Hornos. Según señala, desde la perspectiva actual es difícil imaginar hasta qué punto el pueblo dependía de lo que ocurría en aquel terreno de Larrazabal-Kareaga. “La Basconia tenía una magnitud enorme, pero además, en torno a la fábrica surgieron otras muchas empresas y florecieron muchos comercios en el pueblo. Por otro lado, se construyó muchísimo, sobre todo en la época en la que fue alcalde el constructor Emilio Escribano, y vino muchísima gente a vivir a Basauri. El pueblo fue cambiando muy rápido”, explica.
Varios de los industriales vizcainos más poderosos de la época -entre ellos Víctor Chavarri- habían puesto en marcha La Basconia con el objetivo de destinarla a la fabricación de hoja de lata. Sin embargo, la producción se fue diversificando y multiplicando. De ahí que la empresa llegase a adquirir esa importancia. “Llegó un momento en el que se hacía absolutamente de todo, desde los postes de Iberduero hasta el arco de San Mamés o el Puente de Deusto”, añade Yanguas. La que hasta finales del siglo XIX había sido una población agraria se transformó en lo más parecido a los Tiempos Modernos de Chaplin.
Dioni Renteria nació hace 90 años en Mundaka, aunque con seis años llegó a Etxebarri y, poco después, a Basauri. En el año 1939 entró a trabajar y no abandonó la empresa hasta el cierre en 1969. En tres décadas en la fábrica las vio de todos los colores, y no niega que muchos recuerdos son negativos: “Había jefes que eran unos auténticos tiranos y recuerdo a uno que tenía una pistola”. Yanguas también dice haber oído hablar de aquel temido encargado y haber vivido el chantaje de parte de quienes tenían mano en la compañía. “Las viviendas de muchos de los trabajadores estaban vinculadas a la fábrica y a menudo había un chantaje por parte de algunos jefes”, señala.
Entre lo más positivo que recuerdan tanto Yanguas como Renteria está el dinamismo que generó La Basconia en la transformada localidad. El colegio San José, el primer teatro Social o el propio equipo de fútbol del mismo nombre, por citar solo algunos ejemplos, son hijos de aquella época. La fábrica también contribuiría a cambiar la composición sociodemografica de la localidad. “Venía a trabajar mucha gente desde el valle de Arratia o del Alto Nervión y muchos se quedaban a vivir en Basauri. La mayoría hablaba euskera, aunque en aquella época no te permitían decir ni egun on. Además, llegaba mucha gente de España: de las dos Castillas, de Andalucía...”, explica Yanguas. A pesar de todos aquellos vaivenes poblacionales, Renteria considera que “la convivencia en el pueblo era muy buena”.
La Basconia fue, sin embargo, víctima de su propio éxito. Las fábricas que comenzaron a surgir a su alrededor fueron, en muchos casos, mejor gestionadas y contribuyeron a su final prematuro. “La técnica de La Basconia era muy buena, pero estaba muy mal gestionada. Los que trabajamos allí fuimos recibidos con los brazos abiertos en otras empresas en las que nos ofrecían mejores condiciones”, indica Yanguas.
El cierre no supuso, por tanto, ningún trauma para el pueblo. Al contrario que ocurriera con su surgimiento, el final de la empresa tuvo un impacto menor.
“No fue ningún drama. Los que nos fuimos a Altos Hornos comenzamos a ganar más dinero, aunque ahora había que desplazarse para trabajar”, concluye Renteria. 45 años después de su cierre, sin embargo, Basauri se sigue acordando de la compañía que cambió el pueblo para siempre.