Como representante de gran parte de los hoteles de entre tres y cinco estrellas, Reyes Herrán se conoce al dedillo los retos de un turismo que cada día se hace más visible en las calles. Sobre todo estos meses de verano. “El principal objetivo es obtener un porcentaje de ocupación lineal durante el año: desestacionalizar la demanda”, expone este bilbaina.

¿Este es un año que anota para récord?

—Al final han sido dos años y pico de pandemia, no solo el 2020. Ahora estamos empezando a recuperar y se mueven los eventos internacionales, las ferias, los congresos… para récord no sé, pero que volvemos a números de 2018 o 2019, sí. Eso da tranquilidad, pero no nos relajamos.

¿La pandemia ha marcado al sector? ¿Ha provocado alguna modificación en cuanto a la política de cancelaciones o en las medidas de higiene de los hoteles?

—Ha provocado cambios tanto en la operativa de los hoteles como en los clientes. El tema higiénico-sanitario no ha cambiado. Somos muy escrupulosos con la limpieza o las contaminaciones cruzadas en la cocina. Puede haber cambios en la operativa de reserva, hay más flexibilidad. Si no puedes garantizar que se devuelva el dinero al menos se guarda el depósito para otra fecha.

¿Y en cuanto a los hábitos de los clientes?

—Hay más reservas de última hora. Antes de la pandemia existía un perfil de cliente que te llegaba a la ciudad sin reserva, pero ese porcentaje se ha elevado: si antes era de un 3%, por ejemplo, ahora es de un 7%. ¿Qué sucede con eso? Que en un hotel tienes que dejar habitaciones disponibles para las reservas de última hora y hay que tener capacidad de reacción con el personal y con los recursos.

¿Subir el precio medio de la noche en Bilbao es uno de los objetivos?

—El principal objetivo, más que el precio medio, es obtener un porcentaje de ocupación lineal durante el año: desestacionalizar la demanda. Actualmente julio y agosto funcionan muy bien; desde Semana Santa tenemos varias ferias y hasta octubre son meses muy bonitos. Pero el año tiene 365 días. Lo ideal para un negocio es tener ingresos lineales.

El Gobierno vasco revelaba hace unos días que de enero a junio el turismo en Bizkaia se ha incrementado en casi un 20%.

—Pero con respecto al año anterior. No se puede comprar 2023 con 2022, cuando todavía teníamos la variante omicron y no habíamos levantado al 100%. El perfil de visitantes que viene esos meses es de negocios. ¿Qué ha sucedido con ese perfil? Que las empresas se han dado cuenta que el teletrabajo es rentable, en cuestión de calidad, tiempo y coste.

¿Pero estamos en el buen camino hacia la desestacionalización?

—Hay meses de ocupación más bajos. Si el año pasado fueron de un 40%, este año van a ser de un 50 o un 55%. Como es más difícil recuperar el de la empresa, a lo mejor interesa buscar un cliente cultural que se salga del tópico de Europa. Atraer al mercado asiático o a un perfil de personas que no estén tan vinculadas con el trabajo, que tengan un poder adquisitivo como para viajar en febrero y no les importe el clima. Eso ya es un reto.

¿Y subir las pernoctaciones?

—Afianzar las dos pernoctaciones va de la mano de la desestacionalización. Creo que ahí está la campaña de insistir en que Bilbao no solo son museos; también tienes el Puente Colgante, Urdaibai, rutas para hacer de un día… Eso es una campaña un poco difícil y por los medios convencionales ya no llegas a los turistas, sino que la gente mira en Internet al viajar.

De hecho, para que Bilbao deje de ser un destino de ‘city break’, ¿es indispensable que se promocionen sus virtudes junto a las de Bizkaia?

—Sin duda. Y en un mundo ideal, podríamos hablar del País Vasco. Se le diría al turista que no venga solo a Bilbao, sino que también pase dos noches en Gasteiz y dos más en Donostia. Incluso se podría proponer el enoturismo como aliciente. La Rioja tiene unas bodegas interesantes, podríamos juntarnos todos.

¿Sigue siendo Francia el país de donde proceden más turistas?

