Su origen, al parecer, es africano aunque no queden testigos que puedan dar fe. No por nada a la pelea con puños se le atribuye una larga antigüedad (se calcula que nació allá por el año 6000 antes de Cristo...), por mucho que la historia consagre la paternidad del boxeo a John Sholto Douglas, marqués de Queensberry, padre del actual reglamento pugilístico (1867) y precursor del uso de guantes de boxeo, muy similares a aquellos que, en los años negros del tongo, se vaciaban de crin para que los nudillos hiciesen la función de navajas de barbero en mentón y cejas del contrincante.

Ni tan lejano ni tan reciente en el tiempo. Cuenta la Wikipedia, oráculo de Delfos del siglo XXI, que en el año 688 a. C. el boxeo fue incluido en los XXIII Juegos Olímpicos de la antigüedad con el nombre de pygme o pygmachi, y que en aquellos días se consagró como primer campeón olímpico de boxeo Onomastos de Smirna. En Grecia los púgiles se entrenaban con sacos de arena llamados korykos y utilizaban unas correas de cuero llamadas himantes, que les cubrían las manos y muñecas, y a veces en los antebrazos, aunque dejando los dedos libres.

Ayer pisaron el ring del Club Deportivo de Bilbao, que preside José Luis Lasa, los descendientes de Onomastos; hombres y mujeres que disputaron los campeonatos de Euskadi de boxeo olímpico en una velada singular: con las sillas de ring convertidas en mesas bien abastecidas de jamón y vino y más de mil personas poblando las gradas. Fue, sin dudarlo, un canto a la esperanza de la resurrección del boxeo en Bilbao, donde antaño tuvo tanto predicamento.

Tanto, tanto que ayer todavía hubo en el viejo frontón quien le recordaba a Andoni Amaña, el último campeón de esta tierra, su pelea por el cinturón europeo contra el yugoslavo Marijan Benes en la plaza de toros, donde le dio una buena tunda. Más tarde volvería a intentar el título contra el británico Tony Simpson. Para llegar a esa segunda pelea hubo de tumbar al tailandés Saensak Muangsurin, diez veces campeón del mundo. Aquellos combates, a caballo entre los años setenta y ochenta y posteriores al fenómeno Urtain, fueron el comienzo del fin del boxeo en la villa. No ha vuelto a levantarse de la lona.

¿Fue ayer el principio de una nueva era...? Es mucho decir, pero la velada atrajo a un público considerable. Entre ellos se encontraban Toni Falcón, Emilio Olabarria, Maitane Leizaola, ansiosa por volver a Bermeo y conocer de primera mano los estragos del fuego, Sabin Anuzita, Isabel Sánchez Robles, Marta Ajuria; el presidente de la Federación Vizcaina de Boxeo, Carlos San José; el viejo gallo francés con alma bilbaina y rojiblanca, Luis Fernández; Joseba Solozabal, Esteban Camino, el farmacéutico Manu Unceta; Antxon Urrosolo, Vicente Gómez, K-Toño Frade, Isidro Elezgarai, Enrique Thate, Iñigo Urrutia, Manu Gotor, Carlos Olmos, Cristina Sierra, Jon Ruigómez y un buen número de aficionados al arte pugilista.

A la cita, con Eduardo Velasco como speaker con pajarita, al más puro estilo Las Vegas, tampoco faltaron Ángel Gómez, Juanjo Aurtenetxea y su hijo Julen Aurtenetxea; Ágata Aurrekoetxea, Leire Pildain, hija del inolvidable Genero, el del Guria, Alejandro Prieto, Salvador Olmos, Cristina Mendiguren, José Capetillo, con cintura y pies de Ali (Mohamed, por supuesto...) para resolver cualquier problema; Joseba Mendibelzua, y un buen número de asistentes. Al amortiguarse las luces, espesarse la atmósfera con el humo frío y comenzar a sonar la banda sonora de Rocky, dio la impresión de que sí, de que es posible recrear ese mundo, entre canalla y glamuroso, del Madison Square Garden. Saltaron las 16 cuerdas Mikel Sortino y Andrés Ábrego para el primer combate, categoría joven de peso welter ligero y dio la impresión de que el Club Deportivo puede obrar el milagro.