Mucho ha llovido desde el descubrimiento del lugar en el que, presuntamente, descansan los restos del apóstol. Las décadas se han convertido en centurias, y las  centurias en milenios. Pero en todo ese baile de siglos, los caminos que culminan en la Plaza del Obradoiro, donde se erige la catedral de Santiago de Compostela, siempre han estado transitados por innumerables peregrinos. Uno de ellos, el camino de la costa, recorre buena parte de Bizkaia. Se detiene en Bilbao justo antes de continuar por Ezkerraldea para adentrarse, después, en serpenteantes sendas que llevan al caminante hasta tierras cántabras.  

En la Plaza de Unamuno un nutrido grupo de jóvenes scouts descansaba esta mañana al pie de la estatua del escritor a la que está dedicada. Utilizando sus sendas y abultadas mochilas a modo de almohada, disfrutaban de su pequeña parada en el camino. “Somos de Catalunya” - ha afirmado una de las peregrinas, Laia - “y buscábamos una ruta que nos permitiese mezclar un poco de playa y de montaña. Por eso hemos elegido la ruta del norte”, ha explicado. La joven también ha confesado que las suaves temperaturas que marcan los termómetros del cantábrico tuvieron algo que ver en esta decisión. Por otro lado, ha reconocido que no llegarán a pisar las losas de la catedral compostelana. Su particular ruta jacobea tiene a la Villa como punto y final. “Aprovecharemos para hacer un poco de turismo y conocer la  ciudad”, afirmó. “Acabamos de llegar y no hemos visto mucho, pero nos estamos llevando una buena impresión”, ha agregado Maia, su compañera. 

“Acabamos de llegar y ya estamos fascinados con los paisajes vizcainos”, ha afirmado Stefania

Acto siguiente, las jóvenes catalanas volvieron a ajustarse los cordones de las botas y a cargar las mochilas sobre sus espaldas. Querían llegar al Albergue de peregrinos Santa Cruz de Begoña, donde descansan los promesantes que recalan en la Villa, cuanto antes. De allí bajaban, bastón en mano, Roberto y Stefania. Avanzaban rápido hacia la plaza, como queriendo reemprender la ruta cuanto antes, sin dilaciones innecesarias. Los italianos dejaron su península atrás para explorar Euskadi.  “Creímos que esta podría ser una buena manera de hacerlo”, dice Roberto. Ha añadido que estaban disfrutando mucho de su estancia en la Villa, así como del camino, por el buen tiempo. Y es que el mercurio, estos días, no está marcando más de veinticinco grados. A Roberto, recién llegado de Italia, donde los termómetros marcan más de treinta grados, la temperatura le resulta “ideal”. “Acabamos de llegar y ya estamos fascinados con los paisajes vizcainos”, ha añadido.

Roberto y Stefania han recalado en la Villa desde Italia para iniciar la ruta jacobea Maider Goikoetxea

Un húngaro en el "Botxo"

Talán tolón, talán tolón. Desde la Plaza de Unamuno se escucha cómo retumban las campanas de la Catedral. Como en Compostela, ésta también está consagrada al apóstol Santiago. En su exterior, junto a la característica fuente de la plazoleta, estaba Levante. Este joven húngaro acaba de llegar a Bilbao. “Este es mi punto de partida. Pretendo llegar a Santiago desde aquí” ha afirmado. “En noviembre empecé a plantearme que me apetecía hacer el camino y, tras investigar un poco, decidí comenzar la ruta norte desde Bilbao”, ha explicado Levante. Según el joven, en el camino del norte hay “menos peregrinos” y es “más fácil” encontrar alojamientos. Además, también considera que es más bello. “Recorre la costa cantábrica, que seguro que es preciosa”. Todavía faltan unas horas para que Levante se calce sus botas de ‘trekking’ y emprenda el camino. Hoy, miraba fascinado a su alrededor reconociendo que la orografía montañosa que envuelve al “Botxo” le llama mucho la atención. “Seguro que vuelvo”, ha afirmado risueño.  

Algunos llegan al “Botxo”, abriéndose paso entre los montes que lo flanquean. Otros se marchan, siguiendo el curso de la ría por su parte izquierda. Pero todos coinciden en que éste es, sin lugar a dudas, un rincón especial de la geografía vizcaina.