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Carricoches llenos de esperanza

La crisis también afecta a las personas que se dedican a vender chatarra tras recorrer los contenedores

Carricoches llenos de esperanzaFoto: David de Haro

BILBAO. Un hombre de mediana edad empuja un carricoche vacío por el centro de Bilbao. No va a recoger a su bebé a la guardería, sino que busca entre los contenedores de basura aquella chatarra que pueda vender luego a peso. Es su forma de ganarse la vida en mitad de una crisis que hace que algunas personas busquen en lo que los demás no quieren su sustento económico.

Es una imagen que cada vez se repite más en diversos puntos de Bizkaia. Las estrecheces económicas y el consiguiente aumento del desempleo han hecho que más personas recurran a la chatarra como única fuente de ingresos. Quienes llevan a cabo esta práctica responden a varios perfiles, pero destacan los inmigrantes. Un ejemplo de ello son Víctor y su mujer. Llevan poco tiempo en Bilbao pero desde el primer momento trabajan sin descanso desde una hora muy temprana de la mañana. "Trabajamos muchas horas al día a cambio de vivir en casa de un amigo -su jefe y de algunos chatarreros más-, la comida y 200 euros", explica Víctor, con un escaso conocimiento de castellano. Es consciente de que no puede gastar mucho con ese pequeño sueldo pero "ahora con la crisis el precio del metal está mucho más barato, por lo que hemos salido perdiendo mucho", explica.

Esta pareja y las demás personas que recogen chatarra se encuentran con uno de los avatares básicos de la economía: la ley de la oferta y la demanda. El aumento de recolectores de chatarra también ha incrementado los kilos que se recopilan y, al haber mayor oferta y mantenerse la demanda, los precios, ineludiblemente, bajan. Por ello, esta práctica ofrece menos beneficios económicos que hace un año. "Por un día y medio de trabajo gano unos 20 euros", explica Florin, otro de los chatarreros. Él lleva cerca de seis años trabajando en la villa buscando todo tipo de metal y cobre pero cada día lo tiene más difícil "porque hay mucha competencia". Este rumano-gitano alimenta con su sueldo a sus tres pequeños entre 3 y 11 años, y a su mujer. Pero cada día que pasa es más difícil. "Al mes gano cerca de 250 euros con los que pago la comida y las facturas del agua y la luz. Con lo que sobra intento comprar alguna cosita a los pequeños". No obstante, "afortunadamente" él está empadronado, aquí por lo que "el Ayuntamiento nos ayuda económicamente y pago el alquiler del piso", explica, agradecido.

Es un trabajo que cada vez está peor pagado. En la actualidad, 100 kilos de cobre se venden a unos 10 euros. "¿Ves todo el cobre y chatarra que hay en mi furgoneta?", pregunta mientras señala casi los 200 kilos que tiene en el interior. "Llevo dos días para recogerlo y habré ganado cerca de 20 euros. Si llego", explica. Florin y sus compañeros son conscientes de que es un trabajo duro y también "mal pagado", pero ellos intentan llenar de esperanza sus carricoches día tras día. "Me gustaría trabajar en la construcción", sueña Florin, con la mirada pérdida. De golpe vuelve a la realidad. "Soy consciente de que no hay trabajo ni para los vascos, así que viviré de esto", concluye.

Más robos Pero la crisis no solo provoca que numerosas personas se tengan que dedicar a este trabajo a pesar de su escaso sueldo. Cada vez hay más gente trabajando en el mundo del cobre y la chatarra y la picaresca crece en el sector: muchas personas, además de recoger cobre, también lo roba. Durante los últimos meses las denuncias y quejas por robos han aumentado considerablemente. Roban hasta en los cementerios, desde imágenes religiosas de bronce hasta floreros simples que a primera vista no cuestan mucho dinero. "Es una vergüenza que roben en cementerios y no dejen descansar a los difuntos", se lamenta Vicenta. A ella hace unos meses le robaron los floreros y un crucifijo que tenía en el cementerio. No le importa el coste económico que ello supone, "no vale mucho", explica, pero le parece una "falta de educación" que "entren hasta en estos sitios", critica, enfadada.