Aquí no hay bola de discoteca, ni tampoco barra en la que tomar algo. Tampoco es necesario. Hablamos de una pista de baile algo particular, en cuanto a su localización se refiere. Sobre ella pasan tanto zapatos de danza como ruedas de maleta y, de fondo, una espectacular vidriera, aventajada rival de cualquier foco. 

En la estación de Abando, este domingo por la mañana, había un acontecimiento algo más llamativo que la llegada de dos trenes procedentes de Madrid y Barcelona. Alrededor de una veintena de parejas se han reunido para bailar en su hall superior al ritmo de bachata, salsa, kizomba, pasodobles, tangos, sevillanas… Aquello era un sinfín de ritmos

Como se imaginarán, esto no ha sido una demostración artística espontánea. Cada primer domingo de mes, aquí se celebra una sesión de Bailes Vermut, organizada por la Asociación Bilbo Aretoko Dantza TARA - Bilbotara. Probablemente, muchos se la habrán topado pasando por allí puesto que es una iniciativa que cuenta con 26 años a sus espaldas. 

“La gente del baile somos como una gran familia”,mantenía María Jesús Artesero, quien representa a la viva imagen de que para lanzarse solo hacen falta ganas y no cortarse. “Yo he sacado a gente que no sabía bailar después de verlos quietos y pensar ‘y ese ¿por qué está quieto’ y he ido para decirles ‘¿Por qué no sales? Tú baila que ya te llevo yo’. Al cabo de los años, me han reconocido que si no hubiera sido por mi no hubieran vuelto”, explicaba. 

María Jesús se lesionó hace varios meses haciendo lo que más le gusta. La mala suerte hizo de las suyas y se rompió la cabeza del fémur por varias partes bailando un vals en La Casilla. “Pero aquí estoy otra vez. Mi médico me ha dicho que el baile ha hecho que me recupere”, contaba muy contenta. 

“¿La pareja? Cualquiera. A quien se le de bien, ahí voy para allá lanzada”, admitía con guasa. Este domingo el afortunado ha sido Eduardo Villegas, un enamorado empedernido del tango. “Vengo para pasármelo bien y encontrarme con amigos y amigas”, reconocía este hombre de 66 años cuyas pasiones son “el deporte y el baile”. “Aquí se viene para disfrutar y conocer a gente sana”, animaba. 

Ojo, que aquí todo el mundo está invitado para ser el o la artista de la pista pero desde la barrera se percibe mucho nivel. “Está bien para quien le guste bailar. Yo no me atrevo porque yo no soy para nada bailonga, nada de nada. Igual hace que no bailo… ¡40 años!”,  decía Mari Carmen entre el público. “Yo sí que me atrevería pero aquí me da vergüenza porque me mira la gente”, reconocía su acompañante Madalena

De ese nivel del que hablamos son prueba muchos de los y las participantes. Maika es una de ellas. “Llevo 25 años bailando y, ahora, a la semana bailo 14 horas”, explicaba esta mujer de 69 años. “Ayer estuve bailando cuatro… ¡Es que soy una bailona! ¿Adónde voy a bailar? Me da igual, voy por la calle y me paro donde escuche música y si voy con alguien del grupo bailo yo no tengo vergüenza, vergüenza para robar”, añadía con mucha rotundidad. 

Por aquí lo habitual es observar a muchas personas que esperan para coger el tren, van corriendo al metro o atajan.  “Tenemos que estar aquí sí o sí 45 minutos así que encontrarte con esto es de lo más bonito que puede haber”, afirmaba Alberto, personal de seguridad de los trenes de Renfe. “Es muy agradable, es diferente. Es más entretenido para nosotros”, mantiene Alfonso, camarero en el bar Plaza, situado en el mismo hall. 

Historia 

Esta iniciativa fue puesta en marcha en 1996 en la madrileña estación de Chamartín. Posteriormente, a ella se sumaron varias ciudades como Sevilla, Zaragoza o Bilbao. Actualmente, tan solo se sigue realizando en la Estación de Abando, debido al entusiasmo de la asociación Bilbotara

“Esta asociación se creó para mantener y reforzar los bailes de salón en activo”, defiende su presidenta Isabel Sáiz. “Aquí lo más importante es que el cuerpo se exprese con los sentimientos que produce la música. Para nosotros, esto es muy importante mantenerlo y hacer posible que estas personas tengan un espacio donde se puedan expresar con la música. A cualquiera le reanima y le hace sentir independiente de que tenga la rodilla mal”, concluía.