CUENTAn que durante una visita de Franco al complejo siderúrgico de Sagunto, uno de sus ministros dijo en voz alta: "¡Qué bien hace las cosas Sota!", a lo que el caudillo replicó de inmediato: "¡Cállese!". Nombrar a Ramón de la Sota era uno de los pecados, por no decir delito, más graves de la dictadura. Era un nombre tabú porque el régimen franquista no perdonó nunca el apoyo del empresario vasco al PNV, partido que llegó a representar en las Cortes. Su filiación política le pasó una severa factura: el olvido y la confiscación de la mayor parte de su bienes tras la Guerra Civil. Por eso, "porque ha estado un poco abandonado por la historia", su bisnieto ha querido recuperar la figura de Sir Ramón de la Sota. Lo ha hecho a través de un documental que hoy será presentado en el auditorium del Guggenheim. Pero desde una perspectiva diferente.
El trabajo de Pedro de la Sota, titulado El hacedor de realidades, versa sobre el proyecto siderúrgico que su bisabuelo llevó a cabo en la localidad valenciana de Sagunto. Un proyecto que, a pesar de resultar fallido y ruinoso, refleja muy bien el carácter emprendedor y arriesgado de un hombre "que sólo pensaba en modernizar y crear riqueza". "Aquí, en el País Vasco,", señala su bisnieto, "se le conoce como hombre de empresa, naviero, constructor de buques, pero no se sabía mucho sobre su faceta como siderúrgico en Sagunto".
Sagunto Ramón de la Sota y Llano, que nació circunstancialmente en Castro el 20 de enero de 1857, era un empresario naviero de éxito, cuando se embarcó en el proyecto de Sagunto el año 1900. Al no poder construir una siderurgia en las marismas de Sestao, Ramón de la Sota decide buscar nuevos horizontes. Encontró unas minas, Ojos Negros, en la provincia de Teruel. Ese descubrimiento le animó a construir un ferrocarril de 207 kilómetros que llegaría hasta el mar, hasta Sagunto, donde levantó la siderurgia y un puerto de carga. "Lo más curioso del caso", relata su bisnieto, "es que fundó una ciudad sin quererlo porque el Estado no quiso hacerse cargo de nada, y él tuvo que encargarse de hacer todo: construir casas, carreteras y escuelas". El negocio siderúrgico de Sagunto nunca llegó a ser rentable durante los 36 años que estuvo él al frente. Dicen que le llegó a costar el 50% de la fortuna que había amasado con los barcos. Pero nunca se desanimó. "Era un optimista enfermizo", dice Pedro de la Sota. Esa conclusión ha sacado después de leer las cartas que el empresario mandaba a los consejos. En ellas les decía: "Vienen buenos tiempos, veremos el amanecer". Él no llegó a verlos porque falleció en Getxo el 17 de agosto de 1936, un mes después del Alzamiento Nacional. Su familia pudo escapar de la barbarie fascista en el Goizeko Izarra. Llegaron a Biarritz pero atrás dejaron un gran patrimonio que fue requisado en su mayor parte por el régimen franquista.
hacedor Pedro de la Sota ha querido destacar con este documental la personalidad de un "hacedor, un hombre que siempre estaba pensando en hacer cosas". Su bisnieto destaca, por ejemplo, que "llevaba personalmente más de treinta empresas". "Y no sólo era el presidente del consejo, sino que también era el gerente; eso para cualquier persona normal sería impensable", recalca Pedro.
Aunque en el documental no se trata el tema, como político también tuvo relevancia. Su bisnieto no se atreve a definirlo. "Es muy complicado", dice, "porque es entrar en terrenos polémicos". Fue diputado a Cortes por Balmaseda y colaboró activamente en la creación del Partido Nacionalista Vasco con Sabino Arana, "aunque posteriormente se distanciaron". Pero esa es otra cuestión. Hoy, en el Guggenheim se podrá ver el Ramón de la Sota "hacedor de realidades".