La implantación de una Zona de Bajas Emisiones (ZBE) con lo que significa de restricciones al tráfico, cambio de hábitos circulatorios y modificaciones urbanas para los vecinos es una medida que está trayendo gran polémica en las ciudades donde se ha concretado.

Ayer lunes, en una mesa redonda organizada dentro de la Semana de la Movilidad, se expusieron por parte de varios expertos las bondades y problemas con los que se han encontrado las intervenciones realizadas en Pontevedra, Madrid y Barcelona.

Jesús Fole de Navia, arquitecto experto en Movilidad Urbana y Transformación, fue el responsable de convertir la capital gallega en la primera urbe donde se ha erradicado el tráfico en el centro histórico hasta alcanzar el 97% de retirada de vehículos. Asunción Rodríguez, arquitecta urbanista, especializada en Movilidad y Regeneración Urbana, expuso el ejemplo de Madrid y su zona central exenta de humos que tantos debates y polémicas ha causado desde que se conformó hace ya más de cinco años.

Por su parte, Silvia Casorran, experta en Movilidad Sostenible del Área Metropolitana de Barcelona, expuso entre otros datos cómo en los últimos cinco años se ha reducido un 31% la presencia del contaminante óxido de nitrógeno en la capital catalana. El debate fue moderado por Sara Sánchez Muñiz, arquitecta, Manager de Soluciones Urbanas de TECH Friendly.

Todos los presentes coincidieron en varios puntos clave entre los que destacan la necesidad de tiempo para que las ZBE sean aceptadas por todas las partes implicadas, desde conductores y transportistas hasta comerciantes y vecinos, así como de la necesidad por parte de las autoridades política de tener “determinación y valentía política”. Por eso indicaron mirando a Nora Abete que “hay que aprovechar que comienza ahora una legislatura”, indicó el urbanista gallego.

Todos eran conscientes de lo difícil que admitir un cambio tan radical por lo que hay que convencer a la ciudadanía con datos para asumir las zonas de baja emisión.

Fole de Navia comparó la situación con el retroceso del tabaco en espacios públicos. “¿Cualquiera entendería hoy en día que se estaría fumando en esta sala todos a la vez como hubiera ocurrido hace unos años?” se preguntaba.

Por eso proponía aportar toda la información posible y abogó por que estas zonas fueran lo más grandes posibles. Coincidía en la idea Asunción Rodríguez al asegurar que las “ZBE deben ser un paso hasta conseguir las Ciudades de Bajas Emisiones”.

Un elemento clave en esta ampliación es evitar el efecto perímetro o frontera por lo que Casorran afirmó que “cuanto más pequeña sea una ZBE peor” por eso en Barcelona es grande y cuenta con 100 kilómetros cuadrados de extensión. Eso sí, avanzó que en la zona limítrofe de la ZBE lejos de aumentar el tráfico, desde 2019 a 2022 se ha reducido en un 20%.

De la misma tesis era el arquitecto gallego que afirmó como “ha habido una evaporación del tráfico de un 50% en Pontevedra que no sabemos donde ha ido pero es así”. Menos a favor se mostró Rodríguez al decir que “el tráfico, como la energía, no desaparece se transforma” y explicó una iniciativa en Sevilla en la que se pretendía que los automovilistas utilizaran la bici y quienes la utilizaron fueron mayoritariamente los usuarios del transporte público.

Todos valoraron la importancia del espacio público en las urbes que “tiene que ser recuperado por el peatón” y siempre con un espíritu de convivencia porque es imposible la segregación del espacio”, apostilló Fole de Navia haciendo el apunte la moderadora, Sara Sánchez, de que “las ZBE no tienen que servir cambiar un coche diésel por uno eléctrico”.