Puede que la preocupación por la falta de relevo generacional en el primer sector pusiera el foco en los productores más jóvenes, pero hay veteranos que siguen a pie de feria sumando décadas de experiencia en Santo Tomás. “Si Joaquin Sabina sigue dando giras, ¿por qué yo no?”, pregunta retóricamente, con una sonrisa, Pedro Ignacio Gallarreta, apicultor de Artzentales de 70 años. La misma filosofía se desprende de las palabras de la horticultora Edurtzeta Atutxa. “Siempre digo que no soy mayor, que no estoy jubilada”, señala la productora de Igorre, quien considera que hay jóvenes que piensan que van a sembrar una fortuna, en lugar de frutas y verduras. “Hay que trabajar mucho para sacar algo”, advierte la baserritarra de 68 años.

Y así lo asegura después de ver la trayectoria de su propia hija, Urtza Sarrionaindia, que comenzó a los 14 años ayudándola en una explotación que a día de hoy capitanea. Por ello, reconoce: “Sigo en las ferias por vicio”. Así es como continúa incombustible recorriendo todas las plazas de Bizkaia y siendo testigo de su evolución a través de los años. “La gente mira y mira, pero no compra. Pero es verdad que Santo Tomás es la feria en la que más se vende”, apunta Atutxa, quien se toma un descanso mientras sus dos hijas despachan a destajo. “Este años he estado en Rekalde, en Jardines de Albia y en la Plaza Nueva. Y mucha gente me ha dicho: bueno, ya compraremos en Santo Tomás. La tradición se mantiene”, considera. 

Edurtzeta Atutxa conversando con una clienta. Borja Guerrero

Esta familia procedente del caserío Uxarbeiti cultiva frutas y todo tipo de verduras de temporada, pero también tienen sus propias conservas y 250 gallinas. Sin embargo, las decenas de cajas de kiwis, de entre 12 y 13 kilos cada una, que amontonan en los tres puestos que tienen en el mercado de Santo Tomás, delata que ese es uno de sus productos estrella. “Tenemos alrededor de 600 plantas en el baserri, nos hicieron falta 13 personas para recoger toda la cosecha”, puntualiza la baserritarra, quien menciona otro producto que, curiosamente se liquida muy bien. “Últimamente vendemos mucha harina de talo. El otro día una me dijo que hacía churros con ello”, expone, extrañada, levantando los hombros. En la explotación de Edurtzeta Atutxa nunca hay excedentes: “Todo el género que no vendemos en la feria va a parar a Mercabilbao”.

GÉNERO DE SOBRA

El apicultor de Herriko Eztia nunca lo vende todo porque siempre llega con género de más. “Hay gente que a las 14.00 ya se va porque lo ha vendido todo, yo prefiero traer de sobra”, ejemplifica. Pedro Ignacio Gallarreta asegura que lleva acudiendo a Santo Tomás desde que empezó con la apicultura, una actividad que en Bizkaia comenzó a desarrollarse en Enkarterri, según reivindica. “Antes se vendía más porque había menos productos en los grandes centros”, rememora. Y también asevera que había menos productores de miel. Si en el mercado bilbaino ahora están ocho, en los inicios eran la mitad. No obstante, reconoce que en Santo Tomas, normalmente, “se vende bien”.

Y lo puede corroborar porque este jubilado en activo, como se describe a sí mismo, acude a todas las ferias de Bizkaia. “Hay un cliente que ha venido a primera hora y ya ha comprado tres tarros”, narra el productor y, mientras habla, una persona corta el diálogo. “¿A cuánto está el bote?”. Gallareta responde rápido: “13 euros el grande y 8 euros el pequeño”. El potencial comprador asiente y murmura que luego pasará. Pero el apicultor es perro viejo: “El 80% de los que preguntan el precio no compran”. Y eso que la miel, si está bien elaborada –matiza–, puede aguantar hasta tres años.

Pedro Ignacio Gallareta tras su puesto de miel en el mercado de Santo Tomás. Borja Guerrero

¿Tiene relevo generacional? “Bueno, entre comillas. Tengo una hija que trabaja en una consultoría en Madrid, pero ella está empeñada en que el negocio siga adelante. Quiere hacer una web para vender on line”, explica Gallarreta, a quien se le ve como pez en el agua en las ferias. “¿Cuál me recomiendas?”, interrumpe otra posible clienta. “La de brezo va muy bien para untar con tostadas y mantequillas, y la de eucalipto, para mezclar con yogures y leche”, responde. En esta ocasión, la respuesta lleva a una compraventa satisfactoria.   

CLIENTELA JOVEN

José Antonio Bilbao, de Axpe Sagardotegia Txakolindegia, no recuerda cuándo fue su primer Santo Tomás. “La bodega nueva la creamos en el 96, pero antes de eso también solíamos venir”, asegura el productor de Markina-Xemein, procedente de un caserío en el que sus abuelos ya elaboraban sagardo para autoabastecerse antes de la guerra. “Antiguamente se hacían más compras con miras a las navidades, se compraban caracoles y verduras, capones y conejos, pero el entusiasmo de la feria no ha cambiado. Las ganas de talo y chorizo, de mantener la tradición, siguen intactas”, garantiza el productor de 64 años, que puede presumir de tener una clientela con una media de edad por debajo del resto.

Porque quienes más sagardo y txakolí compran son “los jóvenes, para beber al momento”. En lugar de esperar a que les sirvan en una txosna, optan por pasarse por el puesto de José Antonio Bilbao donde por 5 euros pueden agenciarse una botella fría y descorchada de sagardo con sus respectivos vasos. “El año pasado vendimos hasta hacer agujetas”, rememora el markinarra, quien apunta que al menos fueron 70 cajas con seis botellas cada una en una edición en la que estuvieron en su puesto hasta las 19.00 horas. ¿Y este año? “Hasta que se vuelva acabar todo”. 

Feria de Santo Tomás