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Un trovador vasco-holandés

Peter Abels dejó un trabajo estable en Amsterdam para regresar a Euskadi donde decidió dedicarse a la música

Un trovador vasco-holandésJ. M.Martínez

PETER no puede vivir alejado del mar y las olas. No puede dejar de sentir el salitre en su cuerpo por espacios de tiempo muy prolongados. "Es terapia", dice. Por eso, su vivienda, un apartatxoko (nuevo término para denominar un garaje habilitado), se encuentra a escasos metros de los arenales de Sopelana. Y por eso también, en agosto de 2008 decidió abandonar Amsterdam, "que tiene mar, pero no es lo mismo", para volver a sus raíces. Sí, porque Peter nació en Bilbao y se crió en Algorta, pero ha vivido en Holanda más que en Euskadi. Hijo de vasca y holandés, sus 43 años de vida han transcurrido a caballo entre los dos países. Así que señala orgulloso que tiene una "doble visión, una doble cultura". Y gracias a ello domina tres idiomas (holandés, castellano e inglés) y la música forma parte de su ADN educativo. Apoyado en esas dos herramientas, idiomas y música, Peter decidió hace más de cuatro años y medio, dar un giro de 180 grados a su vida. Dejó la ciudad holandesa de los coffee shops, donde tenía un trabajo estable, para dedicarse a lo que más le hace feliz: cantar con su guitarra. "Al final, en esta vida hay que elegir", dice para justificar su decisión. Peter ha apostado duro por labrarse un futuro profesional en la música. Este año quiere grabar su primer disco. Mientras llega ese momento se bandea dando clases de inglés y actuando en pubs y bares de amigos. Ah, y tiene en mente un proyecto muy interesante: enseñar idiomas a los niños a través de la música.

"Yo soy cantante desde que nací", declara Peter antes de empezar a contar su periplo vital. Al igual que el mar, necesita la música para sobrevivir. "No puedo estar sin hacerlo un solo día", dice Peter, refiriéndose a tocar la guitarra o a cantar. Sus primeros pinitos musicales los hizo en el coro de la iglesia y en la escuela holandesa donde estudiaba, porque allí, "la música era una asignatura". Con esa base y con la ayuda de su padre, que le compró su primera guitarra y le "obligó" a aprender a tocarla, Peter fue adquiriendo una cultura musical bastante sólida. Además, en su casa nunca faltaron los éxitos musicales del momento que su padre, editor y músico aficionado (tocaba el clarinete), conseguía en Londres o en cualquier otra ciudad del mundo. Así que Peter fue creciendo en un ambiente musical... y viajero.

Elección Viajero porque Peter fue creciendo entre Euskadi y Holanda. "Tenía dos familias", cuenta. Tras criarse en Getxo, a los 10 años fue a vivir a Holanda. Posteriormente, volvió a Bizkaia en la "época de la pubertad". Pero fue por poco tiempo. En 1992, regresó al país de los tulipanes por un periodo de cinco años. Y otra vez, vuelta a sus lugares de origen. Así hasta que en 1998 decidió instalarse "definitivamente" en Amsterdam. Pero un buen día, en agosto de 2008, decidió que era el momento de "tomar una elección". "No se puede estar en dos sitios a la vez", sentencia. Dice eso porque su trabajo estable en una empresa de logística estaba en Holanda y su mente en el Cantábrico. Concretamente en el mar y las olas de la costa vasca. Así que pasó página y buscó un alojamiento a través de un amigo en un lugar cercano a la playa de Sopelana. Y ahí sigue.

Sobrevive gracias a las clases de inglés que imparte y a los bolos musicales. Pero está feliz porque es lo que ha elegido. Además tiene varios proyectos en mente. El primero, editar un disco. "Estoy seguro de que este va ser un año interesante para mí", pronostica. Peter está convencido de sus posibilidades como vocalista y cantautor, "que también compongo", aclara. Por eso, en el disco que quiera sacar al mercado incluirá versiones de otros autores y temas propios. Este sería un paso fundamental para su carrera ya que la "meta" de Peter es ser "un profesional de la música". "Voy a hacer todo lo posible para conseguirlo", señala. Pero sin abandonar otra idea que tiene en la recámara: música para niños. "Yo creo que se puede hacer mucho con la música", dice, "por ejemplo aprender idiomas". Él mismo reconoce que progresó mucho con el inglés gracias a las canciones que aprendía en la escuela y con los discos que escuchaba en casa. "Lo importante", insiste Peter, "es contextualizar la música en la vida, en la educación". De ahí que le apasione el proyecto con los niños. "Me motiva mucho porque si queremos cambiar el mundo tenemos que invertir a largo plazo en los niños", reflexiona.

Mar Mientras da forma a sus proyectos, Peter aprovecha cualquier oportunidad para practicar su deporte favorito, el surf. "Me da mucha vida", dice, aunque últimamente no ha podido meterse mucho al agua por una lesión en el brazo. Para Peter el mar "es un amigo, algo que no se va a ir nunca". Por eso lo contempla siempre que puede y se mete al agua para "escucharse" a si mismo. De esas meditaciones salen sus letras y las canciones que luego interpreta ante en un pub rodeado de amigos.

A pesar de que le cuesta alejarse de su querido mar Cantábrico, de vez en cuando se traslada a Amsterdam "porque allí sigo teniendo familia, una hermana, sobrinos, primos..." y porque Peter sigue teniendo el corazón dividido entre Holanda y Euskadi. "Holanda es un país muy interesante", dice. Y lo resume con un ejemplo muy gráfico: "Allí se sabe que como se rompa el dique, como no nos unamos, nos ahogamos todos, por eso en Holanda se ponen la bases para un buen entendimiento". ¿Y Euskadi, qué le parece? "Aquí hace falta más unión", contesta. Una unión que bien pudieran propiciar la música de Peter, todo un trovador marino.