Repartidores de sonrisas
La Fundación Miranda y la Asociación Bikarte dedican su tiempo a hacer felices a mayores y niños DEIA Hemendik Gizarte Ekintza Saria premia el trabajo que ambos desarrollan en Ezkerraldea
Ambas tienen algo en común. Aunque igual no se hayan dado cuenta, la Asociación Bikarte, de Abanto-Zierbena, y la Fundación Miranda, de Barakaldo, son similares. Ambas luchan por devolver la sonrisa y ofrecer unas condiciones mínimas de vida a dos sectores de la sociedad muy relevantes: los niños y las personas mayores. La primera es menor de edad -se fundó en 1997-; la segunda, centenaria. Y las dos han logrado hacerse un hueco en el panorama solidario de Ezkerraldea gracias a la labor de Bikarte con los niños rusos y a la de la Fundación Miranda con los mayores baracaldeses. Por ello, DEIA ha querido premiar sus años de trabajo desinteresado con el premio DEIA Hemendik Gizarte Ekintza Saria, que se les entregará a ambas agrupaciones el lunes, 21 de noviembre, en el Mea-tzari Aretoa de Muskiz. "Que alguien reconozca tu trabajo te ayuda a seguir adelante; estamos muy agradecidos", aseguran desde Bikarte. "El premio coincide con nuestro centenario, así que eso nos genera una doble alegría porque parece que nuestra celebración también se ha trasladado y abierto a los demás. Es una alegría", indican desde la fundación fabril.
Si se hablase del asilo Miranda todo baracaldés sabría a qué se refiere. La Fundación, creada en 1911 por Don Antonio Miranda, ha crecido paralelamente al desarrollo de Barakaldo. No hay vecino que desconozca su existencia. Tanto es así, que los habitantes del barrio en el que se asentó la fundación desde sus inicios, San Vicente, ha solicitado al Ayuntamiento el máximo reconocimiento del municipio para la institución: un reconocimiento concedido ya por todas las agrupaciones políticas que conforman el Consistorio fabril.
Cien años dan para mucho -toda la historia se ha recogido en un libro conmemorativo- y la fundación ha atendido entre las paredes de su residencia de ancianos a un número incontable de baracaldeses. Comenzó su andadura como asilo. Pero este no ha sido su único perfil. Y es que esta emblemática fundación, que comenzó su andadura en el edificio que ahora ocupa el conservatorio de música, también acogió a niños huérfanos, ocupándose de su cuidado y educación.
Esa faceta de la Fundación Miranda volvió a generar un nuevo cambio en su estructura y finalidad. Así, de orfanato pasó a escuela pública; un centro educativo que aún sigue en pie regentado en un primer momento por la Caja de Ahorros Municipal y, en la actualidad, por las monjas de la caridad, bajo el nombre de colegio La Milagrosa. Su buque insignia ahora es la residencia, que lleva su mismo nombre, Miranda, y que descansa junto al primer edificio en el que sentaron sus bases -el actual conservatorio-. Allí, los miembros de la fundación y voluntarios comparten su tiempo con los residentes, que son su leit motiv.
Desde Rusia Más de 80 años después se creó, a 13 kilómetros de Barakaldo, una asociación que centraba todo su esfuerzo en hacer felices a niños rusos venidos desde Chernóbil. La iniciativa surgió de unas familias de Gallarta que mantenían un vínculo con los pequeños de la guerra, quienes pensaron acercar unos diez o doce menores para que pasasen unas vacaciones fuera de casa. "La solidaridad del pueblo de Abanto-Zierbana fue tal que al final fueron cincuenta los niños y niñas rusos los que pasaron aquel primer verano con familias de la localidad", recuerda Josemi Gómez, miembro de la junta directiva de Bikarte. Desde entonces la asociación se ha extendido por todo Euskadi logrando que 2.000 niños hayan sido acogidos entre sus familias durante el verano. "Aunque muchos repiten cada año su visita", advierten desde Bikarte.
"Son niños faltos de salud y cariño, por eso, la mayor satisfacción que se nos queda es ver como, después de haber pasado varios años viniendo al País Vasco, se marchan con una sonrisa, habiendo madurado, con una mirada segura... Esas son las cosas que te marcan de por vida", resume Josemi.
Todos los veranos, al menos un centenar de niños viajan a tierras vascas para disfrutar de unos meses de calor, juegos y cariño. Un grupo menor pasa también las navidades con sus familias de acogida. Sin embargo, el número de acogidos por Bikarte esta temporada estival se ha visto reducida casi a la mitad "por una nueva ley rusa que impide a los niños que están bajo la tutela estatal viajar fuera del país a no ser que se alojen en un campamento", explica.
Sin embargo, este pequeño contratiempo no merma las ganas y la ilusión de la asociación abantoarra, que ya planea la construcción de ese campamento que requiere la ley rusa para no dejar a ningún niño sin vacaciones en Euskadi.
Comenzaron su labor en Bizkaia, pero se ha extendido ya ha todo Euskadi, algo de lo que desde la fundación se sienten más que orgullosos. Su próximo objetivo está ahora en extender la acogida por el municipio que les vio nacer, "porque al principio había muchas familias de acogida pero ahora ha vuelto a decaer el número y eso no puede ser", apunta Josemi mientras se prepara para recibir a la nueva oleada de niños que podrán volver a ver a Olentzero.
Niños y mayores, rusos y vascos. Todos tienen algo en común. Cuando se abren las puertas de las asociaciones que les acogen, se les ilumina la cara. La Fundación Miranda y la Asociación Bikarte, separadas en el tiempo, comparten un mismo objetivo, un mismo fin. Todas y cada una de las personas que forman parte de ellas aspiran a lo mismo. Todos ellos son repartidores de sonrisas.
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