El Arenal, el parque con más historia de Bilbao, cumple 270 años
Parece que siempre ha estado ahí, que nunca ha cambiado y que acoge inmutable todo tipo de actos y eventos. Es lugar de citas y paseos, escenario de la actividad festiva más desenfrenada de Bilbao y espacio siempre amable para el relax y una buena charla. Es El Arenal, el parque que tiene en su extenso curriculum el detalle nada baladí de constituirse como el más antiguo de la villa. Un espacio abierto que ha acompañado durante siglos a la ciudad y que en el presente ejercicio cumple, nada más y nada menos, que 270 años de su acotamiento perimetral, el que le dio la condición de espacio urbano para uso ciudadano que hoy perdura casi impertérrito.
Primero hay que acotar geográficamente lo que es El Arenal. Es toda la zona ribereña que nace aledaña al puente del Ayuntamiento y que hoy en día tiene como límite urbano las calles Sendeja, Viuda de Epalza y la sita delante de la fachada de la iglesia de San Nicolás que abraza el parque llegando al puente de El Arenal. Son algo más de 27.000 metros cuadrados de superficie de los cuales 12.300 corresponden al paseo del viejo muelle que discurre en paralelo a la ría.
Bucear en la historia de este peculiar pastilla urbanística de la ciudad es descubrir como la extensión de la ciudad amurallada medieval empezó precisamente por esta zona ribereña. Porque no hay pista más evidente que su nombre para deducir cómo era en origen la zona.
Era eso precisamente, un arenal, una playa como las que entendemos hoy en la costa pero que en este caso se encontraba en el río Ibaizabal sobre cuyas orillas se asentó la villa. Aquella playa era extensa, llegaba hasta el portal de Zamudio (la confluencia hoy de las calles Cinturería, Tendería, Artecalle y Somera) y su uso natural desde que la villa se constituyó en el año 1.300 lo protagonizó la actividad marítima mercantil.
Fue el primer puerto natural de Bilbao, donde aparejaban naos y galeones, y parte del mismo se usó también como zona de construcción de barcos y mercantes llegando a tener gran importancia fuera de la muralla que protegía las primitivas siete calles bilbainas.
Bilbao crecía, se quedaba prieto rodeado de protección elevada, con lo que en 1483 el concejo inició el ensanche de la villa, precisamente por la vega que miraba al arenal y al arrabal conocido como San Nicolás por una antigua ermita que se erigía cerca de donde luce hoy el templo religioso dedicado al mismo santo.
Esta primera expansión formó los barrios de Ascao y San Nicolás, que comprendían las calles de La Cruz, Ascao, Iturribide y la Estufa, hoy bautizada como Viuda de Epalza. Empezaba a conformarse un perímetro urbano en torno a El Arenal que se afianzó en el siglo XVII con la extensión de las calles Correo y Bidebarrieta hasta su actual confluencia en El Arenal.
El incremento de la actividad marítima llevó al consistorio a construir un primer muelle en 1556 para acotar el espacio natural arenoso de la ría y crear un línea de atraque con piedra de cantería que facilitara la carga y descargas de mercadería. Durante esos siglos XVI y XVII toda la zona creció como ciudad a la sombra de esta frenética subida y bajada de barcos y todas las actividades complementarias que se requerían para ello. Así en 1626 se remodeló la calle de la Estufa, donde se encontraba, por ejemplo, un secadero de aparejos, maromas y cuerdas que requerían los buques. También operaba una fundición y fragua en la que se creaban las anclas y cadenas que tenían como destino a las armadas reales y a las flotas particulares de barcos. Mejorar la operatividad marítima llevó a las autoridades en 1640 a construir una estacada o empalizada de madera para modernizar las zonas de atraque.
Fecha clave
Fue con la llegada del siglo XVIII cuando El Arenal empezó ya a conformarse como espacio de solaz y asueto para la población creciente que supondría paulatinamente el arrinconamiento de la actividad mercantil.
Una fecha clave fue la referida de 1754, de la que se cumplen ahora 270 años, en la que los prebostes locales decidieron darle marchamo de parque urbano a este espacio.
Las crónicas indican que se cerró la alameda y el llamado entonces Prado del Arenal con una pared baja que incorporaba bancos dobles de piedra de sillería maciza y un enrejado de hierro que estaba rematado con jarrones de piedra.
Una reminiscencia de este cierre es el que hoy se puede disfrutar en formato muy similar con los bancos ubicados mirando al parque de la calle Viuda de Epalza, los cuales están separados por plataneros de alto porte.
El Arenal se perimetraba, tomaba cuerpo y crecía también en altura ya que ocho años después de acotarse se elevaba la gran parcela con más arena hasta el nivel del convento de San Agustín, centro religioso que precedió a la actual sede del Ayuntamiento de Bilbao. Aquella gigantesca obra municipal conformó la explanada de El Arenal que hoy disfrutamos y su reconversión de espacio de actividad marítima a zona de ocio vecinal. Para ello los árboles fueron muy importantes en su función de dar consistencia al terreno ganado al cauce y los nogales crecieron por doquier. El máximo esplendor vegetal de El Arenal se fecha en 1844 cuando se llegaron a contabilizar 284 árboles de gran porte, la mayoría tilos y plátanos. Una cantidad apabullante si tenemos en cuenta el apenas centenar de altos vegetales que dan sombra hoy a la puerta de entrada al Casco Viejo.
