No es fácil desprenderte de la que ha sido tu casa y tu pasión los últimos 40 años. Boni García es hostelero de vocación, le viene de familia. Lo fue su padre quien le inculcó las claves de cómo había que llevar un negocio, así como el respeto que debía ofrecer a los clientes y también hacia una profesión sacrificada, pero al mismo tiempo apasionante. “En estos años he aprendido muchas cosas y aunque me ha tocado trabajar mucho, he sido feliz”, se sincera Boni.

Después de toda la vida detrás de la barra, este año cuelga el delantal y en diciembre –coincidiendo con su 65 cumpleaños– Boni se jubila y deja el mítico bar Lago de la calle Correo de Bilbao. Asegura que cuando llegue ese último día de una larga etapa como hostelero saldrá por la puerta tranquilo, con las cosas, dice, “bien hechas” y dejando su negocio en manos de otro hostelero “de casta”, que le ofrece la tranquilidad que necesitaba para iniciar su nueva vida lejos del bar. “Está siendo un año raro, complicado porque son muchos años aquí, pero ya toca dejar el negocio y disfrutar de la vida”, confiesa. José , al que le podemos ver en el bar Plaza de Unamuno tomará a finales de este año las riendas de un local premiado por tener las mejores rabas de Bilbao y que triunfa entre los más golosos por preparar un chocolate con churros para chuparte los dedos. El Lago es especial por muchas cosas, pero sobre todo por esa atención personalizada y por formar parte de la actividad social de la villa. “Siempre hemos intentado hacer las cosas bien y sé, con total seguridad, que a partir de ahora, con José al frente, va a seguir siendo igual”, dice Boni. La esencia de este local de toda la vida de la zona histórica de la villa seguirá a partir de ahora con José al frente.

Pero eso sí, con Boni tendiendo la mano para apoyarle en todo lo que necesite. “Sé que con José el alma y el corazón de este bar van a seguir estando vivos en el Casco Viejo”, apunta García, quien destaca que en estos años el Lago ha intentado formar parte de la vida social y cultura de la ciudad. “En un bar se celebran, se viven y se acuerdan muchas cosas. Son muchos años y hemos vivido millones de historias para recoger en varios libros”, dice.

“El Lago te pega”

Para José esta nueva aventura se presenta ilusionante aunque confiesa que los últimos dos años con la pandemia de por medio “me han hecho mella”. “Hemos pasado mal, con muchas presiones, restricciones... Sin poder trabajar”, cuenta. Pero un autónomo no tiene más remedio que seguir adelante, continuar trabajando en esta profesión que José también lleva en las venas. “Me gusta”, confiesa al tiempo que recuerda la primera vez que le planteó a Boni la posibilidad de quedarse con el bar el día que se jubilase: “Coincidimos en la cola del banco y le dije: Si decides dejar el bar, llámame”.

De aquello pasaron dos años hasta que una mañana José entró por la puerta del Lago y se sentó a tomar un café con Boni. “Me dijo que quería jubilarse y a partir de ahí, todo fue fácil. Tenemos mucha química y eso ha sido muy positivo para llegar a un acuerdo”, dice. El destino estaba escrito. Antes incluso de firmar el acuerdo de arrendamiento, un amigo le dijo a José: “A ti te pega mucho estar en el Lago”. Acertó de pleno”, cuenta.

Tanto Boni como José van a intentar que el relevo se produzca de una manera natural, adaptándose a los gustos de los clientes y respetando la esencia de este establecimiento histórica de la ciudad. “No se trata de entrar y empezar a hacer cambios. Lo importante es seguir apostando por un buen producto y una atención en la que el cliente esté contento. Con eso me conformo”.