—El turismo extranjero ha subido y el año pasado fue Francia porque viajaban en coche al querer la libertad de volver a sus casas cuando quisieran si tenían un susto. De Francia, aunque sea por la cercanía, siguen viniendo, pero hemos recuperado el turismo alemán, el británico, el italiano… y también el sueco. En 2019 tuvimos nórdicos y este año han vuelto.

Además del mercado europeo, los estadounidenses y los visitantes asiáticos son los más codiciados.

—Cuando haces un viaje de tantas horas no es para día y medio. El destino más atractivo para ese público es Madrid. Habría que lograr hacer una sinergia con Madrid, que supera a Barcelona. No vas a competir con Madrid pero a lo mejor sí puedes darle la mano para que después vengan aquí. Si el AVE estuviera, podrían venir cuatro o cinco noches y, después, volver para coger su vuelo.

El aeropuerto de Bilbao apunta a un año de récord. ¿Qué destinos habría que potenciar? ¿Tienen que tener una intención bidireccional?

—Jugar con los destinos siempre es interesante. El aeropuerto va a tener cifras de récord en junio, julio y agosto. Veremos cuando llegue diciembre. Si tienes todo el mes un mínimo de un colchón de viajeros te permite hacer acciones, pero cuando son picos de sierra o es cosa de 15 días, es más difícil. ¿Y destinos que puedan interesar en sentido bidireccional? Me voy a ir a Alemania, a los países nórdicos, Japón… ¿Pero hasta qué punto el de aquí quiere y puede ir hasta ahí?

Los eventos de ciudad siempre son importantes para atraer turistas, pero deberían ser la excepción y no la norma, ¿verdad?

—El BEC ha hecho un gran trabajo para que se repitan eventos como el World Maritime Week o la Bienal de Máquina-Herramienta, igual que el Palacio Euskalduna, con los congresos médicos o de energías renovables. Así sabemos que en mayo y en septiembre va a haber eventos muy importantes. Esos son vitales. En cuanto a los eventos puntuales, como la salida del Tour este año o las finales de Rugby de 2018, no puedes vivir de ello. A los hoteles lo que les da negocio es la marca de ciudad que generan los eventos. Pondría la mano en el fuego a que gran parte de la ocupación de este año viene derivada de las finales de Rugby. Este tipo de eventos no son cortoplacistas.

¿Cuentan con que el año que viene se recogerán los frutos sembrados durante el Grand Départ del Tour de Francia en Bilbao y Bizkaia?

—Totalmente. Han sido imágenes repetidas. La marca de ciudad que se ha generado hará que mucha gente se decida a venir el año que viene.

Igual que los hoteles han vuelto a la normalidad, los pisos turísticos, también. ¿Siguen siendo un enemigo contra el que luchar?

—Es un caballo de batalla. Los pisos turísticos, que existan, siempre y cuando sean legales. Cuanta mayor oferta haya, a más personas vas a llegar y más beneficiados va a haber. Que haya un piso turístico cuando viaja una familia que quiere estar una semanita, me parece fantástico. Al final van a beneficiar a la ciudad, van a consumir, van a usar un taxi, van a ir al supermercado… Todo esto es bueno para todos.

¿Sin embargo...?

—Lo que no son buenos son los pisos turísticos ilegales; ni para la comunidad de vecinos ni para el propio usuario. Por no decir que los pisos ilegales no pagan impuestos ni cumplen normativas. El peligro son los ilegales. Con todo, no queremos que esto sea Sevilla, donde hay más oferta de piso turístico que de hoteles. Tiene que haber un equilibrio.

Hay muchos ciudadanos que observan con escepticismo la apertura de más hoteles. ¿Es sostenible?

—Quien abre un hotel es porque previamente ha hecho un estudio de mercado. Si no, no se tira a la piscina y hace una inversión millonaria. Como ciudad es positivo que se abran más hoteles. Tiene que haber de todo y para todos. También es bueno porque va a haber más puestos de trabajo.

¿Y entiende las quejas al turismo en zonas como el Casco Viejo?

—He ido y lo he visto. Si tenemos en cuenta que no han entrado más viajeros que en 2018 o 2019, lo que sucede es que se ha organizado. Cuando vas a una ciudad lo primero que vas a ver es el casco antiguo. Es un atractivo turístico. Me consta que se está haciendo un plan de ordenación para guías turísticos, lo que es vital. ¿Que habría que conseguir que el turista se moviera más? Eso es otro de los retos, como ciudad.