Traslado
Cuadro de Luis Paret que recoge El Arenal con el estilo romántico que imperaba en el siglo XVIII.
Las viejas actividades marineras que se acumulaban en la calle Estufa se trasladaron en el siglo XVIII hacia el Campo de Volantín zona también ribereña pero despejada, sin casas y con mucho espacio. Fue también cuando se empezó a construir la actual iglesia de San Nicolas de Bari y se levantaron las primeras viviendas que gente adinerada de la villa requería en esta nueva zona de expansión con pedigrí. Prueba de como evolucionó este salón urbano es el cuadro del pintor Luis Paret que ilustra a la derecha este reportaje creado a finales del siglo XVIII.
Con las décadas sucesivas, El Arenal se fue adaptando a los tiempos y ya a principios del siglo XIX, por ejemplo, se colocaron, ante la expectación de la ciudadanía, las primeras farolas con candiles de aceite lo que aportaba seguridad luminaria en las horas tardías de cada jornada. La paridad de usos llevó también a las autoridades a levantar una nueva fuente para paseantes y un abrevadero para que caballos y mulas, que aún eran dueños de algunos itinerarios en su labor de transporte de mercancías hasta los muelles, pudieran saciar su sed. Los jardines y parterres tomaron posesión de prácticamente toda la zona que no fuera estrictamente de carga y se cuidó su diseño con varios proyectos con el corte romántico que imperaba en la época. Árboles, jardines y bancos eran los protagonistas.
Plano del desarrollo urbanístico del espacio de ocio diseñado en 1898 con decenas de árboles.
El plano y diseño de abajo es de 1898 y recoge los tendidos de conducciones de gas, agua potable y la que desembocaba en la ría que iban a atravesar el subsuelo además de varias bocas de riego. Dibujados están uno de los tinglados que guardaban de la lluvia las mercancías recién descargadas y se aprecia la profusión de árboles como magnolios, arces, cedros del Atlas, pinos, olmos o Castaños de Indias. De estos últimos, el parque ya tenía previamente unos cuantos después de que en 1814 José Joaquín de Echezarreta, el que fuera diputado foral de Bizkaia, donara a la villa dos años antes de fallecer medio centenar de ejemplares.
El gran tilo y el palomar
El estilo romántico ha pervivido en El Arenal a pesar de sus altas y bajas en elementos decorativos y funcionales. Conocidos ya por ser objeto de fotografías son el famoso tilo de gran porte que se enseñoreó más de un siglo (se plantó en 1809) delante de San Nicolás y que una ventolera partió en la madrugada del 1 de abril de 1948. Era tan grande que las crónicas aseguran que sus raíces llegaban hasta la Plaza Nueva. Como curiosidad, un vástago de aquel mítico tilo crece hoy en el parque de Ametzola. También marcó su impronta el Palomar construido en los años 20 que ejerció su función para dar cobijo a tan prolífica ave que se adueñó de El Arenal a principios del pasado siglo.
Las dos fuentes de las ranas, recientemente restauradas, son otros elementos supervivientes desde que se construyeron a primeros de siglo pasado con los restos de una fuente anterior que adornó el centro de la Plaza Nueva hasta finales del siglo XIX. Lo mismo ocurre con los dos surtidores de agua para beber que presiden sendas figuras mitológicas, Baco, el dios del vino y Pan, dios de los pastores.
Un gran elemento dinamizador de este espacio urbano es el actual kiosko de la música, que se levantó por primera vez allá por 1875 y ha sufrido diferentes reconstrucciones. El inicial era de madera, forma oval y estilo neogótico. El siguiente se levantó en 1928 tras derribar el primero y fue obra del arquitecto Pedro Ispizua. Es el que llegó hasta finales del siglo pasado cuando las inundaciones de 1983 obligaron a renovarlo íntegramente e inaugurarlo de nuevo en 1995.
Desaparecida la actividad marítima en los años 70, el muelle fue tomado como aparcamiento para vehículos hasta que el mencionado desbordamiento de la ría arrasó toda la zona y propició la última remodelación integral de El Arenal, el que conocemos hoy. Solo hubo que reseñar otro hito posterior, la construcción del parking subterráneo de tres niveles que liberó el espacio ribereño de turismos y recuperó ya a inicios del presente siglo, en 2005, la figura histórica de los tinglados que se habilitaron por encima del estacionamiento.
Una muestra más de que El Arenal sigue siendo parte esencial de Bilbao, de que su imagen puede cambiar con los siglos, pero que siempre estará ahí recordando que el origen de la villa estuvo en la ría y su actividad comercial y marítima.
Tres paseos para un espacio de ocio
Itinerarios. El Arenal cuenta con tres itinerarios para pasear que se generaron históricamente por quienes los usaban. Situándonos de espaldas al Ayuntamiento el recorrido tiene un tramo común que se trifurca antes del último tinglado.
De los Curas. Por la izquierda, en paralelo a la calle Viuda de Epalza, se distanciaba el paseo de los Curas, nombre adoptado por transitaban las personas mayores, acompañadas por los curas de San Nicolás en sus horas libres.
De los Señoritos. El recorrido central era el Paseo de los Señoritos, el que utilizaba la juventud estudiantil de la villa.
De la Alpargata. El paseo de la Alpargata se definía cerca del Ría, y era usado por las personas de oficio y las modistillas, el cual se animaba mucho al atardecer, al mismo tiempo que el paseo de los Curas iba quedándose desierto.