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El Grand Tour y un Nueva York en zapatillas

El Grand Tour y un Nueva York en zapatillasfoto: josé mari martínez

Es una historia con glamour, una de esas costumbres de los viejos tiempos que, al conocerlas, ya se añoran. El Grand Tour, era un largo viaje por Europa que tuvo su auge entre mediados del siglo XVII y la década de 1820, cuando se impusieron los viajes masivos en ferrocarril y la seguridad del viajero quedó más garantizada. Los jóvenes aristócratas, llamados turistas durante el viaje, recorrían un itinerario por ciudades continentales como complemento a su formación académica: un viaje para conocer el arte y la historia del mundo clásico y la civilización occidental.

Al parecer el término y la costumbre tiene sus orígenes en el siglo XVI aunque su planteamiento como viaje formativo podría remontarse al Renacimiento, cuando los intelectuales humanistas y los artistas realizaban viajes a Italia a fin de familiarizarse con la cultura clásica. La primera vez que un viaje de este tipo apareció referenciado como Grand Tour fue en una obra del jesuita y viajero Richard Lassels, que en 1670 recomendó un itinerario por Italia que llamó así en su Viaje al centro de la tierra.

En esa historia se ha inspirado el pintor Ignacio Goitia para su último trabajo titulado precisamente así, The Grand Tour, y que ayer fue inaugurado en la galería de arte Lumbreras de la calle Henao. Junto a él, en la planta baja de la galería, fue presentado también el trabajo fotográfico de Lorenzo Lumbreras, Nueva York. Dignificación de lo cotidiano, donde se recogen instantáneas de una Gran Manzana sin rascacielos, de un Nueva York cercano, se diría que en zapatillas. Y ambas historias, claro, lo petaron, como se dice hoy en día.

Bajo la técnica de acrílico sobre tela teñida de té, Ignacio recrea grandes esculturas clásicas, espolvoreadas con figuras provocadoras (y casi se diría quie irreverentes...) que llaman la atención: lo mismo un coro de mujeres vestidas con lo que parecen burkas pero resultan ser capas de Balenciaga, que trepadores de estatuas o dos hombres que bailan un vals en la Escala Regia del Vaticano: cualquier elemento extraño le sirve. Se recrearon en su trabajo Alejandro Muguerza, quien cerró el trato con el galerista Juan Manuel Lumbreras desde Miami; María José Darriba, Begoña Lumbreras, quien hoy lleva las riendas de la galería junto a su padre; Florence de Brontes, marquesa de Brontes, recién llegada de París; Michelle Coorengel, Jean Pierre de Castella, Salomé Franco, Ernesto Alfaro, Gabriel Puig de la Bellacasa, Franz Potizek, Xavier Watterbled, Natalie y Goretti Abreu, Victoria Ryan Lobo, Isabel Iriondo, Alejandro Gaytán de Ayala, Pilar Urizar o Montse Zabala entre otros invitados que abarrotaron la galería llegando de un sinfín de latitudes.

No fueron los únicos presentes en una tarde marcada por el arte a fuego vivo. A la cita tampoco faltaron la mujer de espíritu artístico, Maite Viñas, Begoña Bilbao Antepara, Toño Foraster, Cristina Mariscal, Pepa Muguerza, Julio Eguiluz, Teresa Molina, Jesús Cañada, presidente del Colegio de Arquitectos de Bizkaia y recién distinguido por el Athletic tras medio siglo de socio; Fernando García Macua, Raquel Emperador, reina del marketing en el IMQ; Joseba Viar, Iratxe de Madariaga, Ana Gaminde, Xabier Múgica, Jorge Inchausti, Sara Vicinay, el londinense Simon Gardner, el pintor Pablo Ugartetxea, quien a partir del 17 de mayo expondrá en la fábrica Astra de Gernika un trabajo transgresor: el bombardeo de Gernika a manos (si es que las tienen, que habrá que verlo...) de extraterrestres; Iranzu Arginzoniz, la dama del Jai Alai; el diseñador Óscar del Hoyo, Beatriz Marcos, Iñigo Lejarza, Justo San Felices, Alicia Fernández, directora de la Sala Rekalde; Lucinio Losada, Ainhoa González Gardeazabal, Elena Puccini, Cornelia Negueruela, Marie Nöelle Aranguren, Manuel Delclaux, Carlos Basauri, Santiago Silván y una larga nómina de invitados que recorrieron el mundo entero en apenas un puñadito de metros cuadrados. Gracias de la imaginación.