"Salí volando por una ventana"
El joven Jesús López narra cómo esquivó la muerte en el colegio de Ortuella en el que murieron 49 niños
SUS ojos son capaces de expresar la tragedia con sólo echar una mirada lacónica al horizonte y la cicatriz que tiene en el estómago, por encima del ombligo, hace que casi sobren las palabras. Jesús López Deufort, de 36 años, es un testimonio vivo de la terrible desdicha que sacudió al colegio público Marcelino Ugalde de Ortuella; un niño que con apenas seis años vio pasar la muerte a su lado para llevarse con ella a 49 compañeros de pupitre y de juegos. Por fortuna, él puso esquivarla y hoy es uno de los supervivientes de aquella fatídica explosión de gas propano que sesgó la vida a una generación de niños de la pequeña localidad minera.
Treinta años después, recuerda que aquel 23 de octubre de 1980 la mañana discurría entre libros y lecciones en el centro escolar hasta que la deflagración rompió de forma inusitada aquella tranquilidad. "Escuché el estallido y la onda expansiva hizo que saliera volando por la ventana", relata con gran precisión a pesar de todo el tiempo que ha transcurrido. Un golpe de suerte quiso que fuera a aterrizar junto a un vehículo cuyo propietario estaba a punto de arrancar y que, al ver la situación, reaccionó de forma inmediata. "Él me recogió y me llevó rápidamente al hospital", rememora. Inconsciente por la explosión, tan sólo se acuerda que "desperté y estaba dentro de un coche" camino del hospital de Cruces.
Jesús fue el primer herido en llegar al centro sanitario. Mientras los médicos le aplicaban las primeras curas, su madre, desesperada, buscaba alguna señal de su hijo entre los escombros del colegio, porque no sabía si estaba vivo o muerto. "Me contó que buscó entre el calzado que había tirado por el suelo, intentando localizar mis botas".
López Deufort permaneció hospitalizado "dos meses" durante los que recibió un duro tratamiento. Fue el último en recibir el alta en el centro sanitario. A raíz de la explosión, le extirparon el bazo y en uno de sus brazos sufre todavía hoy las secuelas de aquella tragedia. Aunque quizás lo peor fue el trauma psicológico que tuvo que arrastrar durante años. "Perdí el habla y durante varios meses tuve que empezar de cero", comenta.
Pesadillas La vuelta a casa no fue todo lo buena que se esperaba. Pronto comenzaron las pesadillas. Por las noches, al irse a la cama, las imágenes de la tragedia regresaban una y otra vez a su cabeza como fantasmas del pasado para atormentarle. Sueños en los que aparecían sus antiguos compañeros de clase, en los que era él quien fallecía, en los que lloraba y en los que a menudo, la protagonista era su prima Paloma "Murió en la explosión, aplastada por un muro. Yo lo ví y fue una cosa que se me quedó grabada", recuerda con mucha tristeza este vecino de Ortuella.
Al llegar a la adolescencia, las heridas comenzaron a cicatrizar. Jesús empezó a normalizar su vida y, poco a poco, la tragedia del Marcelino Ugalde pasó a un segundo plano, "aunque nunca se llega a olvidar una cosa así", puntualiza. De hecho, asegura que todos los 23 de octubre se acuerda de aquella experiencia negra y se da cuenta "de que aquel día volví a nacer, ya que fui uno de los cuatro supervivientes" de las clases afectadas por la deflagración.
Tres décadas después, Jesús López Deufort ha formado su propia familia y es uno de los pocos vecinos del municipio que aboga por no dejar caer en el olvido aquella terrible desgracia que una mañana de octubre cambió el signo de la historia de Ortuella. "Mucha gente del pueblo no puede contarlo y ha optado por guardar silencio para siempre, pero yo creo que es mejor hablarlo, recordar lo que ocurrió y no olvidar a los fallecidos", finaliza.