Jaime Ercoreca continúa con el negocio que puso en marcha su bisabuelo en el año 1898, en un local ubicado en el Casco Viejo de Bilbao, en los bajos de la casa familiar. Jaime es la cuarta generación de Erkoch Security, una empresa que comenzó siendo una ferretería “en la que se podía comprar un poco de todo” y que ha evolucionado con el paso del tiempo hasta convertirse en pionera en todo lo relacionado con sistemas de seguridad para empresas y domicilios. “La clave para seguir adelante ha sido apostar por la especialización, perfeccionar y buscar los mejores sistemas de seguridad”, apunta Jaime.

El negocio arrancó en el Casco Viejo y, además, disponían de otra ferretería, que estaba en la calle Ribera, entre Barrenkale Barrena y Pelota. Pero las inundaciones se llevaron todo por delante y tuvieron que comenzar de nuevo. Cerraron la ferretería de manera temporal e iniciaron una nueva andadura en otro local en el bilbaino barrio de Deusto. “Aquello fue duro, pero tuvimos que resurgir, continuar a base de trabajo y de sacrificio. Esa es la única manera de aguantar durante tantos años. Ese espíritu lo he heredado de mi familia”. Jaime recuerda que su padre visitaba ferias en Alemania para tomar contacto con importantes empresas de cerraduras y manillas. “Terminamos siendo los representantes de esas marcas en el Estado español y desde Bilbao conseguimos ampliar negocio a nivel estatal”. Ahora mismo la empresa que capitanea Jaime está centrada en dos aspectos. Por un lado, realizan proyectos a empresas de arquitectura a las que les venden todos los componentes de seguridad de una puerta: “Hemos participado en las obras del Guggenheim, Palacio Euskalduna, Torre Iberdrola, San Mamés...”. También se encargan de todos los sistemas de seguridad para la vivienda y locales comerciales.

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Jaime lleva treinta años regentando el negocio familiar y desconoce si tendrá relevo generacional. A sus 55 años, asegura que le quedan diez para preocuparse del futuro de la empresa: “Tengo dos hijas y no sé si querrán continuar”. Pero en este negocio cree que el mayor problema es la falta de instaladores. “La gente nos viene a comprar puertas y luego no se las podemos instalar. Esperemos que sea algo pasajero”, dice Jaime, satisfecho por el reconocimiento concedido por el Ayuntamiento.

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