Santurtzi

CON las manos frías del agua y los pies descalzos, las mujeres del pasado siglo de Santurtzi marcaron la historia del municipio. Sardineras y rederas perduran como un símbolo de la localidad; una seña de identidad que, a pesar de que apenas sobreviva alguna, nunca se borrará. En la pesca, las mujeres no participaban pero sin ellas no hubiese sido posible vender ni una sardina. Elaboraban las redes con las que los hombres pescaban, las reparaban antes de zarpar en el navío y vendían las capturas de la noche en el mercado. Una exposición ha recogido hasta ayer en la Casa Torre la evolución de las mujeres santurtziarras.

Por la orilla de la ría caminaban las sardineras, desde Santurtzi a Bilbao, como reza la popular cantinela. Con la cesta en la cabeza y unas 600 sardinas frescas, demostraban su equilibrio con una mano en la cintura y la otra moviéndose al compás de sus piernas. Desde lo alto de Mamariga observan el puerto para ver la llegada de sus hombres. Si los barcos traían el redeño alzado, era señal de que tenían que bajar deprisa al puerto porque había pesca y comenzaba el trabajo.

Muy pocas sardineras sobreviven aún en Santurtzi. Pero sus historias son conocidas por todos, dentro y fuera de sus mugas. "Trabajaban en casa y fuera de casa, y algunas como Sotera, por ejemplo, han pasado a la historia únicamente por su trabajo, por estar todo el día en el puerto, a pie de cañón", explica Raimundo Flores, Mundi, presidente de la compañía de danza y cabezudos Mendi Alde.

La vida de las mujeres santurtziarras giraba en torno al puerto, de donde sacaban lo necesario para sacar la familia adelante. Era un trabajo compartido entre hombre y mujeres, ellos partían cada noche a El Abra y a su vuelta ellas regateaban con los pescadores, limpiaban las sardinas, las salaban y alrededor de las ocho de la mañana, partían hacia la villa bilbaina para vender a gritos en el mercado su mercancía fresca. "¡Sardina freskue!".

Sus huellas han sido vitales para la evolución de Santurtzi. Su fama, su trajes tradicionales, sus canciones... La herencia de las mujeres santurtziarras en inmensa "y todo gracias a su trabajo, porque no tenían más herramientas para destacar", apunta Flores, quien hace especial hincapié en la labor de las rederas.

Trabajo con las redes "Igual de las rederas se habla menos, pero sin ellas no hubiese sido posible hacer nada, no se hubiese podido pescar", razona. La sociedad santurtziarra funcionaba en cadena, y la mujer era quien la engrasaba. La pesca de bajura suponía para las mujeres una labor diaria, la de remendar las redes que durante la noche destrozaban los peces. Y lo hacía en el pórtico de la iglesia -cuando ésta aún estaba junto al puerto-, o en el muelle del puerto estirando las redes al sol, remendándolas mientras las tensaban con la ayuda de los dedos de los pies.

La pesca era el único pilar de la economía en Santurtzi. Pero esa realidad fue evolucionando. Las faldas del Serantes eran el refugio de muchos caseríos en los que la mujer, desde niña, se dedicaba a las labores del campo. Pero estalló la guerra y con ella, llegaron los cambios. "Las baserritarras tuvieron que cambiar sus labores después de la guerra, yéndose la mayoría a servir a las casas", explica Mundi. Sirvientas, niñeras -que estaban mejor remuneradas y tratadas-, costureras, educadoras... La mujer de Santur-tzi comenzaba entonces a abrirse camino en un mercado laboral que, a día de hoy no ha cambiado tanto. El de costurera se tenía por un trabajo femenino y mal remunerado. Las maestras, comenzaron solo pudiendo dar clase en párbulos y únicamente a niñas. Pero supieron, todas ellas, sacar adelante su figura e ir comiendo terreno al monopolio masculino.

Las mujeres del pasado, con su trabajo, han marcado el presente y marcarán el futuro de la localidad marinera. Esa huella, marcada con los pies descalzos sobre el barro no la borra ya ni la marea al subir.